La sonrisa de Sr. Chinarro
Sr. Chinarro, Presidente. Desde el título, al nuevo disco de Antonio Luque -el undécimo, nada menos- se le ven las ganas de reír. Es abierto, expansivo, feliz. "Bueno, no es una felicidad completa. Tiene mi punto cínico característico. Es un poco impostada". Vaya, la alegría no va en serio. Lástima, parecía que Presidente era la prueba definitiva del cambio de Luque (Sevilla, 1970). El último paso de un largo camino de 20 años que lleva de ser un comentario al pie de página de la historia del pop español a un músico con su propia página y que, además, sin ser superventas, sobrevive dignamente de su trabajo. Porque este sevillano luce, con 40 años, infinitamente mejor que con 30, incluso que con 20. En Madrid, en la oficina de su sello, Mushroom Pillow, aparece hecho un pincel. Traje negro y camisa con el primer botón desabrochado; la melena encrespada y la barba bíblica poblada de canas de diferentes tonalidades, del marrón grisáceo al blanco nuclear, le dan el toque de estrella del rock underground. Se parece a uno de sus ídolos, Wayne Coyne, el líder de Flaming Lips. Nada que ver con el autor de Quiromántico (1997), su primer éxito, si alguna vez ha tenido algo parecido a un éxito. Aquel tipo que trabajaba en una fábrica de Bollycao, se escondía de la prensa, rehuía el directo y llenaba sus álbumes de canciones atormentadas sobre relaciones fallidas.
"Es muy duro darse cuenta de que al final todo, incluso lo que te hace ligar, es un asunto de dominación genética"
Cuando empezó, en 1990, era un remedo español de The Cure. Eligió como seudónimo artístico el del personaje que era blanco de las burlas y las bromas de los payasos en El gran circo de TVE, el programa infantil más conocido de su generación. El tipo que salía siempre derrotado, engañado y timado. Un perdedor de manual. Con El fuego amigo, en 2005, la cosa tomó otro rumbo que parece culminar en este Presidente. Todo el disco, desde su comienzo con Una llamada a la acción, recuerda un poco al Lou Reed de la primera mitad de los ochenta, el de New sensations. Ese momento en el que el neoyorquino dejó de ser un personaje dramático y pasó a hacer temas alegres y desenfadados como I love you Suzanne. Pero Luque acepta con un "quizás" la comparación. Es reticente a confesarse feliz, como si eso fuera el equivalente de algún tipo de minusvalía. "Yo es que creo que es algo solo al alcance de gente cortita. Hace unos días, la modelo con la que grabé el vídeo, que era muy bella, pero además no era tonta en absoluto, me contaba que cuando era pequeña sus padres la castigaban a pensar: 'Vete al rincón y piensa'. La felicidad es imposible si piensas. Si piensas en la vida es lógico que sientas angustia porque no tiene más sentido que perpetuarse a sí misma. Toda nuestra conducta se resume en que, conscientemente o no, queremos dejar nuestros genes. Es muy duro darse cuenta de que al final todo, incluso ligar, es un asunto de dominación genética. Y que las elecciones se basan en eso. La mujer está preocupada porque el macho sea fuerte. Ahora la fuerza es el dinero. Por eso gente como Berlusconi o Flavio Briattore tienen a su alcance escuadrones de pivones. Al final resulta que no se trata de que ellas sean perversas, simplemente aseguran la supervivencia de sus crías". Un discurso que encaja con la idea general del disco. Porque no es un álbum político, sino que trata de algo mucho más importante: "La idea que más presente está en el disco es la del sexo como nuevo lugar común. Hablar de amor siempre funciona, la gente se sigue enamorando y poniendo grandes esperanzas en las relaciones de pareja, idealizadas como algo mágico y misterioso. Yo me he divertido trivializando todo aquello. Lo que hago es concretarlo todo en la acción carnal".
Ahora es menos pudoroso, ya no se cubre con metáforas. "Sí, eso es así. Me siento más seguro. Ayuda que llevo un tiempo viviendo de la música y, por lo tanto, mi vida se empieza a parecer al ideal que yo tenía desde el principio. Hay mucha gente que pasa sus días metido en una oficina. Yo ya no. Y aunque haya muchos días en los que no puedo asegurar que soy una persona feliz, sí que es verdad que siempre puedo disfrutar de un paseo por la mañana. Trabajo mucho pero puedo hacer lo que me da la gana. Esa es una libertad que te hace feliz. Y claro, eso se va notando en las canciones. Estaba más amargado cuando tenía que hacer trabajos que no me interesaban para otro". Ese estado de ánimo es lo que refleja la instrumentación del álbum. Presidente es musicalmente exuberante. Trompetas y violines para elevar los corazones. En algunas de sus canciones se distinguen hasta cuatro guitarras. Los desconfiados ya pueden escuchar en la radio (y en Internet) Vacaciones en el mar, el primer sencillo, que se pondrá a la venta el día 21 (el álbum al completo llegara a las tiendas el 4 de abril). "Este es el disco más rico que jamás he grabado. Jordi [Gil, su productor, que ya lo fue de El mundo según, de 2006, y Ronroneando, de 2008] tiene mucho que ver en la envoltura de las canciones y hasta en las letras. Lo grabamos en casa. Está bien irse a otra ciudad a grabar, pero Jordi es el dueño de un estudio en Sevilla. Tiene la oportunidad de decidir cuántas horas meter, independientemente de la cantidad de dinero que se le haya dado. Hasta el punto de que yo tenía la sensación de que eran infinitas. Además, por tener el estudio Jordi conoce a músicos de todo tipo y condición con los que puede llegar a acuerdos. A mí ahora me apetecería grabar un disco más sencillo". Luque reconoce que la cosa técnica le cansa. "Yo a las mezclas ni fui. Bueno, lo hice el primer día y me di cuenta de que era muy aburrido. El que mezcla está entretenido, pero para mí, que estaba mirando... Le di un par de consejos y afortunadamente no me hizo caso. El otro día hice la prueba definitiva. Estaba en un bar y cuando cerró puse el disco a ver qué tal. Y sonó muy bien. Así que menos mal que no me escuchó".
Quizás por eso ha ampliado sus intereses. En 2009 publicó Socorrismo, un pequeño libro con dos relatos, y asegura tener una novela lista y entregada, esperando tan solo el visto bueno de su editorial. "En la promo de Socorrista he conocido a varios escritores. Son parecidos a los músicos, aunque generalmente es gente más leída que el músico medio, que tiene apasionantes conversaciones sobre modelos de guitarras", explica. Hay que tener en cuenta que es todo lo contrario a un músico virtuoso. "Yo uso la guitarra para acompañar lo que escribo. Pero estoy recibiendo clases. El saber no ocupa lugar y además no me vendrá mal. Aunque al estudiar me doy cuenta de que la mayoría de las cosas ya las sabía de forma intuitiva. Son 20 años tocando la guitarra. También estoy dando clases de canto. Para usar la técnica y que el resultado final no dependa de mi estado de ánimo y de mis ganas de cantar", dice la misma persona que hace años declaraba: "Al crecer, mi voz ha cambiado por su cuenta. De todas formas he conservado mis mejores gallos". "Es mi técnica conocidísima de la antipromoción, lo malo ya lo digo yo, y así te obligo a ti a decir lo bueno. Mira (perdón por usar la palabra artista), el artista tiene que cuestionarlo todo para reelaborarlo a su manera. Y en ese cuestionamiento entra el de uno mismo. A veces dudas y lo pasas mal. Si coincide que tienes uno de esos días en los que crees que no eres especialmente bueno y tienes que cantar, la cosa se pone fea. Pero te tomas una copa con tus amigos y mejora. Cada cual tiene su técnica. Yo a veces pienso: 'Joder, la crítica dice que soy bueno, pues lo seré". Y cuenta con la complicidad de su público. Un colectivo pequeño, pero que le adora y al que él respeta: "Yo estoy harto de comprobar que es gente culta con un nivel, una inteligencia ligeramente por encima de la media. Es así. Lo he hablado con músicos que venden más que yo, y me dicen: ¡Joder, Antonio, es que un fan de los tuyos vale por 10 de los míos!".
Presidente. Sr. Chinarro. Mushroom Pillow. Se publicará el 4 de abril.
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