Anacletos de Franco
Una historia del MI5 pone en evidencia a chapuceros espías españoles en la II Guerra Mundial
Un novillero autodidacta y filonazi que comía pescado con las manos en el hotel Savoy y tenía aterrorizada a la Embajada franquista en el Londres de 1941; un falso periodista que aspiraba a ser espía y acabó de bufón y playboy; un empleado pasando al MI5 los códigos cifrados de la Embajada... Ése es el retrato que los servicios secretos británicos tenían de los espías que Franco mandó a Londres para que captaran información para la Alemania de Hitler, según el libro The Defence of The Realm (La defensa del reino), una historia autorizada del MI5, escrita por el profesor Christopher Andrew.
A lo largo de más de mil páginas y después de acceder a más de 400.000 documentos, este historiador y ex decano de la Facultad de Historia Moderna y Contemporánea de la Universidad de Cambridge explica la historia del servicio secreto británico, más conocido como MI5, desde su fundación hace ahora 100 años.
Piernavieja, "borracho y bufón", recibía órdenes de Alcázar de Velasco, enviado a Londres sin saber siquiera inglés
En los tiempos de la II Guerra Mundial, la Embajada española tenía a priori un especial interés para los británicos porque la cercanía entre la España de Franco y la Alemania de Hitler la convertía en una de las "bases alternativas" para el espionaje alemán. "La mejor base potencial era la Embajada en Londres de la España fascista, donde algunos diplomáticos pro nazis protegidos por la inmunidad diplomática tenían la intención de espiar para Alemania en asociación con otros españoles en Londres", escribe Andrew.
Lo que quizá no esperaban los británicos era la chapucera organización de la propia Embajada y de sus espías. "El hecho de que el espionaje español a favor de los intereses alemanes no alcanzara gran importancia se debió sobre todo a la facilidad con que los servicios de seguridad penetraron en la Embajada. El servicio descubrió que se enfrentaba a un rival casi siempre de bajo nivel y que la seguridad de la Embajada era gratificantemente débil".
"Es extraordinario el hecho de que en unos pocos meses, entre septiembre de 1941 y mediados de febrero de 1942, obtuvimos no sólo una idea general, sino un cuadro muy preciso de la red
de espionaje en este país", opinaba B1g, como se conocía al servicio encargado desde 1941 de controlar las actividades de la inteligencia alemana.
"Por suerte para nosotros, las medidas de seguridad en la Embajada eran nulas", añade. El mejor agente del MI5 en la Embajada española era "un empleado que nos pasaba cintas cifradas, versiones descifradas de telegramas cifrados, borradores de los informes del embajador, cartas privadas, notas sobre cenas y visitantes y, en general, chismorreos sobre los miembros de la Embajada".
En una ocasión, el contacto le entregó al MI5 una maleta con los códigos para descifrar los mensajes, que estuvo en vigor durante meses. De vez en cuando, otro agente en el interior de la Embajada dejaba entrar de noche a miembros del servicio de seguridad "para pequeños robos discretos".
"El primer golpe de lo que el MI5 creía que era 'el corazón de la red española de espionaje' llegó a través del SIS (Servicio Secreto de Inteligencia) en otoño de 1940. El 27 de septiembre, Miguel Piernavieja del Pozo llegó a Londres con una misión de espionaje, haciéndose pasar por periodista y observador del Instituto de Estudios Políticos; consiguió una notoriedad instantánea al pronosticar públicamente una victoria alemana", relata Andrew. El MI5 catalogó a Piernavieja como "un joven disoluto e irresponsable de 26 años del tipo playboy, que tenía poco o ningún conocimiento de periodismo, o del Instituto de Estudios Políticos, o, como enseguida se pudo ver, de espionaje".
Nada más llegar a Londres, el joven espía español facilitó las tareas del MI5 al contactar con GW, un agente doble que hizo creer a los servicios secretos alemanes que era un fanático nacionalista galés que trabajaba para ellos. En su primer encuentro, y para sorpresa de GW, Piernavieja le entregó una lata de polvos de talco con 3.500 libras, equivalentes en la actualidad a más de 100.000 libras (112.000 euros), "probablemente la suma más grande jamás entregada a un agente británico del siglo XX, si se excluyen los fondos destinados al Partido Comunista u otras organizaciones". Al británico le dijo que parte de esa suma era para su uso personal y otra parte, para que se la guardara a Piernavieja y se la devolviera cuando se lo pidiera. Este hombre "dedicaba casi todo su tiempo a las chicas en el Café de París y adquirió tal reputación de borracho, derrochador y bufón que Madrid le llamó para que volviera a España temporalmente".
En uno de sus encuentros habituales, Piernavieja le había explicado al agente doble GW que recibía órdenes directas de un agente de mayor rango en el Abwehr, Ángel Alcázar de Velasco, "un amigo próximo del pro nazi ministro de Exteriores de Franco, Ramón Serrano Súñer, quien, pese a no saber inglés, había sido enviado como agregado de prensa en la Embajada de Londres en enero de 1941".
Ésta es la evaluación que el servicio de seguridad hizo de Alcázar de Velasco, el agente español que espiaba también para los nazis y para los japoneses: "Alcázar es un personaje de lo más peculiar. Es de origen gitano y, de niño, trabajó de limpiabotas en Madrid. Era extraordinariamente ambicioso y para conseguir dinero con el que pagarse su educación se convirtió en torero. Se unió a la Falange nada más fundarse y asegura que su primer acto en política fue asesinar a un oficial de policía republicano".
"Debido a su fuerte personalidad, este autodictada ex torero enseguida dominó y aterrorizó a la colonia española y al personal de la Embajada -con la única excepción del duque de Alba-. Se comportaba de una manera que en otros habría parecido ridícula. Acudió a una entrevista en el Foreign Office con el uniforme de Falange; aceptó una invitación en un elegante hotel de Londres e insistió en pagar las bebidas; comió pescado con los dedos en el Savoy; dio una demostración de toreo en los baños turcos. Los avergonzados diplomáticos españoles se adaptaron como pudieron al papel de decir sí señor a todo, por miedo al poder de Alcázar en Madrid. Además, nunca intentó ocultar sus fuertes sentimientos pro alemanes y su deseo de una victoria del Eje".
A través de un mensaje del embajador de Japón en Madrid, los británicos supieron que Alcázar aseguraba que tenía una red de 21 espías en el Reino Unido. Luego se dieron cuenta de que muchos de ellos eran falsos informantes colocados por GW y otros eran pura invención del propio Alcázar. Años después, Alcázar presumiría de haber ayudado al lugarteniente de Hitler Martin Bormann a huir de Berlin y refugiarse en Argentina, y aseguró que en 1953 conoció a un hombre al que todos llamaban Führer y que tenía un gran parecido a un Adolf Hitler envejecido...
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