"Estamos en la tercera guerra mundial"
Es muy fuerte lo que dice: estamos en la tercera guerra mundial. Pero hay que atender al modo de decirlo. Vicente Verdú (Elche, 1942) es un poeta; es el autor de un libro memorable, Si usted no hace regalos le asesinarán; como periodista (oficio que ejerce en EL PAÍS desde 1981), forma parte de una generación que combatió con la cultura el espacio gris del franquismo; como ensayista ha visitado Estados Unidos y China con igual solvencia, y como narrador es autor, entre otros, de un libro, No ficción, que convirtió en su manifiesto contra la ficción, o contra el imperialismo de la ficción. Ahora se ha adentrado en los agujeros negros del capitalismo y ha salido de ahí con un título que abre las carnes, El capitalismo funeral. La crisis o la Tercera Guerra Mundial, que Anagrama publica en el momento más oscuro de la crisis mundial.
"La ética del dolor fue sustituida por una sociedad de consumo que invirtió la ecuación. Es el establecimiento de la ecuación del placer"
PREGUNTA. El capitalismo funeral.
¿Cómo llega usted a este título? ¿No le parece que la palabra funeral disuade?
RESPUESTA. Viene como contraste a una época muy de auge, de orgía, y en este batacazo súbito en que el mundo ha venido a caer esta palabra negativa confiere el contraste del lleno y el vacío, del alto y el bajo, de la levitación y el enterramiento
... Me enamoré de ese título porque funeral, que empleamos siempre como sustantivo, es un adjetivo de origen, y me pareció que ese juego léxico entre dos aparentes sustantivos, capitalismo y funeral, era rotundo y expresaba también el fin de una época. Ése es el fondo del libro, que ésta no es una crisis cíclica más, sino que a mi modo de ver es una crisis social, cultural, moral y, por lo tanto, el principio de un mundo y el final de otro.
P. Y una falla en la historia de la cultura, dice usted.
R. Creo que la crisis no es exclusivamente financiera y económica; hay implicados muchos más elementos. El especulador no puede especular si no hay gente con quien especular; el estafador no estafa si no hay un cándido; la gente no se aventura en las hipotecas si la época no lo promueve. Todo esto tiene que ver. Y tiene que ver, por si faltaba poco, con la pérdida de calidad de las cosas. Cuando se habla de los bonos basura o de las hipotecas subprime, eso es concordante con el trabajo basura, con la tele basura, con la comida basura y con la mala calidad de las personas, porque ésa es una cuestión que a mí me ha parecido interesante para explicar. No estoy moralizando, estoy hablando de la ruptura de los materiales...
P. ¿Somos peores?
R. ...Los materiales eran malos. La amistad estaba deteriorada o era floja... La calidad de las personas también bajó en correlación con la baja calidad de los tejidos en los vestidos, con la baja calidad de las comidas, del trabajo, de los muebles...
P. Le repito: ¿somos peores?
R. Los conceptos morales son peores respecto a los valores absolutos. Somos menos consistentes. Una economía especulativa como la que venía necesitaba perder consistencia y ganar elasticidad, facilidad de circulación, ligereza, poco afianzamiento. En Estados Unidos hay una cosa que se valora en los empleos: el lastre cero. Se llama a una persona de lastre cero a aquella que no tiene raíces, que tiene pareja pero no está enamorada, que no tiene hijos o los tiene distanciados, que tiene una formación pero no es una formación muy vocacional
... Es un mundo ligero y volátil, propenso a desvanecerse.
P. Ahora no miramos a la economía. ¿Adónde miramos ahora?
R. En una época pasada vivimos basados en el dolor como eje de la cultura. Se alcanzaba la recompensa después del sacrificio. Primero se ahorraba y después se compraba. Esa ética del dolor, basada en el cristianismo acérrimo, fue sustituida por una sociedad de consumo que invirtió la ecuación. Es la inversión de la ecuación del dolor y el establecimiento de la ecuación del placer. Ahora Zapatero, por ejemplo, nos induce a que consumamos, cuando hace dos o tres meses eso parecía moralmente condenable.
P. Se acabó la fiesta.
R. Como el placer no era malo o condenable sino productivo a través del consumo, que no era pecado mortal, sino que estaba formando parte del espíritu del tiempo, todo había que disfrutarlo en esta vida. Y ésa era la norma que persistía en todos los ámbitos. Esa época también coincidía con un aturdimiento, faltaba un proyecto de vida. La idea del proyecto de vida es más propia de una época anterior. Casarse, tener hijos, afianzarse en un trabajo de por vida, la extremaunción y el cielo. Todo ese proceso predeterminado se descompone en la segunda mitad del siglo XX: no hay una sino varias parejas, no uno sino distintos trabajos en diferentes lugares, no una familia única sino un ensamblaje de familias mecano, etcétera. El fin de fiesta es el apagón de las luces y el momento en que llega la meditación.
P. Dice que el capitalismo finge su funeral, y evoca con melancolía el siglo XX.
R. Fue un siglo poderosísimo. Se ensayaron en él todas las utopías del siglo XIX, y se asistió a su fracaso. El nacionalismo dio con los campos de exterminio. El comunismo dio en los gulagui. Todas esas grandes ideas colectivas orientadas a crear un hombre nuevo, una humanidad cooperadora, terminaron mal. Fue un siglo muy intenso, y quizá por eso el XXI ha empezado con ciertas resistencias.
P. ¿Estamos en la tercera guerra?
R. Estamos en una gran crisis que propaga una adversidad a escala mundial. Yo he comparado este trance con una metafórica tercera guerra mundial porque el capitalismo necesitó y se benefició de las grandes destrucciones materiales de las dos guerras mundiales anteriores. No sólo Estados Unidos, que se benefició de la destrucción de Europa, la industria alemana también renovó, a través del Plan Marshall, su actividad industrial a una velocidad impensable sin la contienda. Y a partir de ahí puede hablarse del saneamiento de todo el sistema mundial y su progreso. La gran crisis actual ha sobrevenido justamente medio siglo después de la Segunda Guerra Mundial, y ésta estalló casi medio siglo después que la primera.
P. Cita un verso de Hölderlin: "Donde hay peligro también surge la salvación".
R. Esta sentencia forma parte del pensamiento que señala el mal dentro del bien o viceversa, que ve siempre dentro del sí un pequeño no y al contrario.
P. ¿Y ahora dónde ve usted el no?
R. En el descrédito de las instituciones bancarias y de todos los intermediarios, políticos incluidos, como factores de explotación. En cuanto a la política, ya no cabe la posibilidad de pensar en un sistema democrático que sobreviva si no es a la manera como lo ha entendido Obama, movilizando a millones de personas a través de Internet. El mundo camina hacia la desaparición del intermediario improductivo y hacia una estructura más horizontal, una suerte de "anarquía armónica", como dice Salvador Pániker.
El capitalismo funeral. La crisis o la Tercera Guerra Mundial. Vicente Verdú. Anagrama. Barcelona, 2009. 200 páginas. 15 euros.
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