La década perdida de Italia y Portugal
"El principal reto macroeconómico [de las economías desarrolladas] para la próxima década es asegurarse que no se sumergen en otra década perdida". Esa era la advertencia que el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean Claude Trichet, lanzaba a sus colegas en la reunión que cada verano celebra la Reserva Federal de EE UU en Jackson Hole (Wyoming). Y no le faltan razones, a la vista de lo sucedido en los últimos 10 años.
En este tiempo, Italia y Portugal han sido los países -salvo Haití- que menor crecimiento han acumulado a nivel mundial, con un 2,43% y un 6,47%, respectivamente. Les siguen Japón (7,30%), Dinamarca (7,74%) y Alemania (8,68%). Cierto es que cuando las economías alcanzan un cierto nivel de desarrollo, el ritmo de crecimiento se ralentiza, pero lo que arrojan estas cifras, sobre todo en el caso de Italia y Portugal, es un modelo de crecimiento en forma de L, que ahora aparece como la principal amenaza para el conjunto de las economías consideradas ricas, entre ellas España, que ha cerrado la década con un crecimiento del 22%, bien situada entre los países desarrollados.
Los datos dibujan un modelo de crecimiento en L, como en Japón
Pese a la crisis, España sale bien parada entre los países avanzados
Ese modelo de crecimiento en L se conoce académicamente como estancamiento económico, definido por un prolongado periodo de crecimiento próximo a 0%, alto desempleo, baja demanda o exceso de capacidad productiva.
Cuando la teoría académica habla de década perdida, comúnmente lo hace en referencia a la experiencia de Japón en los años noventa. Entonces la segunda economía mundial afrontó un periodo de bajo crecimiento y alto desempleo por no abordar correctamente el proceso de saneamiento del sistema financiero y de reducción del endeudamiento de la economía. Claro que en el caso de Japón ya es más apropiado hablar de las dos décadas perdidas. [También se habla de década perdida en relación a Latinoamérica en los años ochenta, pero estas economías han dado por superada esa etapa al recuperar, en algunos casos con creces, el terreno perdido].
Pero no se trata solo de un fenómeno ligado al nivel de desarrollo alcanzado. Si fuera por eso, la primera economía del mundo sería la que menos crecimiento habría registrado en este periodo y, aunque moderado, su PIB ha acumulado un incremento del 17,77%.
El premio Nobel de Economía de 2008, Paul Krugman, ha alertado en numerosas ocasiones del riesgo que corre la primera economía mundial en seguir el modelo japonés si no adopta las políticas apropiadas para dejar atrás la crisis financiera. En enero pasado, Krugman aseveraba que "pese a los recortes de tipos de interés [fueron los primeros en situar el tipo oficial del dinero en el 0%], Japón nunca ha tenido una recuperación real. Hubo suficiente gasto público para evitar que se hundiera la economía, pero no lo suficiente como para generar una recuperación. Y las fuerzas privadas del mercado nunca tuvieron tanto vigor como para permitir la retirada de los estímulos públicos. El gran problema es que las recuperaciones posteriores a una crisis financiera casi siempre dependen de las exportaciones, y en una crisis global sincronizada es algo que no puedes hacer, salvo que empieces a exportar a Marte", ironizó.
Japón, Italia y Portugal tienen en común ese patrón de crecimiento en L que se traduce en un círculo vicioso de la economía y que muchos economistas atribuyen a la ausencia de una política fiscal restrictiva, de control de las cuentas públicas y reducción del endeudamiento. Los números les dan la razón. La deuda pública en Italia ronda el 130% del PIB, casi el 80% en Portugal y el increíble 217% en Japón, según los datos del Fondo Monetario Internacional (FMI). Para el profesor del IE Business School Rafael Pampillón, la falta de competitividad y las rigideces de estos mercados explican cómo se llega a mantener un crecimiento tan débil durante tanto tiempo. Un análisis que comparte, en buena medida, la Comisión Europea.
En sus previsiones de otoño, Bruselas advertía de que "problemas estructurales muy asentados, que han dado paso a un aumento insatisfactorio de la productividad, ya habían debilitado la economía italiana mucho antes de la crisis global". En cuanto a Portugal, la Comisión Europea admite que "desde principios de los años 2000, Portugal ha venido registrando un débil crecimiento económico, bastante por debajo de la media de la eurozona. Ha estado caracterizado por una persistente baja productividad, una competitividad erosionada, aumento del desempleo y un considerable déficit exterior. La actual crisis ha exacerbado esas debilidades, y algunos de esos desequilibrios están siendo corregidos de forma muy lenta y parcial". Conclusiones similares son respaldadas por los análisis del FMI y de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Stephen King, economista jefe del HSBC, argumenta en su reciente libro Perdiendo el control que las principales economías desarrolladas se dirigen sin remedio hacia el modelo japonés. "Occidente es incapaz de reactivar su economía porque no aprendió verdaderamente las lecciones de Japón. La primera de ellas y más obvia es no generar una burbuja de tamaño gigantesco. Esa amenaza se ignoró. En su lugar, políticos e instituciones prefirieron argumentar que Occidente era diferente", advierte. Serían, en ese caso, las economías emergentes las que asumirían el liderazgo, en sentido amplio, de la economía global.
Lo cierto es que, pese a las ingentes cantidades de dinero inyectadas a la economía, el crecimiento no acaba de despegar. Ese es claramente el caso de EE UU, que se plantea una nueva ronda de compra de bonos a través de la Reserva Federal para intentar reactivar el crecimiento. Y todo con una tasa de paro próxima al 10%, para la que la sociedad estadounidense no está preparada para mantener de forma relativamente prolongada en el tiempo. Pero la amenaza está ahí: que el modelo de Italia, Portugal y Japón se convierta en la nueva realidad para los países desarrollados.
Mal común
- Italia, Portugal y Japón han registrado el menor crecimiento mundial en la última década: un 2,43%, un 6,47% y un 7,3%, respectivamente.
- En estas economías converge un escenario de crecimiento muy bajo, desempleo, deterioro de las cuentas públicas y pérdida de competitividad.
- Distintos economistas alertan de que si no se adoptan las medidas apropiadas para salir de la crisis, esa puede ser la nueva realidad.
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