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Columna
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La diplomacia vaticana de Paco Vázquez

El embajador de España ante la Santa Sede, Paco Vázquez, es un hombre satisfecho. Cuando llegó hace cuatro años a Roma, la relación del Gobierno español con el Vaticano venía de un cúmulo de desastres. El presidente Rodríguez Zapatero era percibido en San Pedro como un 'comecuras', un activista gay y un agitador abortista. La Curia y el Papa bramaban unidos (por una vez) contra la destrucción de la familia tradicional, y los líderes de la Conferencia Episcopal se constituían en manifestación permanente y daban la extremaunción a la democracia española.

Hoy las cosas son diferentes. La España socialista ya no es considerada el territorio más hostil posible por el Vaticano (aunque lo fuera, le queda poco). Para demostrarlo, la segunda visita de Benedicto XVI a España en cinco años (la tercera será en agosto de 2011) "refrendará", según afirma el embajador, "que las relaciones bilaterales son inmejorables y que a un año de que acabe la legislatura no tenemos ninguna sombra en el horizonte". Católico de pro, gallego y más papista que el Papa, Vázquez ha sido sin duda uno de los artífices de ese milagro. Su abnegada labor ha mezclado cenas, conciertos y meriendas devotas; dos visitas anuales cheque en mano al óbolo de San Pedro (la institución de caridad del Pontífice); un trato preferente a la Iglesia en la gestión de la Obra Pía (la potente inmobiliaria de España en Roma) y una apertura total del palacio de la Piazza di Spagna a obispos y cardenales.

Pero el interlocutor fundamental del Vaticano y factor de la reconciliación ha sido, irónicamente, una mujer: la ex vicepresidenta primera María Teresa Fernández de la Vega. Hace solo un mes, la vice hizo su última visita a Roma y se reunió con el secretario de Estado, Tarcisio Bertone, para cerrar los detalles de las dos próximas visitas papales. De la Vega sonreía cuando, en la residencia del embajador ante el Quirinal, Luis Calvo, alguien recordó que la cosa empezó con mal pie porque a su primera entrevista en San Pedro acudió vestida con un terno rojo. "No sabíamos que la señora tuviera aspiraciones a cardenal", fue el comentario sardónico de Bertone.

Poco a poco, el sarcasmo fue dejando sitio a la confianza. Y la química entre De la Vega y el número dos del Papa, un salesiano que adora España (es amigo del abad y de los monjes de Montserrat), produjo acuerdos inesperados. Las graciosas concesiones económicas impulsadas por el Gobierno funcionaron como aceite divino. El escritor Andrea Camilleri suele decirlo en latín: "Pecunia non olet" (El dinero no huele). Capote habría dicho: "Plegarias atendidas". Vázquez enumera la lista de avances: "Se solucionó la financiación de la Iglesia siguiendo el modelo italiano, se arregló el tema de los profesores de religión, y adaptamos la fiscalidad eclesial a la normativa europea, que era muy difícil jurídicamente".

En paralelo, la "magnífica cooperación" (dice Vázquez) con la diplomacia vaticana lograda por otro ex, Miguel Ángel Moratinos, en la solución del espinoso caso de los presos políticos cubanos, amplió un círculo que se ha cerrado hace unos días con el elogio público de De la Vega lanzado por Rouco Varela. Todo ello induce a Vázquez a pensar que el Papa no hablará en Santiago y Barcelona "de problemas españoles, sino de las raíces cristianas de Europa".

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