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Columna
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Los otros

Sartre dijo que son el infierno, nuestro infierno en la tierra: los otros. Son distintos, no son como nosotros, son marcianos de Júpiter, africanos de Angola, ecuatorianos de Dios sabe dónde. Vienen de cualquier parte, es decir, de todas partes menos de la nuestra. Llegan como las infecciones y las plagas, son una enfermedad infectocontagiosa, eso es, eso son. Son los otros, los monstruos. Seve Calleja ha escrito un atinado ensayo sobre el tema titulado Desdichados monstruos. Comienza el libro con una cita de Wiktor Stoczkowski: "El otro lleva su diferencia marcada a fuego: poco tardaremos en encontrarla escandalosa". En la piel y en la lengua, en cada pliegue de su ropa, en cada pelo está, como un letrero de neón, la diferencia de los diferentes.

El problema es que llegan y se quedan. Vienen para quedarse, para crecer y multiplicarse en nuestras calles, en nuestros hospitales que no son suyos, en nuestros parques y en nuestras escuelas. Dicen que su presencia, en gran medida, se la debemos al efecto llamada. El consejero de Educación de la comunidad autónoma habla, en cambio, de otro efecto al que llama efecto huida. Fenómeno por el cual los padres huimos como de la peste de los colegios atestados de negros, hispanoamericanos, magrebíes y demás alienígenas. "No enviamos a esos centros a nuestros hijos", afirma el consejero en primera persona del plural, y afirma bien: no los enviamos. Y tampoco es pecado no enviarlos. Es fácil incurrir en irenismos de la peor especie tratando estos asuntos. Nadie es inmaculado. Nadie es puro. No hay nada más hipócrita que una estrella del rock o un actor de postín ejerciendo la solidaridad sobre papel cuché.

"Les adeudo a los inmigrantes", confesaba Francisco Javier Irazoki (autor de un libro lírico de una rara belleza titulado Los hombres intermitentes), "el favor de haber manchado la pureza dañina de mi infancia". La pureza puede ser, en efecto, una droga letal que lo mismo adormece que enerva. El sueño de la pureza -deberíamos saberlo a estas alturas- produce monstruos como Adolfo Hitler o personajes de sainete trágico como Sabino Arana, petrificado en los Jardines de Albia, delante de la puerta de la casa paterna. Pero la realidad es que las aulas se llenan de inmigrantes y seguirán haciéndolo, a pesar de Sabino e incluso con la anuencia de sus herederos.

Muchos de los que claman contra estas oleadas llegaron en su día arrastrados por otras mareas migratorias, distintas pero iguales. Lo que ocurre es que lo han olvidado, lo hemos olvidado con un punto y final, borrón y cuento nuevo, historia nueva, antecedentes nuevos, pasado hecho a medida. La memoria es un tren que algunos pierden de modo voluntario. El tren de la memoria se titula el documental de Marta Arribas y Ana Pérez que se presentó el pasado sábado en el Teatro Principal de San Sebastián dentro del V Festival de Cine y Derechos Humanos. Recuerda aquellos trenes que el franquismo fletaba para los emigrantes con destino a Alemania, Francia, Suiza... Exportábamos carne de emigrante en aquel tiempo. En realidad, nunca dejamos de hacerlo.

En 1896 un txotxolo xenófobo llamado Emiliano de Arriaga publicaba el famoso Lexicón Etimológico, Naturalista y Popular del Bilbaino neto, con entradas como la siguiente: "Maketo: Apellídase así a todos los naturales de Maketania, especialmente a los que de veinte años acá han invadido en proporciones alarmantes el territorio euskeriano y sentado sus reales en este pueblo a la busca de una fortuna y bienestar que jamás hubiesen soñado en sus respectivas comarcas. Es aprovechador por naturaleza". "Maketófilo", explicaba Arriaga en su diccionario, "es el euskeriano maketizante o que simpatiza más de lo regular con la gente advenediza y la favorece incondicionalmente en su poco delicada tarea de abrirse camino entre nosotros. El maketófilo es, como lo fue el judaizante, el bicho más pernicioso y dañino al país que imaginarse pueda". El simpático Lexicón de Arriaga no ha dejado de reeditarse en Bilbao, con patrocinio municipal, desde 1960. Quizás porque los otros siguen siendo un peligro. Esos otros que son el infierno y vienen del infierno y a lo mejor nos traen el paraíso.

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