Ana María Maiolino
La retrospectiva de Ana Maria Maiolino en la Fundació Tàpies -la primera en el contexto europeo- no nos habla de una gran artista, pero sí de una voz necesaria, entonces en los sesenta, cuando formaba parte de la configuración de la nueva vanguardia brasileña, y hoy como una fuerza obstinada y eléctrica, específicamente moderna, nunca con la pretensión de colocar al espectador en un espacio seguro y abarcable, sino de inquietar su mirada a través de unos trabajos de orgánica vitalidad, armados de vacíos, despojados de miedos.
Como artista derivativa del movimiento antropofágico brasileño, con Hélio Oiticica y Lygia Clark, Maiolino pone de manifiesto una preocupación por el cuerpo y el lenguaje, entendidos como moduladores de la subjetividad y la dimensión social del individuo. Nacida en Calabria (1942) y emigrada muy joven a Latinoamérica, su trabajo se desarrolla a través de una gran variedad de medios -poesía, fotografía, vídeo, accionismo, escultura, instalación y, sobre todo, el dibujo- en formas escatológicas, batailleanas, y en acumulaciones de elementos rudimentarios modelados directamente por gestos primordiales y repetitivos de la mano. Sus dibujos y esculturas hechos con papel, de los años setenta y noventa, algunos con un marcado lenguaje neoconcreto, negocian con dicotomías dentro/fuera, positivo/negativo, ausencia/presencia, fondo/superficie. En ellos, el papel es un cuerpo que muestra sus huecos, como si fuera el interior de nosotros mismos. Lo que sobra, lo que falta, el negativo de un molde, lo que hay debajo del cascarón, se muestra en toda su humildad y poesía.
Ana Maria Maiolino
Ana Maria Maiolino
Fundació Tàpies
Carrer Aragó, 255. Barcelona
Hasta el 16 de enero de 2011
Una de las piezas centrales de esta exposición es una instalación efímera hecha con barro sin cocer que, al secarse, acaba lentamente convirtiéndose en polvo. La pieza Entrevidas (1981) -una habitación donde vemos decenas de huevos esparcidos por el suelo- evoca el mandato biológico de la reproducción y la idea de libertad y consigue un equilibrio entre la gracia y la provocación, muy propio de una artista preconsciente que siempre ha estado en tránsito y que mirando hacia dentro ha sabido encontrar tanto la identidad del ser humano como su triunfo.
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