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Crítica:Días de diversión
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cuando no pasa nada

"¡Música!" gritó desesperado un hombre desde un tendido alto de la sombra. No era para menos. Se corría el sexto de la tarde y no había ocurrido nada en la plaza. Y, claro, después de apoquinar más de 50 euros por una butaca, la desesperación tiene licencia cuando ves que se va el espectáculo sin nada que llevarse al recuerdo.

En Illumbe, como en otras plazas vascas, la música la concede el presidente, que es quien ordena tocar a la banda. Así que por mucho que algunos se esfuercen en presionar a los músicos, ellos cumplen órdenes. Pero en el ruedo no pasaba nada y el usía tampoco quiso pasodoble en este pasaje.

El Fandi era quien estaba en el ruedo, y también se dirigió al hombre de la batuta para que le animara su anodina faena. Tardó poco en romperse el tedio. Un varetazo del toro en el gemelo del granadino asustó a los tendidos y fue suficiente para regalarle una oreja, que el presidente no pudo negarse a conceder debido a que había mayoría. El hombre se justificaba en la masiva presencia de pañuelos ante algunos aficionados abochornados por el premio. El reglamento no le permite cerrar los ojos. Una lástima.

TAJO y REINA / CORDOBÉS, CID, FANDI

Tres toros del Tajo: 1º,3º y 5º y tres de La Reina, 2º, 4º y 6º, bien presentados, blandos y con poca clase.

Manuel Díaz El Cordóbes: estocada caída (saludos) y pinchazo, estocada y un descabello (saludos tras un aviso).

El Cid: metisaca en los bajos, dos pinchazos, casi media y descabello (saludos) y estocada caída (saludos).

El Fandi: estocada atravesada y dos descabellos (saludos tras un aviso) y estocada caída (oreja).

Plaza de Toros de Illumbe, 13 de agosto de 2009. Quinta de la Feria de San Sebastián. Media entrada.

Escalafón es una de esas palabras que los aficionados querrían borrar

La tarde se desparramaba desde la colina de Illumbe con el peor de los sellos posibles. Decía el crítico Antonio Díaz-Cañabate, que el mayor castigo para la fiesta de los toros es que no ocurra nada. Y ayer era uno de esos días.

Por quitarnos, nos habían empezado por sisar el primer tercio. Los picadores aplaudidos por simular. Un primer encuentro de trámite y el segundo para marcar. El Cordobés pensó que todo era Jauja e intentó el cambio con un pinchacito y un marronazo. No tragaron.

Y así discurría la tarde. Ni larga ni corta, ni olés ni silencios, ni orejas ni pitos... Nada. Eso sí, más saludos que en un desfile. Al final de cada toro, los maestros salieron al tercio a recibir el afecto del público. Daba lo mismo haber matado a la primera que un mitin, metisaca incluido. A saludar.

Estaban en el cartel tres de los toreros que más actúan durante la temporada. El Fandi es el líder del escalafón; es decir, el que más corridas lidia, y lo lleva a gala. Escalafón es una de esas palabras que los aficionados querrían borrar del diccionario, de la que huyen cuando alguien la menciona. Se ordena la clasificación por el número de las actuaciones, no por la importancia de sus trofeos. Así El Fandi es el que más torea, pero no el que más trofeos corta en plazas de primera.

Después de verle en tardes como la de ayer, uno desearía pedir los vídeos para saber cómo es posible que haya indultado dos toros en los primeros diez días de agosto. En San Sebastián se hartó de pegar pases, pero resulta imposible recordar alguno. Siempre descolocado, hacia afuera y sin dejar los pies quietos en ningún momento. Las banderillas, violín incluido, siguen siendo su fuerte.

El Cordobés regresó a San Sebastián diez años después, aunque por lo lejos que se pasó a sus toros podía haberlo hecho desde otra ciudad. Eso sí, desplantes, alardes y conversaciones con el toro en lugar de torear.

Más sorprendente fue ver a El Cid desbordado por el quinto. Con la de corridas duras en las que ha triunfado este diestro... Habrá que pensar que ayer tampoco estaba inspirado y tiró por la calle del medio para no desentonar con sus compañeros.

Quedaba la sensación de que sí los espadas hubieran querido o sabido mandar, ponerse y tirar de ellos, los toros de Joselito habrían servido. Por lo menos, el quinto lo dejó muy claro.

Así que el hombre del tendido de sombra no aguantó más y suplicó música. Por lo menos que pase algo.

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