_
_
_
_

Ballenas en el desierto

En el valle egipcio de Wadi Rayan se conservan fósiles de cetáceos

Es un lugar común oír que casi toda la Tierra estuvo cubierta por los océanos, pero pocos saben que en lugares tan áridos como el desierto del Sáhara nadaron un día hasta las ballenas.

Sus esqueletos, fosilizados, son la prueba palpable. Tienen nada menos que 40 millones de años. Estos esqueletos se encuentran a 200 kilómetros al suroeste de El Cairo, en la depresión de Wadi Rayan (provincia de Al Fayum), que es uno de los conjuntos más ricos del mundo en fósiles marinos: todo tipo de conchas, caracolas, erizos y estrellas de mar, cangrejos, tortugas y dientes de tiburón.

Los fósiles han sobrevivido casi intactos gracias al extraordinario poder conservador de la arena, la misma que ha permitido también la recuperación de numerosos templos faraónicos sencillamente sepultados entre las dunas durante siglos.

El llamado Valle de las Ballenas, o Wadi al Hitan en árabe, es sólo una esquina de los 1.759 kilómetros cuadrados que ocupa Wadi Rayan, pero la existencia de estos esqueletos fósiles y su paisaje único hicieron que en 2005 la UNESCO lo declarase Patrimonio Natural de la Humanidad.

Hace solo cuatro años, recorrer el valle con todoterrenos era diversión frecuente en los fines de semana entre la comunidad de expatriados en Egipto, y en más de una ocasión ha habido quien se ha llevado cual trofeo de caza una vértebra fósil de ballena para decorar su salón.

Pero desde la inclusión del valle en el listado de la UNESCO, las autoridades egipcias cerraron todos los accesos con hileras de piedras, impusieron una tarifa de acceso y crearon una unidad de 28 guardias equipados con "jeeps" encargados de recorrer sus confines en busca de infractores.

Atracción turística

Junto a esto, construyeron una pista de arena a la que se accede desde el asfalto y que es transitable para cualquier tipo de vehículo, para poder entrar en el valle sólo desde un trazado bien delimitado. Los egipcios, generalmente temerosos del desierto, pueden acercarse ahora a hacer pic-nic en una sencilla excursión de un día.

El desierto y los fósiles, conservados durante milenios en el secreto que garantiza la arena, se han convertido en una atracción turística más de Egipto, si bien dista mucho de tener la popularidad

de las ruinas faraónicas o de los corales del Mar Rojo.

Y eso que el paisaje del Valle de las Ballenas es sobrecogedor: surgidos como hongos de entre la arena, montículos de formas caprichosas se elevan contra un cielo libre de nubes. El viento, que ha modelado el desierto y creado las dunas, ha dibujado extrañas cavidades en las rocas del valle.

Los esqueletos de las ballenas no son el único vestigio del Eoceno, también pueden verse manglares fosilizados, que fueron los que permitieron que hubiera una fauna tan rica en las orillas del Mar de Tethis, el enorme océano que cubría gran parte de lo que hoy es desierto.

Tenían patas

Las ballenas del Wadi al Hitan fueron descubiertas a principios del siglo XX y bautizadas como "Zeugledon", aunque más tarde se establecieron en realidad cuatro especies distintas de estos cetáceos, la mayor de ellas de hasta 21 metros de longitud.

Lo más curioso desde el punto de vista científico es que a través de sus esqueletos se ha confirmado que estas ballenas poseían pequeñas patas que sobresalían apenas del vientre y que demuestran que estos mamíferos descendían en realidad de antepasados terrestres.

Cuando la tierra fue cubierta por las aguas, las ballenas sencillamente adaptaron su cuerpo y perdieron poco a poco unas patas que ya no tenían ninguna función.

Luego, cuando las aguas se retiraron hasta el Mediterráneo y su hábitat se transformó en desierto, ya era demasiado tarde: las ballenas quedaron varadas entre las arenas del Sáhara y esta vez sólo pudieron convertirse en fósiles.

Fósiles de ballenas en el desierto de Egipto
Fósiles de ballenas en el desierto de EgiptoEFE

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_