Dolorido triunfo de Tomás
Sólo un milagro permitió que el diestro José Tomás saliera el sábado por su propio pie de la plaza de la Malagueta, después de que el quinto toro le infligiera dos espeluznantes cogidas -auténticamente dramática la segunda-, de las que salió maltrecho, dolorido, magullado, ensangrentado y desvestido, aunque afortunadamente ileso.
La plaza entera, sobrecogida e impresionada, respiró cuando el torero se incorporó tras una voltereta que pareció eterna, en la que los pitones del toro buscaban con rabia el cuello y sólo pudieron robarle limpiamente el corbatín y la botonadura de la camisa.
El parte médico, largo y prolijo, explicaba con tecnicismos que el cuerpo de José Tomás había quedado hecho un ecce homo, molido desde la cabeza a los pies: politraumatismo facial, heridas en el labio, las cejas y el mentón; contusiones en la región infraclavicular, en una pierna y en el cuello, y artritis traumática con derrame en el dedo meñique de la mano izquierda. A pesar de la aparatosidad de los percances, el pronóstico fue considerado como leve por los facultativos que le atendieron.
Los aficionados, que llenaban la plaza hasta la bandera, vitorearon a Jósé Tomás como a un auténtico héroe. Ciertamente, su actuación, en el marco de la Feria de Málaga, tuvo carácter épico y dramático, devolvió el toreo a su más pura esencia e hizo vibrar a los tendidos con sus revolucionarias maneras.
Dos orejas, una en cada toro, no reflejan en modo alguno la conmoción sufrida y gozada de la mano de un torero único e irrepetible que ha vuelto tras cinco años de retiro para conmover los cimientos de la tauromaquia.
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