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Entrevista:Iñaki Azkuna | Alcalde de Bilbao | ENTREVISTA

"Con ETA no tenemos futuro"

Iñaki Azkuna es grande, apasionado; mueve las manos como si subiera la ría a nado; ríe a borbotones; cuando está preocupado, parece un levantador de pesas, confiado. Es el alcalde de Bilbao, del PNV, cargo al que optará por cuarta vez; tiene 67 años y lleva 11 en el cargo. Es lo que algunos llaman un verso suelto, o un bertsolari libre. Padece un cáncer, y lo arrostra como se defiende ante la vida: empujando. Esta conversación la hicimos unos días antes de que ETA alcanzara su última víctima, cerca de París. En la conversación, que tuvo lugar en su antedespacho municipal, en una especie de atmósfera unamuniana, habíamos hablado del suicidio que estaban cometiendo los terroristas. A ver qué dice la izquierda abertzale cuando se produzca esa próxima víctima. Se produjo, y entonces llamamos a Azkuna para que dijera algo sobre el silencio que siguió entre los que apoyan a ETA desde el lado político. Y dijo el alcalde: "La izquierda abertzale debe dejarse de circunloquios y decir de una santa vez si se desprende de ETA. La gente está suficientemente harta ya y espera una respuesta contundente". La conversación propiamente dicha había comenzado por él, por su salud.

"Sigo conviviendo con el cáncer de próstata. Me ha enseñado a relativizar. Mi segunda oficina es el hospital de Basurto"
"Con ETA no tenemos futuro"
"Josu Jon Imaz habría sido un 'lehendakari' que ya hubiéramos visto si saca a Patxi López del Gobierno vasco"
"PSE y PP no tienen nada que ver y su pacto se entiende porque han sufrido los que más las tarascadas del terrorismo"
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Pregunta. ¿Cómo está usted?

Respuesta. Estoy bien, pero con un cáncer. El cáncer, en contra de lo que cree la gente, no se ha curado, pero lo tengo muy bien controlado por los médicos, y, como decía el otro, si me dan veinte años, pues me conformo.

P. ¿Cómo afecta eso en la vida?

R. A mí me llamó el urólogo cuando estaba poniendo la primera piedra de la Escuela de Ingenieros: "Es un cáncer". Te puedes imaginar lo que eso me supuso. Al final te dices: por algún sitio tengo que ir, o vas por el cáncer o vas por los infartos. Y en esta vida perra, a mí me ha tocado el cáncer, soy de familia de cancerosos. Me ha tocado el de próstata. Qué quieren que les diga, estoy hasta contento. Lo que pasa es que tuve mala suerte y la terapia que me pusieron me fue mal, y hubo una complicación seria, que es la que me ha traído por la calle de la amargura tres o cuatro años. Así que he estado ahí con embajadores, en multitud de reuniones, y he tenido que ir con una sonda y en unas circunstancias verdaderamente penosas. Y he aguantado. Ahora mi calidad de vida ha mejorado. Pero tengo el cáncer; me siguen haciendo las pruebas, me controlan. Y yo digo, con más moral que el Alcoyano, que mi segunda oficina está en el hospital de Basurto. Hicimos algo bueno en la época de Ardanza [él fue consejero de Sanidad y de Presidencia en el Gobierno vasco desde 1989 hasta 1999], que fue dejar en el centro este hospital, de modo que estoy allí en doce minutos, saludo a la enfermera, saludo al médico, me miran en un momento y me dicen: "Alcalde, al Ayuntamiento, que aquí no pintas nada".

P. Esta dificultad tendrá que enseñar mucho, ¿no?

R. Sí, te enseña a relativizar muchas cosas. Hay algunos que hemos dicho que teníamos cáncer; lo dijo Serrat, lo dije yo... A mí me pareció de lo más normal decirlo, porque no quería que estuvieran cuchicheando por detrás, que te vean más pálido y digan: "Mira, se está muriendo". Un político se debe a sus ciudadanos, y los ciudadanos tienen que saber qué te pasa.

P. ¿Ese era su carácter, esa capacidad de aceptar que todo es relativo?

R. Siempre he tenido un carácter fuerte, optimista; siempre he sido genio y figura, no les voy a engañar. Pero la enfermedad te enseña muchas cosas. Para empezar, que nadie está vacunado ante nada. Te crees el rey del mambo, y puede venirte cualquier cosa. Soy médico, pero me he cuidado seguramente tan mal como todos. Yo me he concentrado en Bilbao, en el trabajo; ha sido una salida, y ese trabajo me ha ayudado mucho.

P. Le saludan por la calle, dice usted, los que no piensan como usted. Ahora hay una Administración que no piensa como usted, el Gobierno vasco...

R. El 95% de los bilbaínos siempre me ha saludado afectuosamente. Y no piensa como yo tanta gente. Y el 5% me ha atravesado con la mirada.

P. ¿Y cómo reacciona?

R. Con mucho temple y con mucho aguante, qué vas a hacer. Pero sé que hay un 5% que te mira con cara de odio; ellos creen que les he hecho algo... Ahora hay, como dicen ustedes, una fuerza que manda en el país y que no tienen nada que ver con mis ideas. Es verdad. Pero yo tengo buena relación con mucha gente del Gobierno, con unos más que con otros. En todo caso, con todos busco la buena relación, con todos.

P. ¿Con el lehendakari?

R. También, también. Cuando ha habido que criticarle, le he criticado, y una vez discutimos fuerte en el Guggenheim, por una cuestión relacionada con el Guggenheim Urdaibai.

P. Que usted recuerde una discusión con el lehendakari y que ésta sólo sea sobre el museo, parece un milagro...

R. No he tenido ocasión de discutir más con él. Y además, yo no pretendo discutir con el lehendakari, no tengo ningunas ganas. Ni está en mis intenciones ponerle palos en las ruedas. En todo caso, en aquella ocasión no llegó la sangre al río y la cosa fue educadísima e incluso en algún momento cordial. Bastantes problemas tiene él como para ponerle ninguna piedra en la rueda. Y bastantes problemas tengo yo. Así que vamos a respetarnos.

P. ¿Y cómo ve usted que se está haciendo esta transición entre un tiempo tan largo de gobierno nacionalista y esta coalición de poder no nacionalista?

R. Ha sido una coalición que a mí personalmente me ha costado comprenderla. Es difícil entender que en España las relaciones PP-PSOE sean tan tremendas y aquí se haya dado ese pacto. Más se entiende por la situación que han tenido ambos partidos en Euskadi; ha sido una situación complicada y difícil porque ETA se ha ensañado con ellos, es evidente. Eso ha hecho muchos compañeros de viaje, porque desde el punto de vista ideológico no tienen nada que ver el PSE y el PP, ni históricamente ni desde ningún punto de vista... Se entiende el pacto porque ellos han sufrido los que más las tarascadas del terrorismo. Y el terrorismo se ha ensañado con ellos, y eso, naturalmente, los ha hecho compañeros de viaje.

P. Y Lizarra los quiso apartar.

R. Lizarra para mí fue un error tal como se vendió y tal como se hizo. Yo estaba entonces en aquel Gobierno vasco, y nunca se tenía que haber roto. Y recuerdo perfectamente que los tres consejeros socialistas que había en el Gobierno vasco no estaban por la labor de salirse. Influyó una circunstancia adversa, que operaban de columna al lehendakari Ardanza. Si Ardanza, que es un hombre de temple, moderado, un hombre que pisa tierra, hubiera estado sano y salvo, no sé yo si habría ocurrido aquello. En todo caso, Lizarra era, en términos marxistas, aventurerismo. El final era bueno, que ETA deje de matar era bueno, pero tal como se hizo, arrumbando a los demás partidos, eso tiene un coste. Ahí se rompió la conexión PSOE-PNV, y a ello contribuyó la reacción a la manifestación tras el asesinato de Buesa. Buesa era un peso pesado del socialismo, había sido vicelehendakari. Aquello nos alejó muchísimo y dio origen a un desencanto. Aquello se tenía que haber recompuesto, pero todo se rompió y las consecuencias han sido malas porque el PSE y el PNV perdieron la confianza. Al final, en las últimas elecciones, el partido que perdió, el PP, fue el árbitro de la situación, y se ha producido esta unión que yo justifico aludiendo al error de Lizarra y al hecho cierto de que PP y PSOE han sido los que más han sido diezmados por ETA.

P. Da la impresión de que aquí se ha perdido mucho tiempo en busca de un objetivo simple, la paz.

R. Yo no sé si se ha perdido mucho tiempo, porque la historia de una sociedad es tan complicada y hay tantos factores... Yo creo que ha costado mucho a todo el mundo darse cuenta de la situación, que va desde aquella época en que morían tan sólo guardias civiles hasta una época siguiente en que podíamos morir cualquiera, hasta esta en que todo dios va con escolta... Desde aquella época en que escuchabas decir "algo habrá hecho" cuando moría un guardia civil... Algo ha pasado para que ahora lo que se diga, en todas partes, es que con ETA no tenemos ningún futuro y lo que le estamos pidiendo a la izquierda abertzale es que haga política, y que ahí hable de independencia, de lo que quiera, porque eso es posible. Siempre habrá unos irreductibles, pero creo que ha habido toda una evolución, que la sociedad vasca le ha dado una vuelta a la historia. Y hay gente que sigue siendo nacionalista, o independentista, o lo que sea, pero no quiere que funcione ETA porque ha demostrado que nos lleva al fracaso colectivo... Aralar es un ejemplo: fue valiente al dar un paso; son independentistas, son de izquierdas, pero han abjurado de la violencia, y eso para mí tiene mucho valor.

P. De esa valoración positiva de Aralar, leída en clave municipal, parece desprenderse que usted está pensando en las coaliciones posteriores a 2011...

R. No, no he empezado a pensar en las elecciones de 2011. ¡Todavía estoy pensando en cómo abro La Alhóndiga o cómo abro el Palacio de Deportes y cómo pongo en marcha los nuevos edificios de la trasera del Ayuntamiento! El cáncer me ha hecho trabajar a corto plazo, y 2011 es el largo plazo... Pero ya que me han tocado la fibra, siempre he dicho que si la izquierda abertzale, cuyo modelo de sociedad no tiene nada que ver con el mío, abjura alguna vez de ETA, rompe su cordón umbilical con la organización terrorista y se dedica a la política, entonces se podrá contar con ella. Podrá pactar con el PNV, con el PSOE...; con el PP lo veo más difícil de momento, pero nunca se sabe: desde aquel PP que conocí al principio hasta ahora fíjate si ha cambiado, ha cambiado una barbaridad...

P. ¿Para bien?

R. Se ha hecho más abierto. El PP no puede seguir siempre explicando a España la unidad de España, tendrá que entender las autonomías... El PP no aprobó el Estatuto de Gernika, creía que era un paso a la independencia y ahora es el más estatutario del mundo. ¡Cosas veredes, Mío Cid!

P. ¿Y es más fácil ahora convivir entre nacionalistas y no nacionalistas?

R. Yo creo que el País Vasco es muy plural; quizá haya un hálito nacionalista. Pero habrá que llegar al punto en que ese sea un sentimiento en medio de otros. Patxi López cumplirá cuatro años y vendrá otro, o seguirá él. Este país tiene que converger hacia la pacificación; habrá un nacionalismo, un socialismo, una izquierda abertzale, y una derecha española, una derecha de toda la vida, la que aquí existió siempre. En San Sebastián parecía que nunca iba a haber otra cosa que nacionalismo, y Odón Elorza lleva ahí veinte años. Donosti parecía abertzale, y ahí hay de todo: cuando iban los Reyes al palacio a pasar el veraneo, pues seguramente habría mucha gente que siendo monárquica de corazón también sería monárquica de interés.

P. Y había gente que recibía a Franco...

R. Y muchos son ahora demócratas de toda la vida.

P. Dijo en esta conversación que si Ardanza hubiera estado sano y salvo...

R. Es una tesis mía, ¿eh? Muy personal e intransferible. Nicolás Redondo [líder socialista entonces] les dijo a sus consejeros que se fueran del Gobierno. Si Ardanza está en pie, eso no se rompe.

P. Y vino Ibarretxe. ¿Qué supuso su idea con respecto al futuro de Euskadi?

R. La idea no era mala; su sustrato era legítimo. Y creo que lo pensó bien. Pero desde el punto de vista estratégico tuvo dos errores: no consensuar, y volver a intentarlo después del no del Congreso. Se judicializó el asunto y fue peor el remedio que la enfermedad. Por tanto, yo creo que el fondo era bueno, pero ese fondo sin acuerdos aquí en casa era imposible de llevarlo a cabo. Todo es posible, todo es posible, pero para eso hay que lograr complicidades, a las bravas no se puede hacer.

P. Ahora ha perdido el PNV, después de mucho tiempo de haber ganado. ¿Cómo se queda el partido?

R. Pero antes déjenme que les diga algo: a Ibarretxe le ha hecho mucho daño el que mucha gente y muchos partidos le hayan zumbado diciendo algo así que él no ha hecho nada por luchar contra ETA. Eso no es verdad: él y el consejero Balza lucharon contra ETA con las posibilidades que tenían. Por ahí no admito que el PNV no ha tenido las ideas claras. Quizá con las víctimas fuimos un poco fríos al principio, pero eso fue mejorando...

P. Volvamos a la pregunta: ¿cómo está el PNV?

R. Sacó 30 escaños, ganó las elecciones, perdió el Gobierno. Al PNV le ha pasado lo que a cualquiera le habría pasado, incluso a mí. Es legítimo ganar las elecciones y perder el Gobierno, pero cabrea. El PNV ha llegado ahora al momento en que ya debe olvidar esa circunstancia y hacer oposición. Que el PNV es posibilista, lo ha demostrado todos los días; ahí está apoyando los Presupuestos de Zapatero, hay que tener mucha moral para eso. Fue posibilista en la República, fue posibilista en la clandestinidad, y yo creo que está siendo posibilista en este momento... Tiene que hacer una oposición seria y leal al Gobierno de Patxi López. No tiene que ser una oposición de tierra quemada. E insisto que con respecto al Gobierno de España se está colaborando a pesar de la posición de Zapatero, que en este momento es desastrosa.

P. ¿Sigue hablando con Josu Jon Imaz? ¿Fue una pérdida?

R. No hablo mucho, porque no le veo mucho... Sí, naturalmente que fue una pérdida. Imaz era una cabeza extraordinaria, un hombre templado y tenía apoyos en el partido, pero fuera del partido tenía muchos apoyos también. Habría sido un lehendakari que ya hubiéramos visto si saca a Patxi López del Gobierno. Imaz habría arrastrado mucho voto de fuera del PNV. Pero es mi opinión, ¿eh? Igual es que yo soy un chalado y no digo más que tonterías.

Iñaki Azkuna, en una de las riberas de la ría de Bilbao, cerca del Ayuntamiento.
Iñaki Azkuna, en una de las riberas de la ría de Bilbao, cerca del Ayuntamiento.LUIS ALBERTO GARCÍA

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