"Estuve apartado y fuera de mí"
Nadal, campeón en Roland Garros tras lesionarse ambas rodillas, reflexiona sobre su capacidad de superación
Cree Rafael Nadal, siete veces campeón de torneos del Grand Slam, cinco de Roland Garros, en el destino? ¿Cree el número uno del mundo, el mejor tenista del planeta, en que todo está escrito y marcado, en que la voluntad individual es una gota en el mar? ¿Es el zurdo mallorquín una débil hoja en la corriente o mientras superaba problemas, hoy una lesión en el pie izquierdo (2005 y 2006), mañana distintas dolencias de rodilla (2007, 2008, 2009 y 2010), creía en su capacidad para cambiar las cosas, en que con su esfuerzo podía dirigir con mano firme su vida y elegir su propio camino?
"Uno se marca su destino", contesta, rotundamente, el mallorquín, que a partir del 21 de junio asaltará el título de Wimbledon. "Hay cosas que no dependen de uno mismo, que evidentemente no se pueden controlar y que la vida te depara", prosigue con gesto reflexivo.
Desde que Nadal es alguien en su deporte, no ha vivido ninguna temporada sin algún sobresalto
El tenista cuenta que su peor momento fue la derrota en París, el año pasado, y no poder jugar Wimbledon
Nadal es como un camaleón, adapta su juego y sus objetivos a sus rivales y a los avatares de la vida
Hace exactamente un año, en pleno verano de 2009, subía el calor en Mallorca, se llenaban las playas de turistas, y Nadal era un tenista en el dique seco. El mallorquín había sido eliminado de Roland Garros en octavos de final, vencido por el inclemente juego del sueco Robin, Perro Loco, Soderling. Sus rodillas, que penaban ya una tendinitis de inserción con ligero edema óseo, vivían sometidas a mil y un tratamientos (mesoterapia, fisioterapia, magnetoterapia...) con el objetivo de que pudiera defender su corona de Wimbledon. El número uno del mundo sufría. El número uno se jugaba perder tan privilegiado puesto sin saltar a la pista. Y el mejor tenista del planeta, finalmente, debió renunciar a defender sus coronas de Queens y Wimbledon; vio cómo el suizo Roger Federer volvía a dominar el circuito tras una maravillosa final en Londres; y se encerró en su propio mundo, ajeno a la realidad deportiva, extraño a todo lo que no fuera Mallorca, su familia, sus amigos y, por supuesto, el trabajo diario y constante para recuperar sus rodillas. Un golpe duro.
Un año después, Nadal acaba de ganar Roland Garros sin perder un solo set en el camino. Un año después, Nadal ha completado una gira inmaculada sobre arcilla, 22 partidos ganados de 22 disputados, títulos en los torneos de Montecarlo, Roma, Madrid y París, lo nunca visto. Y un año después, Nadal vuelve a ser el número uno del mundo tras derrotar a Soderling en la final parisiense, justicia poética pura -eso sí, el viernes sufrió el traspiés de perder frente a Feliciano en Queens-. ¿Qué ha pasado en medio? ¿Cómo ha superado Nadal un momento tan duro? ¿Cuál fue el peor momento en su lucha por recuperarse y volver a ser el mismo? ¿Qué días fueron los más ingratos y amargos, los que exigieron más de él en su lucha por recuperarse?
"Cuando pierdo en París", responde el mallorquín, de 24 años, mientras juguetea con unas blanquísimas gafas surferas. "Y las dos semanas siguientes, por haber estado en Wimbledon, por haber ido ahí, intentarlo y no sentirme bien", continúa. "Fueron semanas duras", reconoce. "Estaba como apartado. Ni miraba el móvil, ni contestaba los mensajes. Estaba fuera de mí, viviendo una época que no era sencilla, pero por suerte estaba en Mallorca, donde tengo a mis amigos, a mi familia y muchas cosas que me hacen olvidar todo lo demás".
Así se recupera Nadal. El tenista pasa varias horas al día en la piscina, donde se ejercita a la carrera para suavizar el impacto del suelo sobre sus articulaciones. Suda en el gimnasio ultramoderno que se ha hecho instalar en un altillo de su casa. Duerme mientras a la pierna se le va enrollando el cable de una de las máquinas que utiliza, porque se trata hasta de noche. Y recibe un masaje tras otro en la camilla que se ha comprado, sobre la que en ocasiones dormita. La situación requiere una fortaleza mental especial. El problema, por difícil y repetido, exige un hombre de una pasta especial. Desde que Nadal es alguien en su deporte, no ha vivido ninguna temporada sin algún sobresalto.
Esta es la cronología de los dolores mayores del mallorquín. En 2005 y 2006, le afecta una lesión en el pie izquierdo, por lo que renuncia a la Copa de Maestros 2005 y el Abierto de Australia 2006. En 2007 siente un pinchazo en una rodilla durante un entrenamiento en el Abierto de Estados Unidos. En 2008, lastrado por los dolores que sufre en el tendón cuadricipital de la rodilla derecha, se queda sin final de la Copa Davis y sin Copa de Maestros. En 2009, una tendinitis de inserción en ambas rodillas le lleva a renunciar a Queens y Wimbledon; y luego una rotura abdominal le deja sin jugar las semifinales de la Copa Davis. En 2010, un problema en una rodilla le retira en cuartos de final del Abierto de Australia.
"Rafael ha trabajado mucho con dolores, tiene una capacidad de sufrimiento que me impresiona y supera cualquier situación adversa", cuenta Toni Nadal, su tío y entrenador, en Sirve Nadal responde Sócrates. Del filósofo clásico al deportista de élite, el libro que firma con Pere Mas. "Trabajando con él es difícil saber cuándo parar, porque lo aguanta todo, disfruta tanto jugando que se olvida de la fatiga y de los dolores de las rodillas. Pero los dolores que tuvo a finales de 2008 y durante la primavera siguiente en las rodillas han sido diferentes; por primera vez el dolor le ha impedido jugar, no podía ni flexionarse para restar. Las lesiones suponen además una pérdida de confianza que algunos tenistas no vuelven a recuperar. Ha sido acertado no ir a Wimbledon, aunque es muy triste no poder defender un campeonato, y el regreso a la competición se ha producido según los pronósticos más optimistas. Por eso me digo a mí mismo, y por supuesto a Rafa, que la felicidad está en el camino, no en el final de este, aunque el final también es una parte del camino".
Nadal no vive solo esos primeros días del largo camino de recuperación, dos meses de baja marcados por las dudas y la necesidad de asumir que la paciencia y el reposo suman tanto ahora como el trabajo a destajo. El campeón está en permanente contacto con el doctor Cotorro, su médico personal y el de la Federación Española de Tenis. Empiezan a diseñar un plan de recuperación, primero descanso absoluto en casa, luego horas y horas de ejercicio al día, en el que participan Rafael Maymo, su fisioterapeuta; Joan Forcades, su preparador físico; Toni Nadal, su entrenador, y Francis Roig, su asesor técnico. Siempre, en el ambiente, una misma idea: "Mi ilusión siempre ha sido ser mejor, pero no mejor que los demás, sino mejor que lo que yo era", dice el tenista.
"Cuando se sufre una lesión importante", prosigue el entrenador mallorquín en Sirve Nadal..., "es cuando se pone a prueba todo lo aprendido durante años. Para un deportista, la mayor prueba a la que se le puede someter es una lesión larga: sustituir el entrenamiento y la competición por el reposo y el tratamiento es el mayor sacrificio que puede pedirse a un deportista. Es muy importante aceptar las limitaciones que supone una lesión y saber trabajar para recuperar el cuerpo y para que no pierda la confianza en las posibilidades de estar de nuevo al máximo nivel".
Y, aun así, Nadal siempre cree en que volverá a su máximo nivel. Ahora y siempre. Un ejemplo.
Barcelona. Enero de 2006. Dos tenistas doloridos comparten pista. Son Gustavo, Guga, Kuerten y Rafael Nadal. El mallorquín, "desesperado, de médico en médico", según se cuenta en Crónica de un fenómeno, de Jaume Pujol-Galceran y Manel Serras, ha visitado ya las consultas de los doctores Cotorro, Borrell, Viladot y Maceira, hasta que viaja a Estados Unidos, donde le fabrican unas plantillas especiales para solucionar su lesión: una fisura en el escafoides del pie izquierdo. Guga y Nadal se entrenan. Guga y Nadal hablan de sus dolorosas experiencias. Guga mide a Nadal y entiende por qué gana, por qué vence, por qué siempre se supera.
"Con los años, me entrené con él muchas veces", recuerda ahora el ex número uno brasileño, tres veces coronado en Roland Garros, otras tantas operado de la cadera. "Para mí es triste no haber tenido la oportunidad de haber jugado con él o haber entrenado sintiéndome físicamente bien, con los sentimientos adecuados. ¿Cómo hubiera funcionado su juego contra mí? Es más fuerte que nadie sobre tierra. Es un sueño imaginar cómo hubiera sido jugar contra él, porque estoy seguro de que me hubiera provocado hasta buscar soluciones, y que mi juego también le hubiera provocado a él buscar nuevas opciones. Gracias a él habría jugado mejor".
Eso es lo que hace Nadal. Como un camaleón, su juego y sus objetivos se adaptan al rival y a los avatares de la vida. Si está compitiendo, el mallorquín compite con todo. Si está entrenándose, el mallorquín se entrena con todo. Y si se está recuperando de una dolencia, también lo hace con todo, como cuando hace un año viaja a Wimbledon con varias máquinas a cuestas, tratamiento 24 horas y 7 días a la semana, por si ese último esfuerzo, esa última opción, le sirve para adelantar su puesta a punto y le salva de perderse el torneo.
"Creo que Rafa es un hombre apasionado, pero cuando compite es agresivo", dice el ex tenista brasileño. "Debe serlo para que funcione su juego. A veces, esa imagen no es bien interpretada por la gente. El punto opuesto es Roger Federer, que se parece a Pete Sampras, su ídolo. Es más conservador. No enseña emociones. Lo necesita para tener éxito. Los dos, sin embargo, tienen mucho carácter, son personajes carismáticos".
No es posible entender a Roger Federer sin Rafael Nadal. No se puede entender a Rafael Nadal sin Roger Federer. ¿Supo el español algo del suizo durante todo el periodo negro de 2009? ¿Se puso alguna vez en contacto Federer con él para saber de su vida y sus penurias?
"Roger siempre ha sido una persona correcta conmigo", contesta el español, que desde su refugio mallorquín de 2009 no se olvidó de felicitar al suizo por sus títulos de Roland Garros y Wimbledon. "Él me mandó algún mensaje de apoyo", continúa el tenista. "Era un momento difícil para mí. Intentaba estar con lo mío: tenía muchas horas de recuperación con las rodillas y aprovechaba para hacer cosas distintas de las que hago". Son palabras de tipo duro. Expresiones de un hombre con una mentalidad de piedra. Las frases de un tenista con personalidad pétrea, insensible a las curvas, los regates y los requiebros del destino. ¿Se puede enseñar a ser así a un niño? ¿Se puede esculpir así el carácter, igual que si fuera plastilina?
"Todo se puede entrenar", argumenta el número uno. "Claro, uno tiene que nacer con unas aptitudes, porque si no es imposible", añade. "Seamos realistas: uno no es número uno o número dos del mundo, ni tampoco el número tres o el número cuatro solo con trabajo". "Tiene que haber algo más, algo con lo que naces. Si tienes ese extra, sin trabajo, tampoco llegas ahí. Con talento, te puedes quedar en unos números. Con trabajo y talento, te puedes ir mucho más arriba. Es verdad que con un talento normal y trabajando bien se puede llegar arriba".
Nadal no cree que el destino haga su camino. "Para eso", dice, "están el trabajo, los entrenamientos, el talento y la ilusión por ser mejor cada día". También, cuando llegan los problemas, cuando la dinámica del éxito queda rota por los dolores, su mentalidad de número uno.
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