El duende en femenino singular
Mayte Martín y Argentina, presente y futuro del cante, hablan del poder de la mujer en el flamenco, de la crisis musical y de la virtud de escuchar - Ambas actúan en Madrid
Hay un mantra que saluda al abrir la web de Mayte Martín (Barcelona, 1965): "El flamenco es mi origen, no mi yugo". Y añade: "Lo digo yo".
Después de 36 años -no es un error: dio su primer concierto cuando era una cría de 10- en los que ha tanteado rutas exóticas (ha cantado con la Sinfónica de Berlín, las hermanas Labèque, Dulce Pontes o Tete Montoliu) por la poderosa razón de que le apetecía, es evidente que Mayte Martín no tiene yugos. ¿Los tendrá Argentina (Huelva, 1984), la penúltima tierra prometida del cante?
Pregunta. ¿Hay yugos iniciáticos?
Argentina. Todo el que empieza está un poco atado de manos, pendiente de aprender, pero tengo la libertad de hacer lo que quiera.
Mayte Martín. Yo he vivido mi carrera como si fuera mi hobby y llegó un momento en el que vi que me ganaba la vida con eso. La libertad viene de ahí, de que no te lo tomas como algo para ganar dinero. Yo me siento feliz de poder ganarme la vida con lo que me gusta hacer.
Mayte Martín: "A veces la suma de dos creatividades no suma"
A. Somos privilegiadas en ese sentido porque hoy en día la gente ve el trabajo como una obligación.
P. Las dos vienen de familias sin tradición artística. ¿Enriquece tener un camino difícil?
M. M. Tener dificultades te reafirma en lo que quieres y lo que no quieres. Los obstáculos ayudan a medir tu voluntad y tu firmeza.
A. A mí me hubiese encantado tener una familia de artistas. Tengo un poquillo de envidia sana por quienes han conocido artistas en su casa.
P. ¿Les ha ocurrido algo negativo por ser mujeres?
M. M. No soy consciente. Tampoco sé cómo habrían sido las cosas de fáciles si hubiera sido hombre. Me imagino que habrían sido más fáciles porque el mundo es machista en general. Pero al final las cosas se ubican en el lugar que le corresponde, pese a quien pese.
A. No he visto nunca nada negativo hacia las cantaoras. Este es el siglo de las mujeres, aunque todavía existan hombres y mujeres con detalles machistas. Creo que ahora mismo las mujeres somos más poderosas en flamenco.
P. ¿Reciben menos caché que los cantaores?
M. M. No tengo ni la menor idea. Y aunque yo no lo sufra porque soy cantaora, eso no significa que no me indigne que haya mujeres que cobren menos haciendo el mismo trabajo que hombres.
P. A las mujeres se las ha visto más como transmisoras que como creadoras de cantes. ¿Están en el lugar que merecen?
A. Yo conozco a cantaores que hablan de la Niña de los Peines como la mejor.
M. M. Claro que no sabemos si ella sufrió y las pasó canutas para hacer lo que hizo...
P. En el flamenco hay rasgos que parecen un extra: ser gitano por ejemplo.
M. M. Como si fuera algo genético, simplemente ayuda si te crías en un ambiente que lo propicia. ¿Qué bulerías cantaría un gitano criado en Alaska?
P. La otra vía es la vuestra, la del estudio.
M. M. El estudio es fundamental, no es lo único claro, el talento no tiene nada que ver con el conocimiento. La conjunción de ambos es importante. El talento es la materia prima.
P. Argentina, ¿le molesta que la comparen con Arcángel?
A. No es molestia, es que no quiero parecerme a él ni a nadie. Veo compañeros con la intención de parecerse a otros, a mí eso me da coraje porque así no se va a ningún lado.
P. Son malos tiempos para la música. ¿Más para el flamenco?
M. M. Está jodido porque cada día más el artista que se llama a sí mismo así está preocupado de lo que tiene que hacer para vender discos, hacer conciertos y ser conocido en el mínimo tiempo posible. Si se asienta sobre eso deja de ser arte. Un artista de verdad no puede estar pensando en lo que tiene que hacer, solo puede pensar en lo que quiere. Hay que escucharse las tripas, para hacer arte hay que escucharse las tripas.
P. ¿Es una batalla perdida la del pirateo?
M. M. Esta crisis del pirateo era necesaria. Había que romper una inercia absurda que era muy perjudicial. Las discográficas han gastado mucho dinero en crear productos que no tenían peso sin una campaña millonaria detrás y han dejado de poner en los artistas que íbamos a vender a gotitas toda la vida. Si siembras en una tierra estéril, luego no recoges.
A. Y sin saber de música... Mi suegra dice de ellos que son otro pimiento sembrado en una huerta. Hay que tener respeto al flamenco y al público. A mí cada día me da más miedo salir a cantar porque siento una presión cada vez mayor, aunque solo dure hasta el primer cante.
La cantaora se ríe al recordar su actuación en Barcelona a comienzos de año, con Mayte Martín sentada en segunda fila. Le pidió que se fuera, atragantada por su presencia. Mayte Martín no se fue, se quedó a escuchar a aquella cantaora que descubrió un día en la radio. "Me gustó su voz, su manera de frasear, la vi de verdad, una cantaora seria". Ambas participan en el ciclo de conciertos de los Veranos de la Villa, del Ayuntamiento de Madrid (la catalana, hoy; la andaluza, el domingo, a las 22.00).
M. M. Tenemos más espacio pero lo utilizamos peor. Antes había más pundonor y honradez.
A. Y hoy no hay vergüenza... ni respeto. He visto alguna cantaora que no sabía ni tocar las palmas. ¡Con lo difícil que es cantar flamenco!
P. Al menos hay más reconocimiento internacional.
M. M. El flamenco ha sido reconocido fuera de España 50.000 veces más que aquí y desde hace muchos años. La primera recopilación que tuve de la Niña de los Peines me la grabó un suizo. Cuando se habla de nuevo flamenco, se habla de cosas que Diego Carrasco ya hizo hace 40 años.
P. ¿Harían un dúo?
A. A mí me encantaría.
M. M. Si alguna vez nos sale de las tripas seguro que lo hacemos. Me divertiría mucho, pero seguro que me lo paso mejor escuchándola. Muchas veces, la suma de dos creatividades no suma; no siempre uno y uno son dos.
A. Cuando me preguntan en fiestas si prefiero cantar o escuchar, siempre digo que prefiero escuchar.
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