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Crítica:FLAMENCO | danza
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Rara compañera de viaje

El texto de Federico García Lorca que inspira el espectáculo no se presta diáfano a este tipo de manipulación expositiva; es cuanto menos, críptico y su arrasadora intensidad puede con el intento de escenificación, que es equivocado, parte de una dramaturgia errática.

Pilar Távora, responsable última, es una extraña compañera de viaje para Amargo. No le sienta nada bien su sombra y su influencia. La vaguedad tópica de los planteamientos es tan poco creíble como ella misma en escena: no baila, no actúa, no declama. Tiene una dicción deficiente y una entonación penosa; tasajea el poema lorquiano con amaneramientos irresponsables, machaca insultantemente la archiconocida conferencia del poeta sobre el cante jondo sometiendo al espectador a una lectura irracional e interminable. Su audiovisual, levemente didáctico y muy cursi, complica más las cosas.

La difícil sencillez

Coreografía: Rafael Amargo

Dirección de escena, dramaturgia y audiovisual: Pilar Távora. Música: Juan Parrilla y José Luis Montón. Vestuario: Francis Montesinos. Luces: Nicolás Fischtel.

Teatros del Canal, Madrid.

20 de agosto.

Amargo, en su intento de "viaje a la semilla", ha equivocado el mensajero y la senda. La carga de barroquismo recurrente y manido se aleja de su estética conocida, hasta su baile personal está tocado por una grandilocuencia, una exagerada gesticulación corralera que no le da mérito y le desdibuja, pues su fuerte no es la técnica sino la estampa.

Confusa

Távora ha impuesto esa cruz gigante que ella lleva por provincias y que aquí no significa nada, como la banda de cornetas (recordar Cachorro, obra de su padre). Amargo la ha dejado hacer y es como si se le hubiera ido de las manos la obra, que debe atar de nuevo, llevarla a su estilo y su terreno, lo que ya consiguió exitosamente en Poeta en Nueva York.

La superposición de simbología abruma y lo que se pensó prismático resulta confuso. El universo de este bailarín-bailaor está cerca de la estética urbana, de un cierto eclecticismo contemporáneo y lejos del rompe y rasga andalucista, que además de trasnochado, no es lo suyo.

La difícil sencillez debe revisarse con esa "tijera de oro" -en el decir de Balanchine- que no es otra cosa que la decisión del propio coreógrafo al optar por la síntesis de los materiales. La conferencia de García Lorca como hilo argumental es un riesgo añadido, y como metáfora inspiradora, un demasiado elevado empeño.

La solvencia de Juan Parrilla quedó demostrada una vez más en los temas y los ritmos, mientras la coreografía de grupo se mantiene en una formación reducida y algo exótica, distribuyéndose en siete mujeres y tres hombres. Inspiran ternura María La Coneja con sus palillos empíricos y Manuel Molina buscándose en el bosque de la noche con su voz rota.

Francis Montesinos se mantiene fiel a sí mismo en un vestuario que tira de sus elementos más identificativos, desde el volante hasta imposición de una gama rojo-blanco-negro, aunque hay una media chaqueta surrealista con capita que necesita de un manual de instrucciones. Y el espectáculo necesita un intermedio.

Rafael Amargo, en un ensayo de <i>La difícil sencillez</i>
Rafael Amargo, en un ensayo de La difícil sencillezEFE

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