Juan Rulfo
No oyes ladrar a los perros (1953)
En Luces de Bohemia, El Preso le dice a Max Estrella: "Su hablar es como de otros tiempos". Esos otros tiempos no son los tiempos más o menos antiguos. Son los tiempos en que la luz y la sombra fermentan con saliva y habla como nunca la boca de la literatura. Y ocurre lo que Lawrence Ferlinghetti ansía en su Poetry as insurgent art: "Compón en la lengua, no en la página". Tal vez he empezado por el final. Todo eso se cumple en No oyes ladrar a los perros (incluido en El llano en llamas). Es un relato bíblico. El andar (¡el hablar!) del padre con el hijo moribundo a cuestas es el tránsito del tiempo a la intemporalidad. Y después de leer todo lo que Juan Rulfo (Sayula, Jalisco, 1917-Ciudad de México, 1986) ha escrito sólo cabe decir: "Amén".
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