La batalla de los obispos
Los cardenales Rouco y Cañizares batallarán para arrebatar a Ricardo Blázquez, prelado de Bilbao, la presidencia de la Conferencia Episcopal Española
Cinco cardenales -los de Madrid, Barcelona, Toledo, Valencia y Sevilla-, el nuncio del Papa y el obispo de Bilbao, además del portavoz/secretario general con voz pero sin voto. Ésta es la composición, desde el viernes pasado, de la mesa de honor que preside las asambleas de la Conferencia Episcopal Española (CEE). El órgano principal del catolicismo español agrupa a 78 prelados en activo y a 40 eméritos. El 3 de marzo del próximo año están convocados para elegir una nueva dirección.
Las divisiones internas, casi siempre soterradas, son en esta ocasión muy visibles desde que el lunes pasado el presidente de la CEE, el obispo Ricardo Blázquez, se alejó, en un sonoro discurso, de las tesis oficiales de la conferencia sobre cómo asumir responsabilidades por el golpe militar contra la II República, la calificación de la Guerra Civil como "cruzada" y el apoyo de la Iglesia de Roma a la larga dictadura del general Franco.
El obispo de Bilbao fue elegido hace tres años contra todo pronóstico
Los arzobispos Osoro y Martínez Sistach también figuran entre los favoritos
Blázquez también matizó la visión del episcopado sobre la reciente beatificación de 498 católicos asesinados en aquel enfrentamiento fratricida e, incluso, sobre el rechazo de la llamada ley de la Memoria Histórica. Además, calificó de "decisivo" y "don de Dios para la Iglesia y la sociedad española" el trabajo del cardenal Vicente Enrique y Tarancón durante la transición de la Iglesia de Roma hacia la democracia, y como impulsor en España de las numerosas reformas del Concilio Vaticano II.
A la mayoría de los obispos actuales -quedan sólo seis que lo eran cuando el mítico cardenal se jubiló-, la figura de Tarancón les resulta ajena, cuando no antipática, por haber pilotado una transformación que hace años que les resulta incómoda. Un ejemplo es el juicio que el líder del catolicismo español entre 1971 a 1981 tuvo sobre el franquismo, un asunto que siempre ha envenenado las relaciones entre el episcopado moderado y el conservador. La discordia ha vuelto a surgir esta semana.
Frente a la tesis del sector afín al cardenal Antonio María Rouco de que la Iglesia fue "sujeto paciente y víctima" de la Guerra Civil, y que, por tanto, el episcopado no tiene por qué disculparse ante la sociedad por implicaciones en aquella tragedia, Tarancón sostuvo que la Iglesia fue, efectivamente, víctima, pero también verdugo. Fue él quien, en 1971, apadrinó la idea de pedir perdón. "Si decimos que no hemos pecado, hacemos a Dios mentiroso y su palabra ya no está con nosotros", remachó.
Blázquez sostuvo el lunes pasado algo parecido, aunque con palabras alambicadas, como si temiera provocar un cataclismo si decía en noviembre de 2007 lo mismo que proclamó su ilustre predecesor 37 años atrás.
Elegido hace tres años contra pronóstico, el obispo de Bilbao vuelve a tener rivales de postín: los cardenales Rouco (Madrid) y Antonio Cañizares (primado de Toledo). Ya lo fueron en 2005, pero desde entonces han fortalecido sus posiciones, Rouco en Roma, donde tiene responsabilidades, por ejemplo, en la designación de obispos; y Cañizares en España, elevado al cardenalato en el primer consistorio de Benedicto XVI. Blázquez, en cambio, sigue siendo obispo, como si Roma no hubiera tomado nota de su liderazgo en la CEE.
Los otros tres cardenales españoles, Carlos Amigo (Sevilla), Lluis Martínez Sistach (Barcelona) y Agustín García-Gasco (Valencia) -estos dos tomaron ayer en Roma posesión de su alta dignidad-, dividen sus preferencias, sin descartar al prelado catalán e incluso a Amigo como alternativa de los moderados si fracasa la opción Blázquez.
No es descartable, tampoco, que Rouco no quiera volver a liderar a los obispos y facilite el camino a prelados emergentes de perfil moderado y más dialogante, como el arzobispo de Oviedo, Carlos Osoro.
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