"Feminismo e islam pueden ser una buena pareja"
Ziba Mir Hosseini, mujer musulmana como uno de cada diez habitantes del planeta, fue de las primeras académicas que usó el término "feminismo islámico". Este concepto y el debate que suscita reunieron a mujeres de buena parte del mundo musulmán en Madrid, convocadas por la Junta Islámica Catalana. Aunque desde 1984 vive en Cambridge (Reino Unido), ha investigado en su Irán natal. Su última visita fue en 2006: "Me da miedo ir, no me quiero arriesgar; no soy política".
Pregunta. ¿El feminismo islámico existe?
Respuesta. Es un nuevo tipo de feminismo. Su lenguaje y la fuente de su legitimidad son islámicos. En Irán, por ejemplo, muchas mujeres creían que tras la revolución todo sería perfecto porque el islam era la esencia de la justicia y bajo la sharia, la ley religiosa, no puede haber injusticia. Se dieron cuenta de que podían encontrar un aliado en el feminismo, pero no en su interpretación patriarcal del islam. A lo largo del siglo XX, para ser feminista tenías que ser laica. Y eso no era así. En la Ilustración, mujeres como Mary Wollstonecraft confiaron en los principios supremos de la religión para argumentar a favor de sus derechos.
"Los regímenes laicos han sido despóticos, no democráticos"
P. ¿Es posible la emancipación de la mujer sin la separación Iglesia-Estado?
R. Hoy, especialmente en los países musulmanes, donde la ley y las prácticas toman su legitimidad de la religión, no podemos tener feminismo sin una interpretación igualitaria de las escrituras. Hace 20 o 30 años, se creyó que, con la modernización, la religión iría a la esfera privada. No ocurrió. El islam es también un proyecto político.
P. Esos países eran mucho más laicos que hoy.
R. El islam político triunfa por el fracaso de los regímenes laicos, que eran despóticos, no democráticos y ni siquiera garantizaban lo básico. En los ochenta chocan dos discursos: uno, del islam político, que ve el feminismo como un proyecto occidental y, por tanto, debe ser suprimido; y otro, el discurso feminista, de derechos humanos, laico, que ve el islam como una religión atrasada. De ese choque nace en los noventa el feminismo islámico, el hijo no deseado del islam político porque les ha dado conciencia a las mujeres.
P. ¿Por qué islámico y no feminismo a secas?
R. El islam político es un proyecto paradójico: dio poder a las mujeres y al sacar a la esfera pública la interpretación patriarcal de los textos sagrados los abrió al escrutinio público. Y resulta que las fuerzas progresistas usaron las mismas fuentes, pero las interpretaron de otra forma. Una occidental puede ser feminista sin referirse a la religión. En un país musulmán, es muy difícil.
P. ¿Cuáles son los mayores problemas de la mujer musulmana?
R. El islam no es monolítico. Las musulmanas no tienen todas el mismo aspecto, no son uniformes. Vienen de diferentes culturas, clases sociales... ¡Eso de la mujer musulmana no existe!
P. ¿Qué les dice a quienes creen que el feminismo islámico es algo de élites occidentalizadas?
R. Que se confunden. Soy antropóloga y he trabajado en Indonesia, Marruecos, Irán, Malasia, Egipto... Allí quieren mantener su fe, que les da poder, seguridad, hace tolerables las dificultades cotidianas. Y, como cualquier otra mujer, quieren igualdad. Olvidamos que, hasta el XIX, el islam dio a las mujeres mejores condiciones que cualquier legislación occidental. Islam y feminismo pueden ser un matrimonio feliz, bueno, para el islam y para Occidente.
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