Hotel DF
Narrativa. La escritura de Guillermo Fadanelli (Ciudad de México, 1963) es refractaria a las filigranas sintácticas. No es sólo una exigencia estilística, una manera de alejarse de las prosas envolventes. Esa elección tiene mucho que ver con lo que relata. Es una elección cronometrada porque lo que nos cuenta en su nueva novela, Hotel DF, como ya ocurriera en La otra cara de Rock Hudson y en su libro de cuentos Compraré un rifle (ambos de 2004), es el diagnóstico epidérmico de la realidad social (y antisocial) del México contemporáneo. Habría que remontarse al laconismo de Hemingway para hacerse una idea aproximada de lo que quiero decir. Y a esa suerte de peligro latente que siempre encontramos en sus grandes relatos. Sólo cuando accedemos al mundo de Fadanelli, cuando nos cruzamos con la catadura moral y humana de sus criaturas de ficción, es cuando comprendemos el ritmo y el filo de sus palabras. En Hotel DF el autor mexicano nos dibuja, como si se tratara de contornos electrificados, una serie de personajes reunidos todos en un hotel, el Hotel Isabel. Fadanelli ensaya una especie de alegoría ética. Como lo hizo Julio Cortázar en Los premios, esa nave repleta de tipos humanos desafiando una misteriosa prisión flotante. La idea del hotel como microcosmos la hemos visto en algunas novelas baratas y series de televisión. Fadanelli la aprovecha para transformarla en la desnuda metáfora del México que siempre sale en las portadas de los diarios. Quien narra es un supuesto periodista llamado Frank Henestrosa. Su voz irónica, fatalista a ratos y lúcida siempre, nos guía por esa galería de seres extraños entre sí, cita de extranjeros que apenas se enteran en dónde están junto a facinerosos de tomo y lomo. Todo pasa en un espacio cerrado. Y sin embargo, feliz y redonda paradoja, la novela de Fadanelli queda abierta. Como un interrogante. ¿El de la ciudad, el del país?
Hotel DF
Guillermo Fadanelli
Mondadori. Barcelona, 2011
290 páginas. 18,90 euros
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