La hora de los flautistas
Gregor Gysi, un ex comunista, y Oskar Lafontaine, antiguo presidente del Partido Socialdemócrata, son dos personas con pasados muy distintos. Ahora encabezan unidos el partido La Izquierda, una formación muy reciente y que ya aspira a gobernar
Sobre el escenario del antiguo mercado de caballos de Hamelín pende aún el anuncio de un espectáculo sobre el músico de ficción que dio fama mundial al municipio. La última representación veraniega del cuento de los hermanos Grimm fue el pasado domingo. El martes no se tocaba ya la flauta. En cambio, una guitarra acompañaba un pequeño recital de canciones como Hasta siempre, Comandante. Abría boca para lo que ya anunciaban decenas de carteles en las calles: "¡Viene Gregor!". Ahí aparece la fotografía de Gregor Gysi, que junto a Oskar Lafontaine dirige el grupo parlamentario de La Izquierda en el Bundestag (cámara baja federal).
Cuando el coche oficial llegó por fin, con 35 minutos de retraso, Gysi encontró a unos 300 vecinos de "la ciudad del flautista" dispuestos a aguantar el persistente sirimiri para atender al tribuno llegado del Este. Su partido espera superar con creces el 10% de los votos en las elecciones generales del 27, después de haber dado la campanada en los recientes comicios de Sarre y Turingia. Para eso vino Gysi al Estado occidental de Baja Sajonia. Gysi sabe divertir y arrancar aplausos. Unos días antes, la dirigente del Partido Socialdemócrata Andrea Nahles (SPD) no logró reunir más que a 180 en la misma plaza. Con algo de schadenfreude (regocijo en la desgracia ajena), un policía local que lo cuenta, añade: "Y eso que no llovía".
Con sus éxitos en el este y el oeste, La Izquierda es de los proyectos de integración más exitosos desde la caída del Muro
Oskar Lafontaine se rodeó de socialdemócratas descontentos, como él, con la línea reformista tomada por el SPD
La historia de La Izquierda comienza incluso antes de su fundación en el año 2007. Transcurre en paralelo con el proceso de integración de las dos Alemanias. Oskar Lafontaine es copresidente y cofundador. Gysi es su cabeza visible en el Este. El dúo es dispar: Gysi y Lafontaine son, respectivamente, un Ossi (alemán del Este) y un Wessi (del Oeste), de ciencias y de letras, un ex comunista y un ex dirigente socialdemócrata. El primero, abogado del Este, fue funcionario de la extinta República Democrática Alemana (RDA). Lo acusan de haber sido "colaborador informal" de la temida policía política Stasi. Es difícil encontrar en La Izquierda un político oriental y mayor de 45 años sobre quien no pesaran acusaciones parecidas. Gysi siempre lo ha negado categóricamente.
Lafontaine, por su parte, recorrió como socialdemócrata todas las instituciones democráticas de la República Federal de Alemania (RFA). Fue alcalde de Saarbrücken, primer ministro de Sarre, diputado federal, presidente del SPD y, en 1990, su candidato electoral a la Cancillería. Por último, Lafontaine fue superministro de Hacienda con vastas competencias de Economía en el primer Gobierno de Gerhard Schröder (SPD), en 1998. Duró en el cargo pocos meses, llenos de tensiones y desavenencias que colmaron el aguante del curtido político. Dimitió. Tras 40 años de militancia socialdemócrata y siete de disidencia interna, Lafontaine dio el portazo en 2005. Ese mismo año fundó el partido WASG, apeó al SPD del Gobierno de Renania del Norte-Westfalia con el 2,2% que obtuvo en las elecciones regionales y forjó una plataforma federal con los herederos del Partido Único de la RDA. Nació el dúo del "comandante Oskar y el animador Gregor", como les llamó, en español de la Sierra Maestra cubana, el diario conservador Frankfurter Allgemeine Zeitung. El partido empezó sus andanzas cosechando el 8,7% de los votos en las generales de 2005. Obtuvieron 52 escaños más de los que tenían los ex comunistas. De 2 pasaron a 54.
El muro de Berlín cayó hace ahora 20 años. Fue a martillazos, no hizo falta un solo tiro. La Alemania actual resultó de la unión de la RFA, fundada en 1949 en las zonas ocupadas por las potencias occidentales, con la República Democrática Alemana de la zona oriental soviética. Tras la capitulación incondicional de Alemania, la Unión Soviética, Estados Unidos, Francia y Reino Unido se habían repartido así el devastado territorio del enemigo nazi. En 1990 culminó la unificación y llegó la hora de integrar ambas repúblicas en la Ley Fundamental de la RFA. El entonces canciller occidental, el democristiano Helmut Kohl, prometió "paisajes exuberantes" en lo económico a sus nuevos compatriotas orientales. En el Este, la frase histórica ha hecho fortuna como sarcasmo.
Los partidos occidentales (la democristiana CDU, los socialdemócratas, los liberales y hasta los Verdes) absorbieron pronto las formaciones de signo similar que tenían carta legal bajo el régimen socialista y prosoviético de la RDA. Los partidos y movimientos sociales ajenos a la línea oficial habían pasado 40 años en una oposición de cartón piedra ante el omnímodo Partido Socialista Unificado (SED). Compuesto y sin novio rico occidental, el SED modificó sus estructuras y en 1990 se transformó en el Partido del Socialismo Democrático PDS. La nueva formación conservó así parte del considerable patrimonio del entramado político del SED. Sin embargo, el poderoso partido único de la RDA quedó proscrito de los Gobiernos regionales hasta 1998. La primera coalición con el SPD se firmó en Meckelmburgo-Pomerania Occidental. Es uno de los cinco "nuevos Estados federados" de lo que había sido la RDA, en los que el PDS supo mantenerse como una fuerza política a tener en cuenta. Los wessis, por el contrario, percibían al PDS como la reliquia más aparatosa del pasado comunista de la otra Alemania.
La boda formal del WASG de Lafontaine con el PDS se celebró en verano de 2007, con las protestas y disturbios de la cumbre del G-8 en Heiligendamm como fanfarria. La Izquierda se quedó con los representantes que ya tenía el PDS en todos los parlamentos del Este y en la Ciudad-Estado de Berlín, donde gobiernan desde 2001 en coalición con el SPD. Ya en enero de 2008, las elecciones de Hesse y Baja Sajonia supusieron un hito en la conquista del Oeste del partido recién fundado. Entraron en ambos parlamentos occidentales, cosa que antes sólo habían logrado en la no muy relevante Ciudad Estado de Bremen en 2007. Desde entonces, La Izquierda se ha presentado con éxito en las elecciones occidentales de Hamburgo y Sarre, donde hace tres semanas obtuvieron un arrollador 21,3% de los votos. Las encuestas les auguran escaños regionales en Renania del Norte-Westfalia, Renania-Palatinado y Schleswig-Holstein. De las ricas y proverbialmente conservadoras regiones del sur Baden-Wurtemberg y Baviera, sólo se les resistirá, si se cumplen las previsiones, el bastión bávaro para completar el puzle de los 16 Estados federados.
La Izquierda se confirmaría así como uno de los proyectos de integración más exitosos desde la caída del muro. El politólogo Jochen Staadt, investigador del proceso de unificación alemana en el Instituto Otto Suhr de Berlín, lo resume con la célebre cita apócrifa del ex canciller Willy Brandt (SPD) tras la caída del muro: "Ahora se une lo que tenía que estar unido".
Como en todos los matrimonios, no faltan las desavenencias. Basta visitar los mítines del partido en el Este y compararlos con los del Oeste. El lunes, Gregor Gysi fue a un centro comercial en el barrio de Friedrichsfelde. Está en el "salvaje Este" berlinés, distrito de Lichtenberg, donde su partido fue el más votado en las generales de 2005 (35,5%) y la parlamentaria Gesine Lötzsch obtuvo un excepcional 42,9% de los sufragios directos.
Los "paisajes exuberantes" de Kohl son aquí uniformes torres de hormigón en torno a anchas avenidas. Otra herencia de la RDA. Unos 600 vecinos de estos Plattenbauten se acercaron a ver a Gysi. Bajo una carpa de plástico blanco dispuesta para la ocasión, el diputado recorrió los temas de su campaña para un público afín y, cuando menos, sexagenario. En resumen: retirada de Afganistán de los 4.200 soldados alemanes. Vuelta atrás de los recortes sociales del Gobierno Schröder. Salario mínimo. Reforma del fisco y cargas fiscales para los más ricos. La clientela está formada por jubilados, antiguos funcionarios y oficinistas de la amplia clase media de la RDA. Por lo general, son ancianos simpáticos y más dispuestos a charlar con un extraño que los vecinos de Berlín Oeste. Como el maestro jubilado Hans Lübke, por ejemplo, que no tiene inconveniente en relatar sus experiencias y su biografía. "41 años dando clases en la RDA, formando a los niños en valores muy distintos de los de ahora...". Sobre si era una dictadura, es tajante: "No". Aquí, cualquier tiempo pasado fue mejor.
Cuando dejó el SPD, Oskar Lafontaine se había rodeado de otros socialdemócratas descontentos, como él, con la línea política tomada por Schröder. Contó también con sindicalistas, gente disciplinada y con experiencia organizativa. El nuevo partido atrajo además a las más diversas corrientes comunistas o antiglobalización. El veterano Lafontaine se vio al frente de un conglomerado político dogmático y difícil de gobernar. Los éxitos electorales subieron el entusiasmo y conquistaron a más militantes de todos los "ismos" y "antis" de la izquierda. Su ex compañeros socialdemócratas criticaron que el estilo populista y a menudo incendiario de Lafontaine le servía también para pescar en los ríos revueltos de la ultraderecha alemana.
Lafontaine no estuvo en el mitin de Hamelín, aunque Baja Sajonia quede, como Estado occidental, en su terreno. Sí que estaba el diputado federal Diether Dehm, que se presenta a la reelección. Dehm es la figura más inaudita de La Izquierda. Doctorado en letras, es el compositor de algunas canciones de enorme éxito en Alemania. Casi cualquier alemán de menos de 50, puesto en el ambiente adecuado de un Biergarten, puede cantar un par de versos de 1000 mal berührt. Al mejor estilo de Hugo Chávez, Dehm hacía el martes los coros y bailaba el Hasta siempre, Comandante que cantaba el chileno Pablo Ardouin.
Vestido con vaqueros y chamarra tejana, Dehm aparenta 15 años menos de los 59 que tiene. Tras el recital, respondió un "no" rotundo a la pregunta de si es comunista. Entonces, ¿por qué ha vitoreado a Fidel Castro? "Admiro a Fidel, es un revolucionario pragmático". ¿Lo mismo que usted? "Yo soy un revolucionario democrático y pragmático". ¿Se puede inferir que Fidel no considera democrático a Fidel? Dehm miró hacia arriba, con gesto irritado. Se giró para regresar al escenario. ¿Se puede? Riendo, respondió: "Fidel está en una guerra con Estados Unidos". Y presentó por cuarta vez a "la estrella" de Berlín "a punto de llegar". Tardó otros 15 minutos, que Dehm dedicó a un concurso con libros y discos de premio para quien acertara "por qué cualquier bebedor de cerveza es más listo que un banquero del Commerzbank".
Los servicios secretos internos (Verfassungsschutz), encargados de buscar terroristas y a otros enemigos del Estado, reconocen que "tienen en observación" a todos los parlamentarios federales de La Izquierda.
Una gran diferencia de los actuales políticos de los partidos CDU y SPD con y los líderes de La Izquierda se demostró con el soporífero duelo televisado entre la canciller Angela Merkel (CDU) y su contrincante y ministro de Exteriores Frank-Walter Steinmeier (SPD), que gobiernan Alemania en una gran coalición. Un periodista bromeaba en el centro de prensa pidiendo contribuciones "para costearles a Merkel y Steinmeier un curso intensivo de retórica y oratoria, a cargo de Gysi y Lafontaine".
En cuanto a Dehm, fue diputado federal del "ala izquierda" del SPD y hasta compuso el himno de la campaña de Willy Brandt. También se ha tenido que defender, con más o menos éxito, de la acusación de haber espiado para la Stasi a sus antiguos compañeros de partido occidentales. Le costó la militancia.
Los políticos llegados a La Izquierda desde el Oeste son dispares y difíciles de controlar. Los del Este son pragmáticos y, en el vocabulario político alemán, "realistas". El PDS se formó desde el principio con vocación institucional. Gysi y Lafontaine se enfrentarán, tengan éxito o no el 27, a dos encrucijadas. La primera, imponer su disciplina en el partido. La segunda, cómo quieren colaborar con los socialdemócratas. El SPD ha entendido que el futuro de sus posibilidades de Gobierno depende de su ex dirigente y ex enemigo Lafontaine.
A la una y cinco del martes, un carillón sorprendió a Gysi cuando terminaba su mitin en la plaza de Hamelín. "Eso va por mí, se lo aseguro". Se oyeron muchas risas. Era la figura de bronce del flautista de Hamelín, que sale tres veces al día de una fachada en la plaza, acompañado de campanillas. -Sobre el escenario del antiguo mercado de caballos de Hamelín pende aún el anuncio de un espectáculo relacionado con el músico de ficción que dio fama mundial al municipio. La última representación veraniega del cuento de los hermanos Grimm fue el pasado domingo. El martes no se tocaba ya la flauta; una guitarra acompañaba un pequeño recital de canciones como Hasta siempre, Comandante. Abría boca para lo que ya anunciaban decenas de carteles en las calles: "¡Viene Gregor!", refiriéndose a Gregor Gysi, que junto a Oskar Lafontaine dirige el grupo parlamentario del partido La Izquierda en el Bundestag (cámara baja del Parlamento federal).
Cuando Gysi llegó por fin, con 35 minutos de retraso, encontró a unos 300 vecinos de "la ciudad del flautista" dispuestos a aguantar el persistente sirimiri para atender al tribuno llegado del Este. Su partido espera superar con creces el 10% de los votos en las elecciones generales del próximo domingo, después de haber dado la campanada en los recientes comicios de Sarre y Turingia. Para eso vino Gysi al Estado occidental de Baja Sajonia. Gysi sabe divertir y arrancar aplausos. Unos días antes, la dirigente del Partido Socialdemócrata (SPD) Andrea Nahles no logró reunir más que a 180 personas en la misma plaza. Con algo de schadenfreude (regocijo en la desgracia ajena), un policía local que lo cuenta, añade: "Y eso que no llovía".
La historia de La Izquierda comienza incluso antes de su fundación en el año 2007. Transcurre en paralelo con el proceso de integración de las dos Alemanias. Oskar Lafontaine es copresidente y cofundador. Gysi es su cabeza visible en el Este. El dúo es dispar: Gysi y Lafontaine son, respectivamente, un ossi (alemán del Este) y un wessi (del Oeste), un ex comunista y un ex dirigente socialdemócrata. El primero, abogado, fue funcionario de la extinta República Democrática Alemana (RDA): de él dicen que fue "colaborador informal" de la temida policía política Stasi. Es difícil encontrar en La Izquierda un político oriental y mayor de 45 años sobre quien no pesen acusaciones parecidas. Gysi siempre lo ha negado categóricamente.
Lafontaine, por su parte, recorrió como socialdemócrata todas las instituciones democráticas de la República Federal de Alemania (RFA). Fue alcalde de Saarbrücken, primer ministro de Sarre, diputado federal, presidente del SPD y, en 1990, su candidato electoral a la Cancillería. Por último, fue superministro de Hacienda con vastas competencias de Economía en el primer Gobierno de Gerhard Schröder (SPD), en 1998. Duró en el cargo pocos meses, llenos de tensiones y desavenencias que colmaron el aguante del curtido político. Dimitió. Tras 40 años de militancia socialdemócrata y siete de disidencia interna, Lafontaine dio el portazo en 2005. Ese mismo año fundó el partido WASG, apeó al SPD del Gobierno de Renania del Norte-Westfalia y forjó una plataforma federal con los herederos del antiguo partido único de la RDA. Nació el dúo del "comandante Oskar y el animador Gregor", como les llamó, en español de la Sierra Maestra cubana, el diario conservador Frankfurter Allgemeine Zeitung. El partido La Izquierda empezó sus andanzas cosechando el 8,7% de los votos en las elecciones generales de 2005 y obtuvo 52 escaños más de los que tenían los ex comunistas: de 2 pasaron a 54.
El muro de Berlín cayó hace ahora 20 años. Fue a martillazos, no hizo falta un solo tiro. La Alemania actual resultó de la unión de la República Federal Alemana, fundada en 1949 en las zonas ocupadas por las potencias occidentales, con la República Democrática Alemana de la zona oriental soviética. Tras la capitulación incondicional de Alemania en la II Guerra Mundial, la Unión Soviética, Estados Unidos, Francia y Reino Unido se habían repartido así el devastado territorio del enemigo nazi. En 1990 culminó la unificación y llegó la hora de integrar ambas repúblicas en la Ley Fundamental de la RFA. El entonces canciller occidental, el democristiano Helmut Kohl, prometió "paisajes exuberantes" en lo económico a sus nuevos compatriotas orientales. En el Este, la frase histórica ha hecho fortuna como sarcasmo.
Los partidos existentes en la parte occidental (la democristiana CDU, los socialdemócratas, los liberales y hasta los Verdes) absorbieron pronto las formaciones de signo similar que tenían carta legal bajo el régimen socialista y prosoviético de la República Democrática Alemana. Los partidos y movimientos sociales ajenos a la línea oficial habían pasado 40 años en una oposición de cartón piedra ante el omnímodo Partido Socialista Unificado (SED). Compuesto y sin novio rico occidental, éste modificó sus estructuras y en 1990 se transformó en el Partido del Socialismo Democrático PDS. La nueva formación conservó así parte del considerable patrimonio del entramado político de su antecesor. Sin embargo, el poderoso partido único de la RDA quedó proscrito de los Gobiernos regionales hasta 1998. La primera coalición con el SPD se firmó en Mecklemburgo-Pomerania Occidental. Es uno de los cinco "nuevos Estados federados" de lo que había sido la RDA, en los que el PDS supo mantenerse como una fuerza política a tener en cuenta. Por el contrario, los wessis (occidentales) le percibían como la reliquia más aparatosa del pasado comunista de la otra Alemania.
La boda formal del WASG de Lafontaine con el PDS se celebró en el verano de 2007, con las protestas y disturbios originados a raíz de la cumbre del G-8 en Heiligendamm. La Izquierda se quedó con los representantes que ya tenía el PDS en todos los parlamentos del Este y en la Ciudad-Estado de Berlín, donde gobiernan desde 2001 en coalición con el SPD. Ya en enero de 2008, las elecciones de Hesse y Baja Sajonia supusieron un hito del partido recién fundado en la conquista del Oeste. Entraron en ambos parlamentos occidentales, cosa que antes sólo habían logrado en la no muy relevante Ciudad Estado de Bremen en 2007. Desde entonces, La Izquierda se ha presentado con éxito a las elecciones de Hamburgo y Sarre (zonas occidentales), donde hace tres semanas obtuvieron un arrollador 21,3% de los votos. Las encuestas les auguran escaños regionales en Renania del Norte-Westfalia, Renania-Palatinado y Schleswig-Holstein. De los ricos y proverbialmente conservadores Estados del sur Baden-Wurtemberg y Baviera, sólo se les resistirá, si se cumplen las previsiones, el bastión bávaro para completar el puzle de los 16 Estados federados.
La Izquierda se confirmaría así como uno de los proyectos de integración más exitosos desde la caída del muro. El politólogo Jochen Staadt, investigador del proceso de unificación alemana en el Instituto Otto Suhr de Berlín, lo resume con la célebre cita apócrifa del ex canciller Willy Brandt (SPD) tras la caída del muro: "Ahora se une lo que tenía que estar unido".
Como en todos los matrimonios, no faltan las desavenencias. Basta visitar los mítines del partido en el Este y compararlos con los del Oeste. El lunes pasado -la víspera de ir a Hamelín-, Gregor Gysi había estado en un centro comercial del barrio de Friedrichsfelde, en el "salvaje Este" berlinés, distrito de Lichtenberg, donde su partido fue el más votado en las generales de 2005 (35,5%) y la parlamentaria Gesine Lötzsch había obtenido un excepcional 42,9% de los sufragios directos.
Los "paisajes exuberantes" de Kohl son aquí uniformes torres de hormigón en torno a anchas avenidas. Otra herencia de la RDA. Unos 600 vecinos de estos Plattenbauten se acercaron a ver a Gysi. Bajo una carpa de plástico blanco dispuesta para la ocasión, el diputado recorrió los temas de su campaña para un público afín y, cuando menos, sexagenario. En resumen: retirada de Afganistán de los 4.200 soldados alemanes; vuelta atrás de los recortes sociales del (anterior) Gobierno Schröder; salario mínimo; mayores cargas fiscales para los más ricos. La clientela estaba compuesta por jubilados, antiguos funcionarios y oficinistas de la amplia clase media de lo que fue la RDA. Por lo general, ancianos simpáticos y más dispuestos a charlar con un extraño que los vecinos de Berlín Oeste. Como el maestro jubilado Hans Lübke, por ejemplo, que no tuvo inconveniente en relatar sus experiencias y su biografía. "41 años dando clases en la RDA, formando a los niños en valores muy distintos de los de ahora...". Sobre si aquel régimen era una dictadura, es tajante: "No". Aquí, cualquier tiempo pasado fue mejor.
Cuando dejó el SPD, Oskar Lafontaine se había rodeado de otros socialdemócratas descontentos, como él, con la línea política tomada por Schröder. Contó también con sindicalistas, gente disciplinada y con experiencia organizativa. El nuevo partido atrajo además a las más diversas corrientes comunistas o antiglobalización. El veterano Lafontaine se vio al frente de un conglomerado dogmático y difícil de gobernar. Sus ex compañeros socialdemócratas criticaron que el estilo populista y a menudo incendiario de Lafontaine le sirva también para pescar en los ríos revueltos de la ultraderecha.
Lafontaine no asistió al mitin de Hamelín, aunque Baja Sajonia quede, como Estado occidental, en su terreno. Sí que estaba el diputado federal Diether Dehm, que se presenta a la reelección y es la figura más inaudita de La Izquierda. Doctor en letras, es el compositor de algunas canciones de enorme éxito en Alemania. Al mejor estilo de Hugo Chávez, Dehm hacía el martes los coros y bailaba el Hasta siempre, Comandante que cantaba el chileno Pablo Ardouin.
Tras el recital, respondió con un "no" rotundo a la pregunta de si es comunista. Entonces, ¿por qué ha vitoreado a Fidel Castro? "Admiro a Fidel, es un revolucionario pragmático". ¿Lo mismo que usted? "Yo soy un revolucionario democrático y pragmático". ¿Se puede inferir que no considera democrático a Fidel? Dehm miró hacia arriba, con gesto irritado y se giró para regresar al escenario. ¿Se puede? Riendo, respondió: "Fidel está en guerra con Estados Unidos".
Dehm fue diputado federal del "ala izquierda" del SPD y hasta compuso el himno de la campaña de Willy Brandt. También se ha tenido que defender, con más o menos éxito, de la acusación de haber espiado para la Stasi a sus antiguos compañeros de partido occidentales. Le costó la militancia. Los servicios secretos internos (Verfassungsschutz), encargados de buscar a terroristas y otros enemigos del Estado, reconocen que "tienen en observación" a todos los parlamentarios federales de La Izquierda.
La gran diferencia existente entre los actuales políticos de los partidos CDU y SPD y los líderes de La Izquierda quedó patente en el soporífero duelo televisado entre la canciller Angela Merkel (CDU) y su contrincante y ministro de Exteriores Frank-Walter Steinmeier (SPD), que hasta ahora han gobernado en coalición. Un periodista bromeaba pidiendo contribuciones "para costearles a Merkel y Steinmeier un curso intensivo de retórica y oratoria, a cargo de Gysi y Lafontaine".
Los políticos llegados a La Izquierda desde el Oeste son dispares y difíciles de controlar. Los del Este son pragmáticos y, en el vocabulario político alemán, "realistas". El PDS se formó desde el principio con vocación institucional. Gysi y Lafontaine se enfrentarán, tengan éxito o no el próximo domingo, a dos encrucijadas. La primera, imponer la disciplina en el partido. La segunda, cómo quieren colaborar con los socialdemócratas. El SPD ha entendido que sus posibilidades de gobernar dependen de su ex adversario Lafontaine.
El martes pasado, un carillón sorprendió a Gysi cuando terminaba su mitin en la plaza de Hamelín. "Eso va por mí, se lo aseguro". Se oyeron muchas risas. Era la figura de bronce del flautista de Hamelín, que sale tres veces al día de una fachada en la plaza.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.