Jesús G. Requena

Dos mujeres piensan en el varón ausente. Una está en París y la otra en una mansión victoriana, pero ambas lo evocan ante una gran cama de matrimonio. Este juego de significantes entre La edad de oro y Rebeca, quizá se corresponda con el que forman Scottie, el detective de Vértigo, avistando a Madeleine por vericuetos urbanos, y el personaje de Ese oscuro objeto del deseo que espía o imagina a una mujer desde estrechos corredores: ambos esperan una mirada cómplice que no se produce. Con estos (y otros) paralelos traza el profesor González Requena figuras de un deseo prohibido en Hitchcock y Buñuel. Otros, en la siguiente etapa de la muestra, fijan espacios del deseo: aquél en el que se espera desaparezca el signo de una obsesión (una caja de música -Ensayo de un crimen-, un coche, el de Marion en la ciénaga -Psicosis-) o el que parece brindar protección, como la chimenea, donde queman parte de sí las protagonistas de Belle de jour o Viridiana, y donde espera hallar asilo Melanie pero por donde los pájaros invaden en tropel la casa de los Brenner. El itinerario lleva poco a poco hasta imágenes que centran este peregrinaje del deseo: el enigmático campanario (Él, Tristana, Vértigo) o las imágenes del crimen (Marnie la ladrona, Tristana). La muestra tiene algo de efemérides: señala, tras su larga crisis, la normalización de la actividad del Centro José Guerrero. Se ha respetado incluso la cadencia que fechaba en esta época del año exposiciones dedicadas al cine o el vídeo, para coincidir con Cines del Sur, el festival de Granada. Puede extrañar una muestra compuesta sólo de fragmentos de filmes. En realidad abre una vía de interés, no muy diferente de las que ofrecen la lectura de un autor, fruto de una investigación. Así ocurre en este caso que es una densa reflexión sobre la obra y la figura de Buñuel y Hitchcock. La consistencia del trabajo de González Requena queda patente en el ambicioso catálogo, aunque quizá no en la misma exposición. Es la única crítica que cabría hacer a este trabajo.