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Columna
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Larsson y el retorno de las amazonas

Diego López Garrido

¿Por qué Stieg Larsson ha conseguido hacer la novela de la década? ¿Por qué ha logrado que nos quedemos sin dormir y no podamos dejar de leer su último libro hasta terminar exhaustos? ¿Por qué Millennium ha traspasado los límites de la literatura y es ya un fenómeno social?

Seguramente por un conjunto de razones. Pero sobre todo por una: ha situado en el centro de su propuesta a la mujer amazona. Y lo ha hecho justo en el complejo momentum que vivimos en Europa.

La mujer se ha apoderado de este nuestro particular momentum, hecho de crisis y de confusión, como se ha apoderado de la asombrosa obra de Larsson. Las amazonas de Millennium aparecen en la novela tan sólidamente como ya lo están en el corazón de los dos grandes papeles que desarrolla la mujer de hoy: líder emergente de nuestras sociedades y, a la vez, víctima cotidiana del delito más repugnante que cabe en las cabezas y en las almas.

Los personajes fuertes, imparables y fascinantemente tiernos de la novela son mujeres. No sólo la perturbadora Lisbeth Salander. También las policías (pública y privada) Figuerola y Modig. Y la editora Erika Benger, a la que reserva un diálogo demoledor con un miserable. Y la inteligente abogada Giannini, que destroza literalmente al villano psiquiatra.

Cada vez que esas mujeres irrumpen, se hace el vacío y sólo tenemos ojos para ellas. Cómo son, cómo avasallan, cómo nos desbordan.

Y frente a ellas, los hombres que odian a las mujeres. Los que perpetran el cotidiano pecado que más degrada a la Humanidad. El crimen más intolerable y más tolerado a la vez. La violencia física, psíquica y política contra la mujer, masivamente extendida desde siempre.

No se puede hacer una denuncia más abrasadora que la que hace Larsson. Su técnica, sencillamente, arrasa. Millennium es la fusión de la novela negra clásica con el ritmo del arte del siglo XX: el cine, y con el lenguaje del siglo XXI: Internet. El autor administra el misterio de forma mágica y nos tiene prisioneros, inermes, ante lo que nos quiere decir. Lo que Larsson nos dice es que las amazonas han vuelto, para quedarse. Que se han puesto a marcar el rumbo de los acontecimientos y que eso es irreversible, porque tales mujeres tienen menos de cuarenta años.

También nos dice que los que no aman a las mujeres, las matan, las violan, las maltratan o las desprecian, no son solamente asesinos, violadores o maltratadores. Son los más necios. Los que no han entendido nada de la vida. Y por eso no merecen compasión, ni comprensión, ni perdón. Y hay que derrotarlos y destruirlos de forma implacable.

Seguramente el objetivo de la novela -si es que puede hablarse así- es imposible de obtener sin apelar a una sociópata como Salander. Sus decisiones irrefrenables, secas, subversivas, sirven para iluminar el horror contra el que se rebela. El núcleo duro de la novela es, por eso, su capacidad de atravesar nuestras entrañas y atraparnos, no con la conducta ácida de Lisbeth Salander, sino con la trágica pulsión y decisión machista, escondida, casi invulnerable, del lado oscuro.

El trepidante relato de Larsson acabó quizá con su propia existencia. Paradójicamente. Porque esta novela es tan explosiva y vitalista que ha dejado de ser sueca para adquirir la nacionalidad europea. Espero que sirva para conmover y también para corroer los sucios cimientos de la perversión. -

Diego López Garrido (Madrid, 1947) es secretario de Estado para la Unión Europea.

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