Una isla en busca de su tesoro
Orduña, ancestral enclave vizcaíno en Álava, se apresta a dar el salto al siglo XXI - La ciudad se afana en explotar su gran atractivo turístico
Conviene no hacer dos cosas cuando uno visita Orduña: referirse al enclave como pueblo y localizarlo en Álava. Su condición de ciudad y su vizcainidad resultan innegociables. Cuestión de principios. "Eso, y que somos del Athletic", aclara el alcalde, el peneuvista Ricardo Gutiérrez Tellaeche, quien desde pequeño acude a San Mamés en tren, por la legendaria línea Bilbao-Orduña, más cordón umbilical que fila de hierros y traviesas.
"Al ser una isla en Álava, la gente aquí se siente aún más vizcaína", afirma alguien tan poco sospechoso de parcialidad provinciana como Guillaume Fontagné, joven, francés, director del hotel balneario que desde 2005 ocupa el señorial edificio de la Aduana, la más característica construcción de la plaza que centra y ordena el casco histórico. Allí, durante siglos, cobró Orduña aranceles por los productos (lana, cereales, vino y aceite) que desde Castilla buscaban el puerto de Bilbao por su privilegiado paso, un factor geoestratégico que la ancló a Vizcaya en 1229. Hoy, Orduña recibe con brazos abiertos y baños termales al visitante, quien asiste boquiabierto al espectáculo que ante sus ojos se presenta de Oeste a Este, la Sierra Salvada, un derroche de picos, nido de buitres, cuna del Nervión, el río que acompaña a decenas de orduñeses en su trayecto diario hacia la capital, Bilbao.
Orduña
Habitantes 4.200
Alcalde Ricardo Gutiérrez Tellaetxe (PNV)
Corporación
PNV (5), PSE (1), EB (1), URE (2), PP (1) y Aralar (1. No tomó posesión)
"En Bilbao creen que estamos en Burgos, pero estamos a media hora de coche"
El balneario, la Sierra Salvada y el nacimiento del Nervión vertebran la oferta de ocio
"Hacemos mucha vida en Bilbao, y más ahora, que nos han quitado el autobús a Vitoria", afirma Arturo, que cuelga una fotografía del Batallón Orduña en una pared del batzoki, muy concurrido a la una del mediodía. "La gente en Bilbao cree que estamos en Burgos, pero estamos a media hora de coche", refuerza Goyo, miembro de la Junta Municipal peneuvista. Los orduñeses nacen en Cruces y se curan (o mueren) en Galdakao.
El traslado de las aduanas a la costa en 1841 acentuó la excepcionalidad de Orduña y una cierta propensión al confinamiento. La industria, que invadiría ambas márgenes del Nervión, no trepó hasta la cabecera del valle de Ayala. Sólo el tren que conecta Bilbao con la Meseta la salvó del aislamiento. La conexión por carretera deja todavía bastante que desear, sobre todo a su paso por Saratxo, tres kilómetros "impresentables en pleno siglo XXI", protesta Gutiérrez Tellaeche. Ese tramo de la A-625 depende de la Diputación alavesa. "Si fuese competencia de Vizcaya, la cosa estaría resuelta", sostiene el primer edil. El asunto va más allá de una urgencia vial: sólo la nueva carretera dará fibra óptica a Orduña. Mientras ello no ocurra, la única ciudad vizcaína no podrá sintonizar la televisión vizcaína. "Yo no le veo ninguna desventaja a pertenecer a Vizcaya", dice Hortensia, quien echa una mano a su hijo Rubén en la librería Mahor. "Bueno, sí: al tener prefijo alavés, las llamadas a Bilbao nos las cobran como interprovinciales", se queja.
Orduña, "una isla" en palabras de su alcalde, busca estos días su tesoro, la prosperidad de sus vecinos. Indaga en cuatro direcciones: impulso del empleo industrial con la construcción de dos nuevos polígonos como creadores de riqueza y población (Orduña, con menos de 4.200 habitantes, aspira a superar la barrera de los 5.000), la potenciación del comercio local, la promoción de la agricultura y ganadería ecológicas (txakoli, quesos de oveja y cabra, mermeladas, caracoles,...) y el impulso de su atractivo turístico. "Ofrecemos un entorno natural incomparable y una oferta muy variada", recalca Estíbaliz, responsable de la oficina de Turismo. Y recita, entre otras ideas, el nacimiento del Nervión, el turismo termal, las visitas guiadas por el centro histórico, los paseos a caballo, los vuelos en parapente, las mil y una rutas para practicar el senderismo o la bicicleta de montaña,... Hasta una escuela de golf.
La difícil convivencia
"Con los socialistas tenemos una relación excelente,pero con la izquierda radical no nos llevamos nada bien. Nos acosan bastante". Habla un activo militante del PNV a la puerta del batzoki de Orduña, ubicado en el epicentro de la zona de poteo y de marcha. El letrero y el acceso se hallan salpicados por la pintura roja y amarilla que periódicamente vierten contra la sede peneuvista jóvenes del entorno de Batasuna. "Nos culpan de no haber podido presentarse a las elecciones municipales, cuando el PNV siempre se ha opuesto a la ley de Partidos", protesta.
En Orduña, feudo del nacionalismo (y foco del republicanismo, que tiene aquí dos ediles, uno de ellos concejal de Desarrollo Rural), la hegemonía del PNV es histórica, si bien gobierna gracias a un pacto con los socialistas. Integran la corporación sólo diez ediles. El concejal de Aralar renunció a tomar posesión en protesta por la anulación de la candidatura de ANV en los comicios de 2007.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.