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Entrevista:Alfredo Pérez Rubalcaba | Vicepresidente primero, ministro del Interior y portavoz del Gobierno | LOS ROSTROS DE 2010

Presidente bis

José Manuel Romero

José Luis Rodríguez Zapatero se ha inventado un misterio al cambiar su Gobierno y colocar a Alfredo Pérez Rubalcaba al timón de un barco que zozobra. En plena decadencia, el presidente ha dejado flotando un enigma en la etapa final de su segundo mandato: ¿Seguirá? ¿Le sucederá Rubalcaba?

Zapatero, según unos, ha decidido protegerse de la tormenta perfecta en su fortaleza de La Moncloa mientras ha encargado a Rubalcaba dar la cara y tapar con sus manos habladoras las heridas abiertas por la crisis. El jefe del Ejecutivo regresará al primer plano cuando escampe.

El presidente, según otros, se retira, no volverá a presentarse a unas elecciones porque ha perdido el crédito y ha resuelto con el cambio de Gobierno la carrera sucesoria, dejando al mando a Rubalcaba (Solares, 1951), el ministro más valorado.

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En un partido envuelto en las tinieblas del pesimismo, solo se vislumbra su alternativa, porque es el mejor valorado y gracias a que desde hace 17 años ocupa el segundo plano más iluminado de la política española.

Fue Rubalcaba la cara del último Gobierno de Felipe González (1993-1996). Cada viernes aplicaba el bisturí de las palabras a la ruina del Ejecutivo. Fue elegido secretario de comunicación del PSOE en el congreso de su partido en 1997 para la travesía del desierto en la oposición. Fue el mensaje del PSOE en las horas previas al vuelco electoral del 14 de marzo de 2004. Muchos recuerdan todavía aquella comparecencia suya en plena jornada de reflexión para proclamar con la solemnidad de los trances históricos: "Los ciudadanos españoles se merecen un Gobierno que no les mienta, un Gobierno que les diga siempre la verdad". Un mensaje directo en seis segundos y 19 palabras, letal como un disparo al corazón del PP. Y fue, tras la victoria inesperada del 14-M, el portavoz que cuidaba en el Congreso de los primeros pasos del neófito presidente Zapatero.

Rubalcaba siempre ha llevado la voz cantante y ahora, como vicepresidente primero, lleva además el mando.

Es doctor en Ciencias Químicas experto en mecanismos de reacción. En su etapa universitaria fue además un velocista notable (10,90 segundos en los 100 metros lisos). La mezcla de la química y la velocidad se vuelve explosiva en su cabeza, capaz de analizar en menos tiempo del que tardaba en correr 100 metros las contraindicaciones, efectos secundarios, ventajas, inconvenientes y consecuencias de cualquier decisión.

Es un concienzudo estratega y un consumado perdedor de primarias. Apoyó a José Bono contra Zapatero; y a Trinidad Jiménez contra Tomás Gómez. Su gran mérito radica en que estas decepciones nunca supusieron un retroceso en su carrera política. "Ha llegado a lo más alto desde su competencia no desde su ambición", cuentan los que le conocen.

Le apasiona el atletismo y le gusta el fútbol. Será madridista siempre, aunque desde hace varias temporadas es un madridista resignado a ver las humillantes derrotas de su equipo con el Barcelona en compañía de su jefe Zapatero, con el que además comparte otros momentos delicados de la acción de Gobierno.

Aunque el PP le sitúa en el infierno, como táctico de la maldad y encubridor de terroristas, no tuvo nada que ver en la guerra sucia de los GAL contra ETA porque no estaba en el Gobierno cuando sucedieron aquellos secuestros y asesinatos pagados con dinero del Estado (1983 a 1987). Seis años después, respondió sobre esos hechos con evasivas desde la silla de portavoz. "Eso le hace cómplice de los crímenes de Estado", señalan desde el PP.

Ahora que roza con los dedos el fin de la pesadilla criminal que envenena los últimos 30 años de historia en España, el PP le atiza cada semana a cuenta de un oscuro suceso que permitió al aparato de extorsión de ETA conocer con antelación una operación policial en marcha. El chivatazo del bar Faisán, ocurrido el 4 de mayo de 2006, apenas tres semanas después de que Rubalcaba llegara al Ministerio del Interior (11 de abril), le persigue por el Congreso, donde diputados populares le insultan/preguntan por el escándalo cada miércoles. Unas semanas después del soplo, todavía anónimo, el aparato que recaudaba el impuesto revolucionario para ETA fue detenido y encarcelado, pero a Rubalcaba no le sirve como excusa para enterrar la sospecha.

Experto en reacciones elementales o complejas y ha estado en todas las salsas picantes y peligrosas de la política española en los últimos tiempos.

Ahora que ETA parece agonizar como nunca, Rubalcaba, el político capaz de analizar en segundos las consecuencias de sus actos, anda con pies de plomo, desconfiado por la experiencia de tantas esperanzas frustradas en pasadas treguas. Si pudiera, metería el problema de cómo abordar el fin del terrorismo en un laboratorio herméticamente cerrado a las luces del debate público y buscaría la fórmula magistral para evitar nuevas decepciones.

Hoy le quita el sueño, si es que duerme, la prima de riesgo de la deuda española, el déficit público y las cifras mensuales del paro. Incluso antes de ser vicepresidente, era el ministro más empeñado en ayudar a Elena Salgado en el difícil trago de la gestión de la crisis y de la explicación de las medidas para combatirla. Ha llegado a lo más alto en el peor momento.

¿Y en estas circunstancias, sucederá Rubalcaba a Zapatero?

Aquí van algunas respuestas de los interesados, todos ellos dirigentes socialistas que para hablar de la carrera por el liderazgo prefieren el anonimato.

"Los abuelos no suceden a los nietos", contestan algunos jóvenes, aunque no tanto, que se consideran preparados para ambicionar los alrededores de ese puesto y el cargo mismo.

"El zapaterismo no quiere a Rubalcaba, pero el grupo PRISA [editor de EL PAÍS] está con el vicepresidente", resumen otros, que se sitúan en tierra de nadie y juegan a las quinielas sin esperar que la ciencia les haga millonarios.

Cualificados socialistas que pasean por distintos territorios de poder en el PSOE resumen así la cuestión: "Si Zapatero se retira, la única alternativa solvente y creíble. Sólo hay que mirar las encuestas y aunque hay otros que aspiran y que podrían dar la batalla por el puesto, él es el mejor de los que tienen alguna posibilidad", insisten. "No hay nadie que explique mejor las cosas. Aporta tranquilidad, racionalidad y seguridad en momentos de crisis, como demostró en la huelga salvaje de controladores aéreos. Aunque no tiene esa capacidad de liderazgo que Felipe González definía como la cualidad que te permite hacerte con el estado de ánimo de la gente para conducirla por donde tú quieras, puede resultar muy útil para este momento histórico porque es un gran muñidor de consensos, no comete nunca grandes errores y es muy difícil que la mayoría de la gente le odie".

Al comenzar la legislatura, todo indicaba que Rubalcaba estaba al final de su tiempo político; cuando se agota el mandato, el químico metido a estratega puede iniciar otra etapa aunque él, acostumbrado a pensar rápido, aún no ha tomado una decisión porque ignora qué hará Zapatero. O no.

Alfredo Pérez Rubalcaba contempla un retrato suyo en el palacio de la Moncloa el pasado 21 de octubre.
Alfredo Pérez Rubalcaba contempla un retrato suyo en el palacio de la Moncloa el pasado 21 de octubre.EFE

Adivinanza de ZP

El presidente del Gobierno ha engordado el misterio sobre su continuidad al frente del PSOE con un jeroglífico navideño. El pasado 21 de diciembre contó a los periodistas en el Palacio de la Moncloa que ya había tomado una decisión sobre su futuro, y que la conocía sólo su esposa y un compañero de partido.

El vicepresidente Rubalcaba, a unos metros del presidente cuando planteó la adivinanza, se limitó a sonreír mientras su cabeza de químico, velocista y estratega intentaba calibrar las contraindicaciones, efectos secundarios, ventajas, inconvenientes y consecuencias de ese acto.

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