Los galones del capitán Oliver Law
Hablan seis supervivientes de la Brigada Abraham Lincoln que combatió en la Guerra Civil
Harry Randall vive en el desierto de Tucson (Arizona). Sus dedos parecen los de un pianista más que los de un fotógrafo. En 1937 era el camarógrafo y fotógrafo de la Brigada Abraham Lincoln, compuesta por unos 2.800 voluntarios norteamericanos que se unieron a la II República "para luchar contra el fascismo".
Durante el largo año en que luchó en España, Randall tomó miles de fotografías y filmó decenas de horas de combates. Muchas de esas imágenes, filmaciones en su mayoría inéditas, han estado entre las cajas de las mudanzas de Randall hasta que un grupo de documentalistas españoles ha logrado rescatarlas e incorporarlas al documental Almas sin fronteras, que La 2 estrenará el próximo viernes.
El Jarama fue la primera batalla internacionalizada de la Guerra Civil y el primer ensayo de choque de tropas de la II Guerra Mundial
En 1947, el Departamento de Justicia del Gobierno de EE UU elaboró una relación de organizaciones subversivas. La Brigada Lincoln aparecía dos veces
La memoria de Randall es la memoria gráfica de una gesta multirracial sin precedentes en la historia. Blancos y negros estadounidenses se abrazan en sus fotografías con los mismos uniformes harapientos. "Por primera vez en EE UU, oficiales negros comandaron a tropas blancas", dice el historiador californiano Peter Carroll. "La Lincoln fue la primera unidad del Ejército norteamericano integrada por soldados de todas las razas. Jamás había ocurrido antes ni ocurriría poco después, en la II Guerra Mundial, donde el Ejército norteamericano seguía siendo segregacionista".
Oliver Law, el capitán negro
Al más mítico de los afroamericanos de la Lincoln, al capitán Oliver Law, un coronel estadounidense que visitó España en 1937, le preguntó: "¿No le da vergüenza lucir ese uniforme con galones?". Y Law le contestó: "Yo era artillero en el ejército norteamericano, porque era negro. Aquí, en España, los galones se obtienen por lo que merecemos, no por nuestro color".
Law merecería aquellos galones. Dirigía a sus hombres encabezando los ataques. En 1937 fue alcanzado por un mortero en la batalla de Brunete.
El último de los afroamericanos de la Lincoln murió en 1993. Jimmy Yates grabó la siguiente frase antes de fallecer: "En España fue donde por primera vez, siendo negro, me sentí libre".
A finales de 1936 zarpó de Nueva York un barco con los primeros voluntarios. Abandonaban un país cuyo Gobierno les había prohibido tomar parte en la guerra española. Partían de una ciudad en la que nueve de cada diez habitantes ni imaginaba lo que ocurría en España. Se dirigían a un país donde a nadie conocían ni nadie les esperaba.
Fueron guiados hasta los campos de entrenamiento de Albacete y entraron en combate en la batalla del Jarama (Madrid), en febrero de 1937. El Jarama fue la primera batalla internacionalizada de la Guerra Civil y el primer ensayo de choque de tropas de la II Guerra Mundial. Marroquíes, alemanes e italianos luchaban del lado de Franco. En el flanco republicano se habían citado voluntarios nada menos que de 54 países de los 66 que entonces formaban parte de la Sociedad de Naciones.
Dave Smith es quizá el único superviviente de la Lincoln que estuvo en esa batalla. Cuando llegó al Jarama le dijeron: "¿Sabes usar un fusil?". Mintió: "¡Pues claro!". "¡A la línea del frente!", le ordenaron. Era el 5 de febrero de 1937, la víspera de la ofensiva de una batalla que se cobró 20.000 bajas en sólo 19 días. "Nunca antes habían visto una guerra", afirma Carroll. "Y en ese sentido, el Jarama fue un estreno sangriento para todos ellos".
"Lo único que nos mantenía en pie era nuestro compromiso político. Estábamos tan comprometidos que entrábamos en combate sin dudarlo", recuerda Smith. Otro de los de esa docena de supervivientes norteamericanos, Abe Osheroff, también hace memoria de la guerra. "En la batalla de Belchite me di cuenta de que más de la mitad de los compatriotas con los que me había entrenado en Albacete estaban muertos o heridos".
"Estos hombres hicieron cuanto estuvo en su mano", explica Carroll, "pero no eran militares profesionales. Ahora bien, la experiencia y el entrenamiento que les faltaba lo compensaban con su fe, su pasión y su ánimo. No estaban luchando por ellos mismos, ni tampoco por dinero. Estaban luchando por hondas convicciones. Y por eso es por lo que estaban dispuestos a morir".
La represión de McCarthy
Dispuestos a morir o a convertirse en reos. Robert Steck fue capturado en el Ebro en abril de 1938 y trasladado al monasterio de San Pedro de Cardeña (Burgos), una de las improvisadas prisiones nacionales convertida en centro experimental de la tortura.
Ese año, mientras Dolores Ibarruri cumplía con acuerdos internacionales que obligaban al Gobierno de la República a desalojar de España a los brigadistas de todas las nacionalidades, Steck creaba dentro de la prisión lo que llamó el Instituto de Estudios Avanzados. En la práctica era una universidad clandestina donde los presos aprendían todo tipo de materias de aquellos compañeros que eran capaces de enseñarles algo. "Nos apañábamos así para seguir en la lucha, para mantener nuestros ideales".
De vuelta a Estados Unidos pagaron los pecados por haber luchado junto a los republicanos. En 1947, el Departamento de Justicia del Gobierno de Estados Unidos elaboró una relación de organizaciones subversivas. La Brigada Lincoln aparecía dos veces. Jack Shafran y Moe Fishman fueron dos de los muchos represaliados que se quedaron sin empleo. "A cualquier simpatizante de la izquierda lo calificaban de comunista, con lo cual perdía automáticamente su trabajo", aclara Shafran.
El caso de Steve Nelson tuvo repercusión mundial por su desproporción. El macartismo condenó a Nelson a 20 años de prisión por haber participado en actividades relacionadas con el comunismo. El día antes de entregarse a la policía, Nelson paseó en silencio durante horas con su mujer y sus hijos por un parque de Pittsburgh. "¿De qué íbamos a hablar?", se pregunta Nelson. "¿Cómo se habla de que vas a pasar 20 años en la cárcel, cómo lo explicas?".
Un activista de 90 años
SETENTA AÑOS DESPUÉS, los supervivientes de aquella brigada hoy legendaria continúan convencidos de que mereció la pena defender la II República. "He cometido muchos errores en mi vida", afirma Abe Smorodin, "pero ir a España no fue uno de ellos". Lo único que Smorodin lamenta es que él sabía que antes o después se podría marchar de España. "Pero los españoles se quedarían allí... Eso fue hace 70 años, y todavía hoy le doy vueltas con amargura. No lo puedo evitar", dice emocionado.
Una bala condenó a Osheroff a una silla de ruedas. El viejo Abe acaba de cumplir 90 años y ha inaugurado en Seattle lo que él llama el Peacemobil. En realidad, es una furgoneta con un potente equipo de megafonía con el que recorre las calles de Seattle arengando a los peatones con soflamas contra la intervención de Estados Unidos en Irak. Cuando inauguró el Peacemobil, Abe dijo al público: "Tengo 90 años. Estoy atado a una silla de ruedas, pero es difícil que encontréis un activista tan comprometido como yo. Mientras esta boca pueda comer y hablar, mientras mi cabeza pueda pensar y mi cuerpo tenga una silla de ruedas, voy a ser un activista. Lo que inauguramos hoy aquí es una potente herramienta para la paz".
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