Los hombres libres y el mar
La Pinacoteca de París alberga una emocionante exposición sobre Hugo Pratt. Allí están sus acuarelas, sus paisajes, las planchas de la edición íntegra de La Balada del Mar Salado, la primera aventura de Corto Maltés, y también algunas frases del maestro. Una de ellas reza: "Soy veneciano, confío en el mar". Escriba lo que escriba -"pese a lo que cuentan las agencias turísticas, el Mediterráneo es un hijo de la gran puta"-, el autor del libro que nos disponemos a glosar confía en su mar como quien confía en la vida. Si Los barcos se pierden en tierra, el libro que recopila los textos marítimos de Arturo Pérez-Reverte (muchos publicados en XL Semanal aunque también hay conferencias), se pudiese resumir en una idea sería esa: estamos hechos de la misma materia, la misma sal y la misma agua que ese mar cansado por el que circulan nuestros sueños y nuestros miedos, nuestras guerras y nuestras mercancías, nuestras palabras y nuestra memoria, desde antes de los tiempos en que un bardo ciego llamado Homero inventó a los héroes mientras recitaba "muchos males pasó por las rutas marinas luchando por sí mismo y su vida y la vuelta al hogar de sus hombres". "Antepasados que nacieron, lucharon y murieron asumiendo las reglas aprendidas de este mar sabio e impasible", escribe Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) en uno de los textos que forman este volumen que recoge muchas de las obsesiones literarias y humanas del novelista español. El mar tiene un protagonismo obvio en algunos de sus relatos (Cabo Trafalgar, La carta esférica, Corsarios de Levante o El asedio), pero sobrevuela toda su literatura porque los grandes contadores de historias que le convirtieron en escritor, desde Stevenson hasta Conrad pasando por Hergé, Melville o los artesanos de Hollywood y sus viejas películas de piratas, se forjaron en el agua. Tampoco debemos olvidar que, antes de novelista, Pérez-Reverte es marino. Y que antes de haber sido escritor, antes de su etapa como narrador de batallas, fue un niño que se crió entre historias de marinos en Cartagena y que una vez vio un barco fantasma.
Los barcos se pierden en tierra. Textos y artículos sobre barcos, mares y marinos (1994-2011)
Arturo Pérez-Reverte
Prólogo de Jacinto Antón
Alfaguara. Madrid, 2011
360 páginas. 18 euros
"Lo conozco y gracias a él me conozco a mí mismo", escribe sobre Ulyses. Los barcos se pierden en tierra es un libro lleno de literatura (sus artículos sobre Tintín, Moby Dick o las novelas marinas de Patrick O'Brian son memorables), de historia (grandioso el relato de la derrota en Santiago de Cuba, el 2 de julio), a veces pendenciero (propone torpedear a los balleneros, un método no por radical menos justo para acabar con el saqueo suicida de los océanos), otras tierno (los lectores difícilmente olvidarán la historia de la niña que se bañó con delfines) y siempre sincero. En su descripción del avistamiento de una manada de ballenas mientras doblaba el cabo de Hornos, el lector se topa con el encuentro entre naturaleza y literatura ("ni siquiera consideré la posibilidad de ir en busca de la cámara fotográfica por miedo a perderme la belleza de aquel instante tan vinculado a mis lecturas, a mis sueños"), entre la cultura y el mar, entre el Mediterráneo y la memoria, entre las tormentas y los héroes, que son las ballenas blancas de Pérez-Reverte. "Hombre libre, siempre amarás el mar / El mar es tu espejo, contemplas en él tu alma", escribió Baudelaire. No por citados son versos menos ciertos. Porque sin hombres libres y sin barcos no existiría la literatura.
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