Madre e hija se encuentran 29 años después
María Luisa afirma que una monja la engañó para arrebatarle a su niña - Quedó embarazada estando separada de su marido - Durante años, ambas se buscaron
"Busco a la madre biológica de Pilar, mi hija adoptiva. Tiene 29 años". El de Alejandro Alcalde Ruiz es un caso insólito: el de un padre adoptivo que se volcó de lleno con su hija adoptiva para intentar localizar a la madre biológica de esta. No es lo habitual. Lo habitual es que los padres adoptivos se muestren reticentes, cuando no abiertamente opuestos, a que sus hijos adoptivos se dediquen a hurgar en el pasado para encontrar sus orígenes. Pero Alejandro se ha pasado más de 10 años gastando mucho tiempo y dinero para poder satisfacer los deseos de su hija Pilar, por la que siente adoración.
Pilar hoy, al fin, ha logrado ver coronado su sueño: besar y abrazar a su auténtica madre, María Luisa Torres Romero. Esta mujer, que fue presuntamente engañada por una monja de la maternidad de Santa Cristina de Madrid para quitarle a su niña, también llevaba décadas obsesionada con saber dónde estaba. Desde que se han reencontrado, apenas pueden separarse. Pero hoy, al verse de nuevo, pareciera como si fuese la primera vez: estallan en risas y se funden en abrazos y caricias. La suya ha sido una larga lucha contra muchas dificultades.
"Yo no te abandoné. Me coaccionaron y me chantajearon", relata la madre
El padre adoptivo ayudó a su hija cuanto pudo para buscar sus orígenes
María Luisa era camarera, estaba casada y tenía una hija de dos años, Inés, cuando se separó de su marido. A mediados de 1981 conoció a otro hombre, con el que inició una relación. Se quedó embarazada, pero él no quiso saber nada del tema.
Angustiada por su situación personal, María Luisa no sabía qué hacer. Cayó en sus manos una revista en la que explicaba que una monja, sor María Gómez Valbuena, asistente social de la maternidad Santa Cristina, ayudaba a madres solteras.
"Fui a ver a sor María y me dijo que me podía ayudar porque tenía unas guarderías en las que eran alojados los niños, donde las madres podíamos ir a visitarlos y más tarde hacernos de nuevo cargo de ellos cuando tuviéramos la vida encauzada". María Luisa confió de pleno en esa religiosa, que le indicó lo que debería hacer cuando se pusiera de parto.
El 31 de marzo de 1982, María Luisa sintió las primeras contracciones. Fue al hospital de Móstoles y de allí la mandaron a Santa Cristina. Ese mismo día dio a luz a una niña. "Me sedaron por completo. Cuando desperté en la habitación, pregunté por mi hija. Sor María me contestó que no preguntase nada. Antes me había dicho que el bebé había muerto. Al rato me anunció que la iban a dar en adopción. Yo me puse como loca. Pero la monja me replicó que no tenía nada que hacer porque yo ya había firmado un papel renunciando a mi hija. Eso era falso. Lo único que recuerdo es que, al ingresar en Santa Cristina, me hicieron firmar un documento que me explicaron que era para no tener que pagar los gastos de hospitalización".
Según María Luisa, la monja le amenazó con denunciarle por adulterio, lo que supondría que perdería a la hija habida de su matrimonio. Tras nueve días de hospitalización, por una infección en las trompas de Falopio, regresó a su casa con las manos vacías y con la tristeza de que le habían arrebatado a su criatura. ¿Pero qué podía hacer? Nada. Hasta que hace un año se apuntó a la Asociación Nacional de Afectados por Adopciones Irregulares (Anadir) y comenzó a buscar de nuevo a su hija.
Por su parte, Alejandro Alcalde tardó poco en confesar a su hija Pilar que él y su esposa no eran sus verdaderos padres, que la habían adoptado tras comprobar que no podían procrear. Alejandro desgrana el proceso: "Fuimos a la Diputación de Madrid, a la de A Coruña, a la de Lugo, a Zaragoza... No había niños. Hasta que contactamos con sor María Gómez Valbuena. Ella nos comentó que era muy difícil. Pero una semana después nos llamó porque había una chiquita que quería dejar a su hija en adopción, y dijo que tendríamos que pagar los gastos de su estancia en una casa de madres solteras de la calle de Arturo Soria...".
Alejandro y su mujer hasta se sometieron a una entrevista en la que fueron interpelados sobre sus bienes y sobre su grado de religiosidad cristiana. Por medio estaba la Asociación Española para la Protección de la Adopción (AEPA), una entidad ligada al Opus Dei.
Finalmente, el matrimonio adoptante pudo ver a su tan deseada hija, aunque tardó 40 días en poder llevársela a casa. Había nacido enferma. "Sor María nos propuso cambiarla, si no nos gustaba, porque pronto tendría otro niño para darnos. No quisimos. Pilar era nuestra hija. La monja quería que la llamáramos como ella, María, pero nos negamos".
La joven adoptada comenzó a obsesionarse hace 10 años con la idea de que era una chica robada. Y Alejandro le prometió todo su apoyo para intentar hallar a su madre biológica: contrató detectives y abogados; habló con monjas e indagó todo lo que pudo. En 2004 acudió a un programa de televisión para hacer un llamamiento a la madre desconocida. No obtuvo ningún resultado.
Hace un par de meses, Alejandro contactó con la redacción de El diario, de Antena 3: "Creo que mi hija es una niña robada. He revisado los papeles de la adopción, he visto las facturas que pagué y he comparado todo esto con las informaciones que están saliendo sobre el robo de bebés. Todo coincide".
Con los pocos mimbres de que disponía, una periodista empezó a bucear en foros de Internet y, tras cruzar datos, encontró coincidencias hasta lograr casar la vida de la joven Pilar con la de María Luisa Torres. Había indicios de que eran madre e hija. El análisis de ADN lo ha confirmado.
Pilar ha encontrado a su madre biológica y a dos hermanas (Inés, de 31 años, y Marina, de 24). "Estamos felices. Todo ha sido gracias a la periodista Pilar Gomiz, que ha hecho un trabajo excelente", recalca Inés.
"Yo siempre pensé que mi madre me había abandonado por falta de medios", afirma Pilar Alcalde, ante la cálida mirada de su madre. "Yo nunca te abandoné. A mí me coaccionaron, me chantajearon y me engañaron. Hoy soy feliz de ver a mis tres hijas juntas". Y madre e hija se abrazan y se comen a besos.
Ahora, María Luisa ha regalado a la hija recuperada el chupete y el saquito de dormir que tenía preparados para ella y que nunca pudo darle. Ambas tienen gran parecido y otras muchas cosas en común. Incluso ambas, sin que lo supieran, comparten una misma ocupación: trabajan en sendos geriátricos de Madrid.
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