_
_
_
_
Entrevista:Luis García Montero | EL LIBRO DE LA SEMANA

"La memoria no es una cárcel de la nostalgia"

El poeta granadino elabora en Vista cansada una autobiografía lírica e invita al optimismo

Juan Cruz

Parece mentira que este hombre que aún tiene la mirada de un adolescente, y su fogosidad irónica, tenga ya medio siglo. Lo tiene y lo muestra, ha escrito un libro de poemas, Vista cansada (Visor), para contarlo, e inaugura con él (y con Mundar, del premio Cervantes Juan Gelman) una colección, Palabra de Honor, con la cual la editorial de Jesús García Sánchez celebra su 40º aniversario. Tiempos raros para Luis García Montero -que celebrará su 50º cumpleaños en diciembre-, y para muchos de sus amigos, porque acaba de morir Ángel González, a quien tanto querían, y tiempos de abismo, los que vienen cuando ya, y esto lo decía otro de sus admirados, Jaime Gil de Biedma, la edad confirma que la vida iba en serio. El libro es como una autobiografía. Sentados en el comedor de su casa, mientras su mujer, Almudena Grandes, anda entre novelas, el poeta explica su poesía, y por tanto su estado de ánimo.

"Los cincuenta años es una edad en la que ya no sólo se puede hablar del paso del tiempo sino del paso de la historia"
"Un poeta tiene que mantener una conciencia vigilante para impedir la degradación de la democracia"
Más información
El poeta contumaz

PREGUNTA. ¿Está la vista cansada?

RESPUESTA. Bueno, eso es lo que me dijo el oftalmólogo, que me dio el título. Ya tengo la vista cansada.

P. Y cincuenta años.

R. Cumplo cincuenta años y me lo he tomado en serio. Es una edad en la que ya no sólo se puede hablar del paso del tiempo sino del paso de la historia. Los poetas siempre corremos el peligro de convertir los versos en desahogo personal, sin dejar hueco al lector. Me pareció que hacer una memoria lírica era un reto porque me permitía trasladar mi experiencia biográfica pero con un trasfondo de la historia de España de este tiempo, que ha sido vertiginoso. Quise hacer lo mismo en esta memoria que lo que se hace en un poema de amor: no sólo decir lo mucho que te quiero y lo guapa que eres sino intentar que el sentimiento trascienda y se convierta en una invitación estética.

P. El último poema es muy desolador. ¿Cuando uno llega a los 50 se asoma a un abismo?

R. Hay un abismo y sobre todo se percibe la honradez de perder la ingenuidad. Hay utopías y optimismos que realmente suponen una falta de honradez y te llevan a no aceptar las contradicciones de la realidad. En ese poema hay un reconocimiento de la realidad y una invocación a la dignidad para que el optimismo sea posible, pero sin ingenuidades. Vista cansada es una invitación sigilosa al optimismo. La memoria no puede convertirse en una cárcel de la nostalgia. Hay esa voluntad en el libro.

P. A lo largo del libro hay una continuidad en el tono. ¿El estado de ánimo siempre fue el mismo?

R. Procuré que hubiera una voluntad unitaria. Hay un mismo tono de voz porque hay un mismo personaje que recuerda el pasado. Me interesó tener el tono de un niño para hablar de la infancia y recuperar el entusiasmo de un joven para hablar de esa otra etapa de la vida. En el apartado de la madurez es donde se apodera la distancia, la pérdida de la ingenuidad, una melancolía que se esfuerza por ser optimista.

P. En la infancia es donde más le gustaría vivir.

R. La verdad es que son poemas difíciles de hacer. Escribir sobre una madre o un padre es muy complicado. Más complicado que sobre un amante, porque uno siempre tiene el peligro de convertirse en patético o de mostrar una ternura excesiva, pero a mí ahora, con la edad, me ha interesado pensar en mis padres. Mi padre es militar y mi madre es la mujer típica de la época franquista que deja los estudios. Durante la juventud uno piensa tan sólo en su propia rebeldía, pero ahora uno se pone en la piel de la madre o del padre, y eso me permitió descubrir todo el amor que había debajo de sus propios miedos. La poesía es el matiz. De pronto reflexionar sobre un padre o una madre llena todo de matices. Me he podido poner muy bien en su piel y en su sacrificio. Esto me conmueve y he tenido que usar mis defensas para no caer en un excesivo ternurismo.

P. Decía Ernesto Guevara que había que endurecerse pero sin perder la ternura.

R. Cuando uno pierde los pies en la tierra o traiciona a su corazón ya lo único que cabe es el dogmatismo y el puritanismo.

P. ¿Tanto le afecta cumplir 50?

R. Terminé de escribir mi último libro en 2002, cuando tenía cuarenta y tantos, y, como te dije, fui al oculista; me di cuenta de que iba camino del medio siglo, y pensé que era un buen momento para hacer un ejercicio de memoria, podía comparar el pasado con el presente.

P. A los cincuenta se cansa la vista. ¿Qué más se le cansó?

R. Se cansa la vista, pero sabes que muchas veces no es el ojo el que está cansado sino el paisaje que ve. Y lo que he podido comprobar es que hay cosas que están cansadas. Por mi formación soy alguien que cree en la modernidad en el sentido de la razón democrática. Mi punto de referencia es la Ilustración... Hemos perdido la pasión a la hora de defender con orgullo sus valores. Y no defendemos valores democráticos que son fundamentales. El ojo cansado que mira ve también una modernidad que está un poco cansada de sí misma.

P. A lo mejor usted ve cansadas cosas que otros están viendo con entusiasmo.

R. Es muy posible. Envejecer significa tener cuidado y no convertirse en un viejo cascarrabias que piensa que el mundo acaba con su propia experiencia

... A nivel general sí noto que hay un agotamiento de ciertas ilusiones y de ciertos sueños que se plasman en la falta de coraje a la hora de defender los valores. Lo noto en Madrid sobre todo. Ésta era una ciudad muy activa, y creo que ahora la están estafando. Han conseguido que esté paralizada en la perpetua ofensa. Lo que está desmantelando la vida cultural, social y colectiva de Madrid es la política neoliberal.

P. Hay poemas donde usted recoge aquellos momentos de explosión democrática...

R. Ahora hay la impresión de que la democracia puede degradarse cuando hay medios de comunicación que institucionalizan la mentira. La propia democracia tiene dentro sus enemigos. Un poeta tiene que mantener una conciencia vigilante para impedir la degradación de la democracia.

P. ¿Es lo que tiene que hacer un poeta?

R. Sí, eso creo. Creo que la poesía es la reivindicación de la conciencia individual. Me gusta mucho la metáfora de Luis Cernuda en el poema del farero

... El farero reclama su soledad, su independencia; trabaja para que los barcos no se estrellen... A mí me interesa ese tipo de poesía, la que considera el texto como espacio público donde dos conciencias, la del autor y la del lector, pueden dialogar.

P. Para usted, ¿qué sería una poesía ajena?

R. Es la que cifra su calidad en su dificultad, o en el desprecio al lector. Los poetas tenemos mucha culpa de la pérdida de lectores. Porque cuando los poetas dejan de hablar de cosas que le interesan a la gente luego no pueden pretender que los lectores se interesen por la poesía. Se pueden decir cosas oscuras, pero también puede haber mucha calidad en un poeta claro. Como soy profesor de literatura se puede disfrutar de todo tipo de poesía. Un poeta sectario casi siempre suele ser el poeta que confunde la calidad con la oscuridad.

P. ¿Escribe pensando en el lector?

R. Creo que el lector es una metáfora de nuestra conciencia crítica. Cualquier escritor tiene un lector ideal que está encima de su mesa, y uno intenta ordenar sus ideas para establecer un diálogo con ese lector ideal.

Luis García Montero, autor de 'Vista cansada', segundo título de la colección Palabra de Honor, en su casa de Madrid.
Luis García Montero, autor de 'Vista cansada', segundo título de la colección Palabra de Honor, en su casa de Madrid.LUIS SEVILLANO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_