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Ahorcados por sus amos

Ocurre, sobre todo, en enero y febrero, cuando concluye la temporada de caza y ya se sabe cuál es el perro que no vale. No es fácil sorprender a quien lo hace. Una persona pasea en la oscuridad con su perro entre pinares poco transitados, se agacha hacia él, lo acaricia y, cuando se cerciora de que no hay extraños a la vista, lo ahorca. Apenas se oyen débiles gemidos. A veces entierran el cuerpo y a veces lo dejan a merced del viento durante meses, hasta que la lluvia y el sol pudren la cuerda y el cadáver cae al suelo. La acción está tipificada como falta, y no delito. No hay cárcel. Sólo multas, que se suelen esquivar declarando la insolvencia.

Desde hace dos años, un profesor de ciencias en un colegio de enseñanza secundaria de Medina del Campo, Fermín Martín, viene denunciando estos hechos.

Martín, presidente de la sociedad protectora de animales Scooby, conoce varias formas de colgarlos: "Algunos galgueros se apiadan un poco del animal, lo sostienen como a un bebé y de repente le quitan los brazos para que caiga de golpe con todo su peso. Así se les parten las vértebras y el sufrimiento es menor. A esos perros, con los meses de estar colgados, el cuerpo se les desprende de la cabeza y caen al suelo. Pero hay otros que dejan al animal con las patas traseras apoyadas en la tierra. Y así se pueden llevar los pobres hasta dos horas y media agonizando. Otros, los más crueles, lo dejan atado al árbol hasta que muere de hambre y de sed".

En un pinar de Arévalo (Ávila, 7.000 habitantes), la pasada semana, este periódico observó perros colgados en todas las modalidades reseñadas. Algunos llevaban así desde abril.

El Irish Racing Board, organismo irlandés encargado de regular las exportaciones de perros de carrera, prohibió en 1991 la exportación a España para evitar que sus galgos terminaran sus días balanceándose bajo un árbol. Sin embargo, el semanario The Observer denunció el 19 de diciembre que un miembro del Irish Racing Board está involucrado en el negocio de las exportaciones de galgos a España.

"Los británicos", señala Martín, "andan preocupados porque ha surgido un fenómeno sin precedentes: se están importando galgos ingleses para el campo. Hasta ahora, sólo eran para el canódromo".

Martín inició una campaña contra el ahorcamiento de perros hace dos años. En 1996, su sociedad sólo había recogido 10 galgos abandonados. Desde que informó de que él se hacía cargo de todos los perros y que no hacía falta gastarse las 5.000 pesetas que cuesta una inyección para matarlos, ni tan siquiera la miseria que puede costar un cartucho, comenzaron a llegarle galgos. En 1997 recogió 300; el año pasado, 600.

Martín entrega esos galgos a sociedades protectoras europeas que se encargan de recogerlos. Pero en Medina del Campo corre el rumor de que se lucra con su venta. "Me acusan de que negocio con ellos. Ya me gustaría poder entregar estos perros en España", dice. "Pero nadie los quiere. A pesar de que son preciosos, están considerados de pobres. En el resto de Europa, en cambio, son muy apreciados. Yo no me llevo un duro. Me critican no porque denuncie los ahorcamientos, sino porque dicen que doy una imagen muy mala de Medina, cuando también ocurre en Extremadura, Andalucía, el sur de Madrid y Castilla y León"

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