El paraíso pide socorro
La República de Maldivas quiere comprar otras tierras por si se hunde con el cambio climático
La cima de las islas Maldivas es un pelín más alta que Gasol: 2,3 metros de altura, quince centímetros más que el superpívot español de la NBA. Un dato que hace de ella un paraíso sin par, planicies de arena de nácar y cristalinas aguas turquesa, pero que va camino de convertirse en su más terrible condena: la meca del turismo de lujo podría ser engullida por el mar a finales de siglo si las predicciones de la ONU no descarrilan.
Ante semejante panorama, el paraíso pide socorro. Y lo hace por boca de su flamante nuevo presidente de la República, Mohamed Nasheed, el hombre que acaba de terminar con 30 años de dictadura. Aprovechando su gran momento histórico y mediático, en su primera conferencia como presidente, Nasheed hacía la semana pasada su anuncio a la prensa mundial: Maldivas va a constituir un fondo con los jugosos ingresos del turismo para comprar territorio. Buscará tierra más firme. Sri Lanka, India y Australia son los candidatos. El paraíso se ve obligado a prever una mudanza.
"Si el mundo ignora las consecuencias del cambio climático, dejaremos de ser una nación", dice un ministro
Nasheed tiene 41 años y muchas ganas de cambiar las cosas. Su lema no ha sido el Yes we can de Obama, pero en su pequeño país, de 309.575 habitantes, ha protagonizado un vuelco histórico. En las primeras elecciones multipartidistas de la historia de la República, ha conseguido derrotar a Maumoon Abdul Gayoom, el dictador que en 23 ocasiones mandó detenerle, el que le recluyó durante año y medio en atolones remotos. Es el momento más apasionante de la historia de este archipiélago formado por 1.192 islotes, la mayor parte deshabitados.
"Si el mundo ignora las consecuencias del cambio climático, no podremos seguir siendo una nación en esta isla". Lo dice, en conversación telefónica, el ministro de Vivienda, Transporte y Medio Ambiente, Mohamed Aslam, correligionario de Nasheed y experto del Maldivian Democratic Party en la cuestión climática. "Esperamos que el mundo nos ayude para que sigamos siendo una nación en esta isla, esperamos que se recorten las emisiones de gases efecto invernadero, que el calentamiento global se detenga". La llamada de socorro está basada en las predicciones de las Naciones Unidas y en las secuelas que dejó el tsunami de diciembre de 2004: 82 muertos y 12.000 desplazados ante olas que apenas se elevaban un metro. "Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que Maldivas es muy vulnerable", confiesa Mohamed Imad, director del Departamento de Planificación Regional.
Las islas ya sufren una lenta pérdida de tierra. En 113 de ellas, la erosión se sitúa en niveles muy serios. Amjad Abdulla, representante de Maldivas desde hace diez años en la Convención sobre Cambio Climático, se muestra tajante: "Es nuestra mayor preocupación, está en juego nuestra supervivencia, necesitamos existir".
A raíz del tsunami se puso en marcha un plan para determinar cuáles son las zonas más seguras del país. Y manos a la obra. Se cambiaron los requerimientos para toda nueva construcción. Se diseñaron los edificios con plataformas en el techo -"el 80% de la isla está a un metro de altura", recuerda Imad-. Se empezó a redistribuir población: de hecho, antes de final de año, 6.000 personas evacuarán uno de los atolones con mayor erosión, Raa, para mudarse a Bhuvafaru, un islote que goza de mayor altura.
La construcción de islas artificiales no se contempla como una alternativa real a la compra de territorios, dice el ministro Aslam. El impacto en términos medioambientales es fuerte. Así ocurre en Hulu Male, la isla que se creó para solventar los problemas de hacinamiento en la capital -Malé, donde viven 100.000 personas en apenas dos kilómetros cuadrados- ganándole terreno al mar.
Son 43 las pequeñas islas del mundo que se han aliado para tener una sola voz. Además de Maldivas, Tuvalu, Kiribati y las islas Marshall también luchan ante la ONU para que el calentamiento global no vaya a más, por no quedarse sin tierra.
Gareth Price, analista del británico Royal Institute of Internacional Affairs, asegura que el anuncio de una posible compra de territorios es un fenómeno nuevo: "Es la primera vez que un país lo hace como consecuencia del cambio climático", manifiesta desde Londres. Consultado por este periódico, el catedrático de Relaciones Internacionales Antonio Remiro Brotons afirma que una compra de territorios es factible. "Se podría hacer mediante tratados internacionales. Resultaría más sencillo si se hace con territorio no habitado".
La llamada de socorro de Nasheed ha dado la vuelta al mundo. El Dhivehi Rayyithunge Party, partido del ex dictador Gayoom -al que no quedó otro remedio que convocar elecciones ante la presión social-, no ha tardado en recriminarle que así espanta a los turistas: el turismo es el motor de Maldivas, aporta el 33% del producto nacional bruto y el 80% de las reservas en divisas. El nuevo ministro de Exteriores, Ahmed Shaheed, se apresura a aclarar que las palabras del presidente han podido ser malinterpretadas. "El presidente quería llamar la atención sobre el problema, decir que hace falta una solución", explica desde su despacho en Malé. "Debemos crear un fondo para la compra de territorios, pero todavía no hay un plan de operaciones. Estamos ante una amenaza a largo plazo".
Mientras, en la meca de las vacaciones con los pies siempre descalzos y en bungalós sobre el agua se siguen construyendo hoteles. Hay cerca de 20 proyectos para los próximos diez años, según cuenta John Philipson, de los hoteles de lujo Six Senses. Puede que el paraíso corra peligro de hundirse, pero todavía no.
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