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Reportaje:

Pekín, 8 del 8 de 2008

Ejercicios antiterroristas, campañas contra el hábito de escupir, construcción de líneas de metro y grandes estadios... China se prepara para los Juegos Olímpicos en medio de denuncias sobre violaciones de derechos humanos

China ha iniciado la cuenta atrás para ver cumplido uno de sus sueños más anhelados: la celebración de unos Juegos Olímpicos. Cuando queda justo un año para que comience la competición, los preparativos avanzan a ritmo veloz. Los organizadores tienen en marcha un amplio programa de ensayos para que, cuando a las ocho de la tarde del día ocho del mes ocho de 2008 arranque la competición, todo funcione como un reloj y se pueda hacer realidad lo que los dirigentes chinos han prometido: los mejores Juegos Olímpicos de la historia. El número de los dos círculos es el de la fortuna en el país asiático.

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Pekín está sufriendo una gran mutación, que va desde la construcción de estadios olímpicos de diseño innovador a la puesta en marcha de líneas de metro o de campañas de educación para convencer a los ciudadanos de que respeten las colas, dejen de tirar la basura en la calle o abandonen el extendido hábito de escupir.

Al mismo tiempo, se están realizando ejercicios antiterroristas y practicando el tiro de cañón contra las nubes, para, si hace falta, provocar la lluvia, y evitar que desluzca la gran fiesta olímpica con la que el Gobierno pretende "validar el poder y la influencia internacional de China", según Liu Qi, miembro del Politburó y presidente del comité organizador de Pekín 2008 (Bocog). "Los preparativos son impresionantes", asegura la portavoz del Comité Olímpico Internacional (COI), Giselle Davies.

Uno de los principales desafíos es la contaminación. "Aún tienen que mejorar unos cuantos índices para cumplir las normas y los requisitos para celebrar unos juegos verdes", señala Niu Wei, portavoz del Bocog. "Pero dentro de un año, todo estará listo". Algunos expertos han advertido de que la polución podría impedir la consecución de récords mundiales en algunas disciplinas.

En todo caso, lo que más preocupa a las autoridades chinas es cómo hacer frente con tacto a las posibles protestas de organizaciones no gubernamentales y activistas que están uniendo fuerzas para hacer oír sus voces. De cómo responda el Gobierno a cualquier imprevisto, dependerá su imagen. Sobre todo, porque nunca desde las manifestaciones de la plaza Tiananmen y la matanza, en 1989, la atención del mundo habrá estado tan centrada en China.

La presión es fuerte. En una rara iniciativa conjunta, 37 importantes disidentes, escritores, abogados y académicos chinos han dirigido una carta abierta al presidente, Hu Jintao, para que ponga fin a "la sistemática negación de los derechos humanos", libere a todos los presos de conciencia y permita el regreso de los disidentes en el extranjero, según trascendió ayer.

Las principales organizaciones de derechos humanos, como Amnistía Internacional o Human Rights Watch, han publicado en los últimos días duros informes acusando a Pekín de haber incrementado la represión sobre los disidentes y endurecido la censura en Internet y los medios de comunicación. "No sólo no se están cumpliendo las promesas hechas de que mejoraría la situación de los derechos humanos, sino que la policía está utilizando el pretexto de los Juegos Olímpicos para extender el uso de la detención sin juicio", dijo el lunes Irene Khan, secretaria general de Amnistía.

"Nos alegran las críticas constructivas, pero nos oponemos rotundamente a la politización de los Juegos Olímpicos, porque va en contra de su espíritu", afirmó el mismo día Jiang Xiaoyu, vicepresidente del Bocog. "Los preparativos de los Juegos Olímpicos no sólo han impulsado el desarrollo de la economía y la vida social, y han promovido los intercambios internacionales, sino que también han ampliado los derechos de los que goza el pueblo chino", dice Niu.

En medio, el COI intenta navegar entre dos aguas. "El Comité celebra y se une a este debate. Sin embargo, los Juegos Olímpicos -sean donde sean- sólo pueden ser un catalizador para un diálogo constructivo, y el COI debe mantenerse en su papel de organización deportiva. Creemos que los Juegos Olímpicos actuarán como un vehículo para cambios positivos en muchos aspectos, algunos pueden tardar un tiempo en producirse".

Para los líderes de este país, Pekín 2008 es mucho más que una competición entre 10.500 atletas. Es el evento con el que pretenden mostrar al mundo, a través de los ojos de los más de 20.000 periodistas, los logros alcanzados desde que Deng Xiaoping puso en marcha el proceso de apertura y reforma en 1978. Su objetivo es enseñar cómo el llamado Imperio del Centro ha entrado en la modernidad -aunque dos tercios de la población sigan viviendo en las atrasadas zonas rurales y las diferencias entre ricos y pobres no cesen de crecer-, y cómo se ha convertido en una de las principales potencias económicas y diplomáticas del mundo. De puertas adentro, los dirigentes quieren insuflar una nueva dosis de orgullo nacionalista a la población, y reforzar el monopolio del Partido Comunista Chino.

Para ello, el Gobierno de Hu Jintao no está escatimando ni dinero ni esfuerzo. Lograr "los mejores Juegos Olímpicos de la historia" significa también, obtener los mejores resultados deportivos de la historia, y, si es posible, desbancar a Estados Unidos en el medallero.

Es algo que las autoridades no declaran en público. "Nuestro objetivo es celebrar unos Juegos Olímpicos de gran nivel, no ser el número uno en medallas de oro", afirma Niu. Pero la presión sobre entrenadores y deportistas es grande. Liu Peng, presidente del Comité Olímpico Chino, ha llegado a decir, recurriendo a una metáfora militar, que "hacia afuera, hay que mostrar unas tropas humildes y un perfil bajo", pero "hacia dentro, debe tener grandes ambiciones para escalar las cumbres más altas".

Y podría ocurrir que lo lograra, según un estudio de la Asociación Olímpica británica. No sólo porque los relevos de la antorcha incluyen el ascenso al Everest, sino porque el informe augura que China ganará 11 medallas de oro más que EE UU: 48 de oro de un total de 84, incluidos plata y bronce; frente a 37 (93 en total), EE UU, y 32 (82), Rusia. En Atenas 2004, EE UU obtuvo 35 y 103; China, 32 y 63, y Rusia, 27 y 92.

Se calcula que Pekín recibirá 1,7 millones de visitantes durante la competición -que se celebrará entre el 8 y el 24 de agosto-; 550.000 de ellos extranjeros. Para responder a este tráfico, se están construyendo una nueva terminal y una tercera pista en el aeropuerto. Además, se ha ampliado la oferta turística. Pero muchos de los hoteles de lujo ya han colgado el cartel de completo. Y los precios se han disparado. Por ejemplo, la tarifa de una habitación en el Kunlun, de cinco estrellas, se ha multiplicado por 10. Ha pasado de 1.280 yuanes (123 euros) la noche a 12.000 yuanes. El sector calcula que los precios de habitaciones, alquiler de vehículos y visitas turísticas se multiplicarán por cuatro.

Para alimentar el fervor olímpico, el principal canal de televisión deportivo del país, CCTV5, sólo emitirá información sobre los Juegos Olímpicos desde el 1 de enero. Mientras tanto, las autoridades municipales van a incrementar la lucha contra los productos piratas, y vaciarán la ciudad de elementos "incivilizados" como vagabundos, vendedores ambulantes y conductores de taxis ilegales, que, según la prensa local, serán recluidos en centros de acogida o expulsados a sus provincias, en nombre de los Juegos Olímpicos.

Cuando Pekín fue elegida sede en 2001, el entonces secretario de Estado estadounidense, Colin Powell, respondió lo siguiente a la pregunta de si pensaba que la concesión de la competición a China podía contribuir a una futura apertura democrática del país, como había ocurrido en Seúl en 1988: "Esa es mi esperanza". La incógnita sigue ahí, pero cómo gestione el Gobierno la celebración de Pekín 2008 podría dar algunos indicios.

Un grupo de trabajadores junto al Estadio Nacional Olímpico, el <i>Bird's Nest</i>, que se está construyendo en Pekín.
Un grupo de trabajadores junto al Estadio Nacional Olímpico, el Bird's Nest, que se está construyendo en Pekín.REUTERS
Imagen de una congestionada avenida de Pekin bajo una nube de contaminación.
Imagen de una congestionada avenida de Pekin bajo una nube de contaminación.EFE

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