La compleja arquitectura de la viñeta
Se ha hecho de rogar, pero tras tres lustros de gestación ve por fin la luz uno de los proyectos más esperados del cómic americano: Asterios Polyp, la primera obra en solitario del inquieto dibujante David Mazzucchelli, en la que asume no pocos retos personales que proyecta a su vez hacia el lector. Un autor de dilatada trayectoria, formado como muchos otros en la dura escuela del dibujante de fill-in, aprovechando los huecos que dejaban los autores más famosos de las poderosas editoriales de superhéroes Marvel y DC. Un camino clásico y lento que se precipitó radicalmente al tener la posibilidad de trabajar junto a un genio como Frank Miller. Su colaboración en la serie Daredevil dio lugar a Born Again, una de las sagas más recordadas de la historia del género, toda una obra maestra del noveno arte donde el dibujante recibiría un doctorado acelerado en el uso más innovador de los recursos narrativos del cómic de la mano de uno de sus grandes renovadores. El aprendizaje no caería en saco roto: su siguiente colaboración con Miller en Batman Año Uno, otro personaje icónico del género, mostraría un salto cualitativo espectacular, una evolución hacia la síntesis gráfica y narrativa en el que tomaba nota de otro grande, el dibujante Alex Toth, y que marcaba lo que sería una futura trayectoria de experimentación constante. Tras abandonar los superhéroes que tanto éxito le proporcionaron, abrazó la independencia más absoluta a través de su propia publicación, Rubber Blanket, una revista donde daría rienda suelta a todas sus inquietudes de experimentación formal y que, con apenas tres números, le abriría la puerta de un ambicioso proyecto: la adaptación al cómic de la novela de Paul Auster Ciudad de Cristal. Con la guía de Art Spiegelman como director del proyecto y junto a Paul Karasik, Mazzucchelli firmó una de las obras más sugestivas de los noventa, un complejo ejercicio formal de exploración de las posibilidades narrativas del lenguaje del cómic que colocaba al dibujante como un referente ineludible del medio. Sin embargo, inesperadamente, tras este éxito se retiraba prácticamente del cómic (con apenas algunas colaboraciones esporádicas en antologías) para dedicarse a la docencia y a un ambicioso proyecto personal que, para desespero de los aficionados, nunca llegaba a ver la luz. Tras quince años y un cambio de siglo, ese anuncio se convertía en la realidad de Asterios Polyp. Una novela gráfica sorprendente tanto en forma como en fondo, donde narra la historia de un brillante pero frustrado arquitecto que, cual nueva odisea en una sociedad de hiperdiseño mediático, inicia un largo periplo en busca de su ex mujer. Un clásico viaje iniciático en busca del yo en el que no es difícil encontrar los muchos paralelismos que se dan entre ese arquitecto refugiado en la enseñanza que nunca ha llegado a construir un edificio y un autor dedicado a la docencia que no ha hecho cómics durante un largo periodo. Un andamiaje argumental eufemístico, construido con un espectacular despliegue de estructuras formales, que sirve de parapeto a un autor deseoso de contar sus ideas sobre la vida, reflexiones a vuela pluma muchas veces, pero frescas en contraste con un planteamiento narrativo diseñado y reflexionado al milímetro. Pensamientos sobre la religión, el amor, la creación o el arte, presentados en un tablero de ajedrez de obsesiva dualidad, expuesta a través de la oposición entre el personaje de Asterios (dual de nuevo en tanto imagen de su creador) y su gemelo muerto al nacer, Ignazio, su opuesto y, paradójicamente, la voz narradora, la voz que debería pertenecer por derecho propio al autor.
Narra la historia de un arquitecto que, cual nueva odisea en una sociedad de hiperdiseño mediático, inicia un largo periplo en busca de su ex mujer
Un atractivo y original planteamiento argumental que no olvida dejar espacio para el humor en forma de sutil y socarrona autosátira, pero que tendrá en su desarrollo formal un espectacular valor añadido. Mazzucchelli explora la historia del noveno arte para hacer colecta de un extenso repertorio de recursos narrativos que son reescritos e integrados con obsesión casi acumulativa: estilos gráficos diferentes para cada personaje que se adaptan a su estado emotivo, tipografías diferenciadas, complejas composiciones de página... todo encajado para que el dibujo sea el máximo elemento narrativo, el vehículo de un discurso en el que el texto se integra como una parte más de la narración gráfica, demostrando que el lenguaje de la historieta va mucho más allá de la clásica concepción de híbrido de texto y dibujo. Un grafismo brillante envuelto en un exquisito uso atmosférico de la paleta cromática, jugando solo con cian, magenta y amarillo (y un agresivo rojo reservado a la mujer, el oponente del hombre), que irán combinándose lentamente hasta que los colores vayan naciendo a medida que el viaje interior de Asterios va descubriendo su yo real. Es tan apabullante la diversidad de recursos gráficos que se podría pensar que es este ejercicio formal el protagonista verdadero de Asterios Polyp, pero es precisamente en ese momento donde el autor triunfa, reconvertido en arquitecto de las viñetas que doma esa forma con espíritu innovador para transformarla en el vehículo de sus reflexiones. Una obra que nace como referencia obligada de las posibilidades del noveno arte.
Asterios Polyp. David Mazzucchelli. Traducción de Lorenzo Díaz. Sins Entido. Madrid, 2010. 344 páginas. 30 euros.
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