Amarás al iPad sobre todas las cosas
El nuevo producto de Apple ha suscitado en cuatro días reacciones de devoción y críticas
El mundo quería una tableta. Y Steve Jobs creó una. Pero no una tableta cualquiera. El consejero delegado de Apple creó el iPad, un nuevo tipo de producto en sí mismo. Con sus virtudes. Con sus defectos. Llamado a revolucionar el mundo de la tecnología. Ese dispositivo de 10 pulgadas (25 centímetros) tiene ahora ante sí una tarea de titanes: impulsar el mercado de los libros digitales, hacer de la prensa online un negocio rentable y atraer a las generaciones adultas a las nuevas tecnologías. Se le atribuyen todo tipo de bondades. Se esperan de él milagros. Ha suscitado, en cuatro días, reacciones de devoción y decepciones amargas. Del iPad se espera una revolución.
Durante meses se había hablado incansablemente del advenimiento de la tableta, la nueva creación de Apple que iba a ser capaz de revolucionar el mercado tanto como el iPod revolucionó los reproductores de música o el iPhone la telefonía. Pero la promesa de un dispositivo de esa naturaleza viene de mucho, mucho tiempo atrás.
El dispositivo, de 10 pulgadas, aspira a impulsar el mercado editorial La revista
'The Economist' llama al artilugio "la tableta de la esperanza"
Wired: "Es un Iphone gigante que no sirve para llamar por teléfono"
Para 'The New York Times', "une lo mejor de la prensa escrita y lo digital"
Hace una década ya se hablaba de una posible tableta de Apple. Antes incluso del nacimiento del iPod, que vio la luz el 23 de octubre de 2001. El diario USA Today publicaba el 25 de julio de 2000: "Apple tendrá que idear un nuevo truco el año que viene para suscitar el interés del consumidor". Y añadía: "La especulación se ha centrado en [...] una tableta del tamaño de un Macintosh".
Hoy, 10 años después, existe, por fin, el iPad. En los pasados meses, diarios y revistas publicaron vaticinios sobre la nueva tableta, llamándola iSlate, iTablet o iSlab. Los blogueros crearon imágenes falsas más o menos parecidas al proyecto real. "Crece el rumor de que Apple pronto desvelará un producto estilo tableta para consumir música, películas, libros y otro contenido media", decía Associated Press en enero.
Rumores. Ilusiones. Filtraciones. Todo llevó al gran momento del miércoles, en que Steve Jobs presentó un ordenador con una pantalla de 10 pulgadas, sin teclado físico ni puertos USB o HDMI, con conectividad exclusivamente inalámbrica, incapaz de ejecutar más de un programa a la vez, no compatible con los gráficos flash, dotado de un disco duro de entre 16 y 64 gigas y un precio de entre 300 a 600 euros.
La mañana de su presentación eclipsó todas las noticias. El consejero delegado de Apple fue el hombre del día: "¿Tenemos lo que se necesita para crear una nueva categoría de productos? El listón está muy alto. Tiene que ser excelente en sus funciones. Creo que tenemos el producto". En sus manos, el artilugio llamado a revolucionar la prensa y los libros. "La tableta de la esperanza", según The Economist.
La cuestión es si Apple ha presentado algo nuevo. Las tabletas existen casi desde que existen los ordenadores. En la película 2001: Odisea del espacio aparecía un prototipo similar al que mostró Jobs. Y precisamente en 2001 Bill Gates presentó otro prototipo de tableta para el que se creó un sistema operativo específico, pensado para convertir la escritura manual en texto digital. Actualmente, fabricantes como Asus, Toshiba o Lenovo fabrican tabletas.
Y aún así la de Apple ha generado todo tipo de reacciones. En su presentación, Jobs logró que le acompañaran representantes de uno de los diarios más prestigiosos del mundo, The New York Times, y de una de las mayores empresas de juegos online, Gameloft. Ha conseguido que, una semana antes del acto del miércoles, Amazon anunciara que abría su lector Kindle a aplicaciones de terceros, para dotarlo de más dinamismo. Y cinco editoriales se han ofrecido a formar parte de la nueva tienda de libros de Apple, iBooks: Hachette, Harper Collins, Macmillan, Penguin y Simon & Schuster.
Apple mueve montañas. Ha revolucionado el sector al presentar algo que ya se había fabricado pero, a la vez, ha logrado que el iPad, con sus particularidades, cree una categoría nueva en sí misma. Esta capacidad emana, en gran parte, de un hombre al que la revista The Economist retrata esta semana como un santo, mostrando a la humanidad la tabla (el iPad) de la ley: Steve Jobs, cofundador de la empresa y ausentado de ella a mediados de los ochenta, el hombre que volvió a tomar sus riendas en 1996 para producir, en serie, el iMac, el iBook, el iPod, el MacBook y el iPhone. Todos ellos, con un denominador común: "Simplicidad, elegancia, facilidad de uso, prestigio, y sensación de integración", explica Geoffrey Long, analista y profesor de nuevas tecnologías en el Massachusetts Institute of Technology. "Se ve a Apple como una marca de lujo, aunque la elevada difusión del iPod y el iPhone la convierten en un lujo que mucha gente se da el gusto de tener. Cuando Jobs sube a un escenario y dice que algo funciona, la gente lo compra".
Jobs tiene una forma inteligente de sorprender a la competencia y a los consumidores. "En el mundo de la informática, normalmente, se anuncian los productos con meses de antelación" explica el analista Mike McGuire, de la consultora Gartner. "Durante décadas, las empresas han anunciado los productos informáticos con suficiente antelación como para que las familias organizaran sus presupuestos y pudieran permitirse comprar un nuevo dispositivo". "Apple es otra historia", clarifica. "Usa el factor sorpresa. A excepción del iPhone, ha mantenido sus últimos productos en el más estricto silencio. Y tuvo que anunciar el iPhone porque, cuando lo registró como un teléfono en la Comisión Federal de Comunicaciones de EE UU, en 2007, la documentación al respecto quedaba al alcance de cualquier ciudadano. Al no informar de sus productos antes de vender sorprende a la competencia con el paso cambiado y no deja al consumidor tiempo para reaccionar. Apple tiene claro que si alguien se plantea una compra dos veces, puede que no la llegue a completar. Por eso, en su estrategia no queda espacio para la planificación. Apela al consumismo más primario".
De ese modo, es cierto que los medios y los consumidores llevaban años pidiéndole una tableta a Apple. La expectación ha sido tan grande, el listón tan alto, que la decepción era inevitable. Daniel Indiviglio, en The Atlantic, dice que el iPad "es como si un iPhone y un Kindle tuvieran un hijo, y le hincharan a base de esteroides". En la página Gizmodo, como en otras, se le critica que no sea compatible con Flash (unos gráficos que utiliza la inmensa mayoría de páginas web) y que no disponga de cámara. En Wired, un sitio web de culto para los amantes de la tecnología, se dice que "lo que Steve Jobs enseñó es, de hecho, poco más que un iPhone gigante. Un iPhone gigante que no sirve para llamar por teléfono".
De todos modos nadie le puede reprochar nada a Jobs o a Apple, porque lo único que ambos dijeron en los pasados meses sobre el iPad fue: "Ven a ver nuestra última creación". Apple no emitió un solo comunicado, ni produjo un solo anuncio publicitario o compró página alguna de publicidad. Finalmente, invitó, con aquella frase, a medios de todo el mundo (entre ellos EL PAÍS) a acudir a California el miércoles pasado, a un evento del que no se sabía nada con certeza.
Ahora, esos mismos analistas se preguntan cuál es el público que puede hacer del producto un nuevo éxito comercial para Apple. Hay muchos que creen que será el iPod de los baby boomers, la generación nacida entre 1945 y 1965, acostumbrada a la lectura de libros y diarios en papel, a ver la televisión en pantallas grandes, que han tenido que hacer un esfuerzo para adaptarse a la ubicuidad de Internet y a la presencia de la tecnología en casi cada aspecto de su vida.
"El iPhone no es perfecto para la generación del baby boom (que ahora cumple entre 45 y 65 años)", publica Gizmodo en una entrada titulada El iPad de Apple es para ancianos. "La pantalla y el texto son demasiado pequeños para los ojos de los mayores, el teclado es demasiado pequeño para escribir con comodidad, convirtiéndolo en algo inútil incluso para las tareas administrativas más básicas". El iPad sería, por tanto, un lector y reproductor multimedia para gente que no esté cómoda con los reducidos tamaños de las nuevas tecnologías y que no piense sólo en la portabilidad.
Ese puede ser el secreto del iPad, la clave de su posible éxito y la razón por la que podría salvar el futuro de los medios tradicionales, ansiosos por encontrar una forma de mantener a sus lectores y su publicidad a través de Internet. La prensa necesitaba ese tipo de esperanza. En un año, la crisis en ese sector ha obligado a cerrar 120 periódicos y ha dejado sin empleo a 21.000 trabajadores. El número de lectores desciende a diario. Según una reciente encuesta del Pew Research Center, sólo un 25% de los estadounidenses lee el diario en papel con asiduidad. En 2006 esta cifra era del 34%. Esa encuesta habla de un "vacío generacional" entre los lectores de prensa: un 55% de los nacidos antes de 1946 lee diarios, en papel o en la red. Esa cifra se reduce a un 42% para los nacidos entre 1946 y 1964, y a un 33% para los nacidos entre 1965 y 1976.
Y, de repente, ha llegado el iPad, que "une lo mejor de la prensa escrita con lo mejor del digital", según un directivo de The New York Times, Martin Nisenholtz, que presentó la aplicación de su diario para esa tableta junto a Steve Jobs. Su compañera en el mismo medio, Jennifer Brook, aseguró en ese mismo acto haber capturado "la esencia de leer un periódico". Decía esto mientras pasaba hojas en la pantalla del iPad. Como si fueran de papel. Porque el formato de 10 pulgadas del iPad lo permite. "Y permite diseñar el diario a la medida de cada uno, cambiando columnas, reformateándolo", añadió.
Para el Times, un iPad puede ser, de hecho, un sueño hecho realidad. Al fin y al cabo su aplicación para el iPhone se ha descargado ya tres millones de veces. A eso hay que añadir las monumentales cifras con las que se presenta Apple a sus posibles socios: 125 millones de cuentas de iTunes, con la información de 125 millones de tarjetas de crédito almacenadas en sus servidores, listas para ser cargadas con un solo clic por noticias sueltas o suscripciones mensuales. Teniendo en cuenta estos factores, es lógico que el Times anunciara el 21 de este mes que cobrará por sus contenidos online, algo que podría entrar en una amplia estrategia para reinventarse aprovechando la comercialización del iPad.
"Esta puede ser una señal para que los editores de periódicos, revistas y libros inicien la creación de una nueva generación de contendido multimedia, diseñado para ese tipo de tabletas", explica Ben Bajarin, estratega jefe de la consultora Creative Strategies. "Por primera vez, el sector puede tener ante sí la posibilidad de un modelo de negocio online rentable, que no sea totalmente gratuito. El modelo actual es imposible de mantener. Los medios ofrecen de forma gratuita en la Red contenidos que antes vendían. En principio se pensó que un modelo basado exclusivamente en la publicidad sustentaría el negocio. Pero no ha sido así. Ahora tienen la oportunidad de ofrecer un nuevo formato informativo online, a través del iPad y otros dispositivos, por el que cobrar y aumentar beneficios o salir de pérdidas".
Hay una diferencia sustancial entre el iPad y sus dos ilustres predecesores, el iPhone y el iPod. Nadie dio a éstos por ganadores antes de que nacieran. Muy pocos supieron ver la revolución que representaban. Y hoy, Apple ha vendido más de 42 millones de teléfonos y 240 millones de reproductores de música. Al iPad, en cambio, todos quieren verlo como ganador. Y sus riesgos de ser un fracaso son mayores. El anonimato suele ser el mejor aliado de los triunfadores.
Un profeta en vaqueros
Si Apple fuera una religión, Steve Jobs sería el mesías. Jesucristo vestía una túnica y el creador del iPad viste, siempre, jersey negro de cuello alto y vaqueros. Cuando dice algo, como "el iPad es mágico", sus fieles seguidores asienten. Tiene el magnetismo de un líder nato y la apariencia de un gurú. Es un budista en la lista de personas más poderosas del planeta de Forbes. Y es el responsable principal, casi único, del gran éxito de Apple.
Jobs fundó Apple en 1976. El primer modelo de Mac llegó en el año 1984. Un anuncio de televisión emitido en la Super Bowl de aquel año mostraba a una mujer lanzando un martillo gigante contra una dictatorial pantalla que hipnotizaba a unos grises ciudadanos. "El 24 de enero Apple Computer presentará Macintosh, y verás por qué 1984 no será como (la novela) 1984", decía.
Le costó un poco más, pero en 26 años Jobs ha revolucionado el mercado de la tecnología. De hecho, abandonó Apple en 1985, por desavenencias con otros directivos. Aquel podría haber sido su paso por el desierto, si no hubiera comprado en 1986 una pequeña empresa, The Graphics Group, que hoy se llama Pixar. En 2006 la vendió a Disney a cambio de un paquete de acciones. Hoy en día Jobs es dueño, aproximadamente, de un 7% de Disney.
En 1996 regresó a Apple, en una época en que la empresa registraba fracaso tras fracaso. Con el iMac y el iPod, la convirtió en una mina de oro. Recientemente, el profeta ha vivido su propia pasión. El año pasado se ausentó de su empresa durante cinco meses para someterse a un trasplante de hígado. Medios como la agencia Bloomberg han llegado a publicar su necrología, por puro error, revelando que ya la tenían lista en caso de muerte inminente. "Las noticias sobre mi muerte han sido, realmente, muy exageradas", bromeó en un discurso en 2008.
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