Ryan, Dalila, Driss
Tres muertes en cinco años. La familia de Dalila, primera víctima de la gripe A en España, ha perdido a tres de sus miembros en su país de acogida. En 2004, tras un accidente laboral, fallecía Driss, padre de Dalila. Cinco años después morían la joven y Ryan, su bebé recién nacido
Ryan, Dalila, DrissLa tragedia de la familia de Dalila está escrita en los ojos de Salma, su hermana pequeña. Salma aparece en el salón de la familia Mimouni, una casa blanca, baja, perdida entre las callejuelas de M'diq, en la costa de Marruecos. Tiene 14 años y todo el mundo dice que se parece mucho a su hermana Dalila, la primera víctima de la gripe A en España. Se sienta sobre el respaldo del sofá, viste vaqueros y camiseta marrón. La tenue luz del atardecer que se cuela por el ventanuco ilumina su cara. Salma sonríe y mira al suelo, cabizbaja, pensativa. Es muy guapa, como su hermana. Vuelve a sonreír, cortés y hospitalaria, pero su mente vuela y en sus ojos se dibujan estos días terribles, esta increíble cadena de desgracias. La familia Mimouni ha perdido a tres miembros en cinco años. En 2004 murió el padre de Dalila, Driss, en un accidente laboral en Tarragona. El pasado 3 de julio fallecía Dalila, la hija guapa y callada que se había ido a vivir a Madrid con Mohamed. El pasado lunes moría Ryan, la prolongación de Dalila en la Tierra, el bebé rescatado del vientre de su madre enferma, el niño que podía devolver la sonrisa a una familia quebrada. Ryan fue víctima de una terrible negligencia, le inyectaron un preparado lácteo en las venas. Los Mimouni han perdido a tres seres queridos. Y los tres fallecieron en España.
"Me encontré a mi hijo hinchado, con la cara amarilla... Me dijeron que no sabían por qué se había puesto así" "Mi nuera se podría haber salvado, pero no le atendieron a tiempo", dice Hafida indignada. "Es una vergüenza"
La familia de Driss Mimouni dice que tras su muerte no recibieron ninguna ayuda en España. No tenía papeles
"Queremos justicia. Justicia para mi suegro, para Dalila y para Ryan", exige Sufia, cuñado de Dalila
"¿Cómo es posible que haya habido tres muertes en una misma familia?", se pregunta Sufia Ahmed Madani, cuñado de Dalila. Sufia da una calada a su cigarrillo. Hay una mesa de té en el centro del salón, de alfombras azules y doradas, el cenicero está repleto de colillas. Entra Aziz El-Hammal, el tío de Dalila que vive en Pau (Francia), donde trabaja como gerente de una empresa. Han venido familiares de toda Europa para asistir al entierro del pequeño Ryan. El-Hammal tiene bien clara la respuesta a la pregunta de Sufia: "A los inmigrantes no nos tratan igual que a un español o a un francés cuando vamos a un hospital. Eso es lo que ha quedado claro. Yo no soy de los que se esconden detrás del color de su piel o de su religión. Pero, francamente, en este caso, resulta evidente que ésa es la explicación".
Martes por la tarde, barrio de Moratalaz, Madrid. Mohamed el Ouriachi, el padre de Ryan, abre la puerta de una de las habitaciones de su casa. Aquí vivían él y Dalila, con la madre de él, Hafida. Tenían el sueño de irse a vivir a Loranca, Fuenlabrada, a una zona de urbanizaciones privadas con jardines, cerca de sus familiares queridos Abdellah y Amal, pero la situación económica no daba para mudarse. Mohamed no tenía trabajo, se estaba preparando un futuro como policía local, pero estaba en paro. Ella soñaba con trabajar como peluquera una vez diera a luz.
Los enchufes de la casa están secuestrados por los móviles, que no paran de sonar. Mohamed atiende el teléfono una y otra vez, a pesar del dolor que le invade. Está cansado, destrozado. Junto al taburete en el que está sentado, una caja de Tamiflu, medicamento contra la gripe. Es un hombre de 21 años con cara de niño, un chico que acaba de perder en apenas dos semanas a su mujer y a su hijo.
El sábado pasado regresó de M'diq, del entierro de su esposa, para estar junto a su hijo, Ryan, necesitaba verle. Tenía billete de avión para viajar el jueves, pero adelantó cinco días su vuelta, tomó un ferry hasta Algeciras y un autobús hacia Madrid. El domingo por la tarde Ryan estaba muy bien, le dijeron que en unos días podría cogerlo entre sus brazos. El lunes por la mañana, a las siete, su teléfono sonaba. Ryan había empeorado, los medicamentos no le hacían efecto, tenía que acudir al hospital de inmediato. "Fue como si se me hubiera caído el mundo encima. Me encontré a mi hijo hinchado, con la cara amarilla y los ojos abiertos. Me dijeron que no sabían por qué se había puesto así". Al poco tiempo le anunciaban que Ryan iba a fallecer. "Quise estar con él en los últimos momentos". Mohamed se abrazó a la incubadora.
Dos golpes terribles en dos semanas. Un mes de vía crucis hospitalario. Esta cadena de desgracias arranca el pasado 10 de junio cuando Dalila empieza a sentir las primeras fiebres. Acude al hospital Gregorio Marañón al día siguiente y le diagnostican una infección en las vías respiratorias altas. Según cuenta el tío de Mohamed, Abdellah, le recetan paracetamol y la envían a casa. Pero la fiebre no baja, Dalila sigue mal.
Pasan dos días, la joven pareja se va a Fuenlabrada, a casa de Abdellah y Amal. Ella vuelve a encontrarse mal, acuden al hospital de Fuenlabrada. Mohamed recorre los hospitales pidiendo una y otra vez que le hagan una radiografía a Dalila, la radiografía nunca llega. El 15 de junio la pareja regresa al Gregorio Marañón, a Dalila le diagnostican asma y le dan el alta. Hasta que por la tarde, en su cuarta visita hospitalaria, cuando ya presenta grandes dificultades para respirar, ingresa en urgencias y acaba el día en la UCI.
Es al día siguiente, el 16 de junio, cuando aparece el diagnóstico de gripe A. "Ella tenía neumonía, si enfermó de gripe A fue en el hospital", protesta Abdellah. El 30 de junio, la chica guapa y reservada fallece a sus 19 años, un día después de dar a luz a Ryan. El niño nace por cesárea, lo salvan del vientre de su madre.
"Nos han quitado lo único que nos quedaba, una vida no tiene precio". Habla Hafida Dadach, la abuela de Ryan, de 45 años, madre de Mohamed. Lo hace en la casa que la familia tiene en M'diq, a 20 kilómetros de Tetuán, el lugar donde todos se reúnen cada verano. A su lado está su padre, Sadik, el hombre que construyó esta casa con sus propias manos con la ayuda de media docena de albañiles. Una casa de tres alturas, de fachada blanca, de marcos de las ventanas azules, de ropa colgando en las terrazas. Sadik construyó esta morada de cinco alas, una para él y otra para cada uno de sus cuatro hijos, con los ahorros de años y años de trabajo duro como emigrante en España. "Mi nuera se podría haber salvado, pero no le atendieron a tiempo", dice Hafida, indignada. "Es una vergüenza, yo no lo voy a perdonar nunca porque vamos a vivir con esto durante toda la vida".
Abdellah, tío de Mohamed, de oficio pescadero, entra en la habitación donde solía dormir la pareja cuando venía a M'diq, se sienta en la cama. Abdellah vive en Loranca, Fuenlabrada, y cuenta que a Dalila le encantaba ir a su casa a pasar los fines de semana. Amal, su mujer, era su mejor amiga. Los sábados por la tarde les gustaba irse juntas de compras al centro comercial Isla Azul. Les encantaba quedar a comer paella, fideuá. Mohamed y Dalila querían comprarse una casa cerca de ellos, pero Mohamed estaba en paro tras trabajar dos años en una fábrica de Pladur. Se había matriculado en una autoescuela del Camino de Vinateros para obtener el permiso de conducir BTP, el que permite conducir ambulancias, coches de policía. Había pagado 1.200 euros para matricularse en la Academia de Policía. Pero Mohamed ahora ya no tiene ganas de nada.
Ésta es la casa de veraneo de su familia. La casa de veraneo de la familia Dadach. Porque durante el resto del año, casi todos viven en España. Mohamed, el padre de Ryan, es español. Igual que todos sus primos, que corretean por las escaleras. Su abuelo Sadik lo dice con orgullo: "Mis nietos son todos españoles". Aquí tienen sus raíces. Aquí vienen a enterrar a sus seres queridos, como hicieron el pasado jueves, cuando Mohamed recorrió los 500 metros que separan la mezquita del cementerio con el féretro de su hijo en sus brazos para enterrarlo junto a su madre. Pero ellos son españoles. Y viene a M'diq a veranear.
Fue durante uno de sus veraneos cuando Mohamed conoció a Dalila. Corriendo por las playas de esta ciudad, a la que los propios lugareños se refieren como Rincón, su nombre durante la época del protectorado español. Dalila era muy deportista. En su familia cuentan que corrió en competiciones de alto nivel, con secciones juveniles de la selección marroquí, que era especialista en los 1.500 metros. Era una chica sonriente y muy vergonzosa. Muy religiosa, también. "Le gustaba mucho correr y quería ser peluquera", dice su hermana pequeña, Salma.
Les presentó un vecino llamado Hachim. Fue hace cinco años. La relación fue creciendo verano a verano. Ella estudió durante un año peluquería en M'diq, se sacó el diploma. Hace año y medio daba el gran paso y se casaba con Mohamed en Ceuta. Se fue a vivir con él a Moratalaz, empezó a aprender español. El 1 de enero de 2009, la pareja refrendaba su boda con una nueva celebración en M'diq que todos recuerdan. Una celebración en el lugar en el que se conocieron, con todos los suyos. Sellaban así la unión de dos familias que compartieron el sueño de un futuro mejor en España.
Sadik, el abuelo de Mohamed, de 70 años, vivió durante 45 años en España. Casi 30 en Lacoma, cerca del barrio del Pilar. Trabajó en la construcción, como oficial de primera, encofrador. Desembarcó en la estación de Atocha poco después de cumplir los 28 años, tras pasar por Ceuta y por Cádiz. Pagaba 2,5 pesetas a la semana por alquilar una casa en la capital. Trabajó en varios edificios en Azca, en obras de la propia estación de Atocha. Tiene varias secuelas por haber trabajado en edificios de gran altura, los tendones de sus manos están tensionados. Pero lo que le jubiló prematuramente, a los 59 años, fueron los problemas en la rodilla. Sus hijos viven y han tenido hijos en España.
Menos suerte tuvo el padre de Dalila, Driss Mimouni. Emigró en el año 2002, también para trabajar como albañil. Driss fue soldado del Ejército marroquí, estuvo destinado en el Sáhara entre 1975 y 1988. Luego le ofrecieron trasladarse a M'diq, donde nació Dalila.
Se jubiló joven y abrigó el sueño de emigrar a España para mejorar la situación de su familia. Se fue solo. En el año 2004, dos años después de su llegada, cayó desde un andamio mientras trabajaba en una obra en Tarragona. Quedó 10 días en coma en el hospital. Falleció. Su familia dice que nunca recibieron ninguna ayuda en España, ninguna compensación. Driss no tenía papeles. Su viuda, Aziza, que viajó el sábado pasado a Madrid para ver a su nieto Ryan, cobra 30 euros de pensión de viudedad del Estado marroquí, según cuenta su yerno, Sufia.
La situación de la familia de Dalila se tornó complicada a raíz de la muerte de Driss. Aziza, la madre, se quedó sola con sus cuatro hijas, y sólo una de ellas, Nadia, la mayor, tenía entonces edad para trabajar. Aziza tuvo que empezar a trabajar en los servicios de limpieza de un hospital para sacar a la familia adelante. Vinieron años muy duros. La hija mayor se fue a vivir a Holanda. Dalila, a España.
La tragedia ha vuelto a cernirse ahora sobre la familia Mimouni, por partida doble y en apenas dos semanas. Aziza acaba de perder a su hija y a su nieto. "Tres muertos en una misma familia", dice Sufia Ahmed Madani, de 24 años, cuñado de Dalila. "¿Cómo es posible que España no haya ayudado a la familia de una mujer con cuatro hijas que tiene que vivir con 100 euros al mes?". En la familia de Dalila están indignados. Dicen que hablar de gripe A es propaganda, no comprenden que si ella estaba infectada no contagiara a nadie en la familia. Sostienen que ambos, Ryan y Dalila, han sido víctimas de dos negligencias graves. "Dejemos de una vez de hablar de errores médicos", dice Mansouri Houcine, tío de Dalila, "hablemos de negligencia. ¿Qué es ese hospital, un lugar para aprendices o un lugar para auténticos especialistas y médicos de prestigio?".
Todavía no saben si van a emprender acciones legales. No es momento para pensar en ello, dicen. "Primero vamos a aliviar nuestra pena y después haremos lo que sea necesario", dice Houcine. "Queremos que no se vuelvan a cometer los mismos errores, queremos que la verdad estalle". Sufia, cuñado de Dalila, deja a un lado su mirada triste y se pone serio. "Queremos justicia. Justicia para mi suegro, para Dalila y para Ryan".
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