Belleza sucia la del mundo
Para la mayoría de lectores, la importancia de Juan Bernier (La Carlota, Córdoba, 1911- Córdoba, 1989) queda reducida a su intervención en la fundación y desarrollo de la revista cordobesa Cántico (1947-1949; 1954- 1957), junto a Ricardo Molina, García Baena, Julio Aumente y Mario López. Debe precisarse que ni los autores de Cántico son intercambiables estéticamente, ni pueden, uno a uno, constreñirse a la poética con que participaron en la revista. El caso de Bernier es meridiano: autor de una obra muy breve cuyo primer fruto fue Aquí en la tierra (1948), el resto de sus títulos, con amplísimos lapsos de silencio entre ellos, queda fuera del arco temporal de la revista y en cierta medida de sus presupuestos artísticos (en concreto Una voz cualquiera, de 1959). La publicación de Poesía completa, coincidiendo con el centenario del poeta, permite comprobarlo.
Poesía completa
Juan Bernier
Edición y prólogo de Daniel García Florindo
Pre-Textos. Valencia, 2011
264 páginas. 18 euros
Diario
Juan Bernier
Edición de Juan Antonio Bernier
Pre-Textos. Valencia, 2011
516 páginas. 25 euros
Durante mucho tiempo se supo de la existencia de un mítico y previsiblemente impudoroso Diario que escribió Bernier entre 1937 y 1947. A su corrección y lima dedicó sus últimos años, pero la muerte fue más rápida. Por fin ha visto la luz, al cuidado de su sobrino nieto Juan Antonio Bernier. El título resulta algo engañoso, pues el volumen se compone de un conjunto de retazos memorialísticos, que se ocupan de los años comprendidos entre 1918 y 1936, y el diario en sí, que lo hace discontinuamente desde 1937 hasta 1947. Los escasos apuntes de 1947, subtitulados 'Nace Cántico', parecieran responder a la intrahistoria de la revista y a las relaciones entre sus protagonistas; pero ni ahí ni antes se demora en ello Bernier. Por aquí y por allá asoman algunos poetas, y en especial su confidente García Baena; pero, aun sin ser una novela, el Diario es por encima de todo un relato de aprendizaje (Bildungsroman) estrictamente personal, vertebrado alrededor de la homosexualidad del autor, su efebofilia y la conciencia dolorosa de su singularidad.
Su participación en la Guerra Civil, en el bando franquista, lo saca de su solipsismo y lo arroja a la bestialidad del entorno: "... escribo rendido de marchas y contramarchas y de la emoción de las fatigas del combate. He visto veintitantos heridos rojos en un puesto de la Cruz Roja; heridos que nosotros pasamos a la bayoneta. He cargado muertos en camiones... Hemos robado el pueblo y hemos comido de él, de sus matanzas, de sus gallinas". Pero el retorno a la normalidad solo supone la constatación de su marginación, que le hace volver como vencedor para vivir como vencido. El paganismo vital, la sensualidad exacerbada y el rosario de encuentros eróticos, siempre a resguardo de miradas o sospechas en una Córdoba asediada por el qué dirán, no neutralizan el sentimiento de humillación y de honda vergüenza, que le hace exclamar: "¡Qué lejos hoy de Grecia! Se ha convertido en crimen lo que no es sino diferencia. Como ladrones y asesinos, a este amor y a esta caricia se la conoce en las tinieblas, entre la inquietud y las sombras".
El tematismo de este Diario está tan nucleado en torno a su sexualidad, y su espíritu tan saturado de una angustia voluptuosa, que el lector tiene la sensación de que se le han escatimado otras esquinas importantes del poeta. Y ahí radica la extrañeza: cómo un libro desnudo e impúdico como este, que alcanza una cima en la expresión literaria de la intimidad, deja tan a oscuras otras provincias del hombre; sin excluir la que, a priori, interesaría sobremanera a sus lectores: la de sus reflexiones sobre poesía, que aparecen excepcional y cicateramente en estas páginas.
El demonio y la carne
Aquí en la tierra (1948), primer y excelente libro de Bernier, abre la puerta a un paganismo esencial, un homoerotismo temático y un júbilo dionisiaco amenazados por la gazmoñería y la hipocresía sociales, y que se verbalizan en poemas extensos y versículos suntuosos. La entrega siguiente, Una voz cualquiera (1959), de un vitalismo más replegado, muestra una voluntad de compromiso con la poesía de denuncia y con la función representativa del poeta (el título es revelador y aplicable a numerosos libros coetáneos de poesía social). Casi veinte años después, en 1977, dio Bernier a la imprenta Poesía en seis tiempos, una antología de éditos e inéditos compartimentada difusamente por temas. En este regreso a la escritura, cuando el poeta parecía ya amortizado, tuvo mucho que ver el estímulo y reconocimiento de los novísimos sesentayochistas. La antología de Guillermo Carnero (El grupo 'Cántico' de Córdoba, 1976; reedición ampliada, 2009) puso en el escaparate a unos poetas olvidados de los que los jóvenes se reputaban herederos: pocas veces podrá decirse con más tino que los hijos han sido los "padres de sus padres". La heterogeneidad de Poesía en seis tiempos, con abundante obra de aluvión, impide su equiparación estética a los títulos iniciales. Su último libro, En el pozo del yo (1982), reitera los caracteres de su lírica; pero a esas alturas el poeta hacía casi un cuarto de siglo que había dado sus mejores frutos.
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