Los hombres de López
Una de las ventajas de la democracia es que permite derrocar a los gobernantes pacíficamente e introduce una competencia más o menos abierta por ganarse el favor los ciudadanos, que son quienes dan y quitan el poder. Los partidos políticos constituyen la plataforma para aglutinar voluntades en pro de un proyecto de gobierno, de transformación social, o de ambas cosas a la vez. Conseguir el poder para realizar ese proyecto supone por tanto el objetivo esencial pretendido, de modo que el partido adquiere un carácter instrumental, de medio. Sin embargo, la alternancia inherente a todo régimen democrático, que convierte en algo provisional el disfrute del poder, altera sutilmente esa relación funcional, de modo que la preservación del partido se erige para sus miembros como un factor esencial, mientras que la estancia en el gobierno, la gran meta pretendida, adquiere una naturaleza transitoria y casi secundaria.
No es habitual que un líder señale con tanta anticipación a su posible sucesor
El PSE-EE, como el resto de los partidos con vocación y posibilidades de gobernar, ha tenido que dar una respuesta a las necesidades y contradicciones que se derivan de dicha transformación, a las cuales los socialistas vascos intentaron dar respuesta en el congreso clausurado el pasado fin de semana en Bilbao. El congreso se ha celebrado a siete meses de las elecciones de marzo y a cuatro de haber accedido a Ajuria Enea sin tener la condición de la fuerza más votada, por lo que el PSE ha podido ya percibir las oportunidades y riesgos que para su organización representa la experiencia de gobernar. De algún modo, el PNV, la formación desalojada de la administración autonómica después de treinta años, está viviendo la experiencia contraria, la de conocer las aflicciones y oportunidades que dar estar en la oposición
Alcanzada la meta de gobernar -aunque sea en circunstancias difíciles: con el apoyo del partido antagonista en el ámbito nacional y en medio de una crisis durísima-, el congreso no se ha adentrado en grandes exploraciones programáticas; de hecho, todavía no se ha difundido el texto de la ponencia política aprobada, tras los múltiples arreglos que se practicaron al endeble borrador propuesto para su debate. Por el contrario, el congreso se ha centrado por encima de cualquier otra cosa en adaptar la organización del partido a las nuevas circunstancias, con el propósito bastante evidente de evitar que la obligada dedicación a las tareas de gobierno suponga una desvitalización de la estructura partidista. Sobre todo, cuando su presencia al frente de la Administración autonómica concede al PSE una visibilidad y una capacidad de penetración social de la que nunca ha disfrutado hasta ahora.
Del diseño de la nueva ejecutiva se deduce que Patxi López ha usado en su conformación tanto su ADN de hombre nacido y criado en las tripas del Partido Socialista como sus observaciones sobre los errores de Rodríguez Zapatero. El éxito de su liderazgo desde 2002 y el idílico (por desacostumbrado) estado de unión que vive el socialismo vasco le ha permitido configurar una dirección fuerte y de su gusto, con las mínimas concesiones territoriales o grupales. Su núcleo duro está formado sin ningún complejo por dirigentes vizcaínos y varones. Sólo el guipuzcoano Jesús Eguiguren figura, como presidente y consejero ideológico, en ese cogollo que integran, junto al secretario general, Mikel Torres, José Antonio Pastor, Rodolfo Ares y Alfonso Gil. Y aunque la paridad de sexo se cumple apuradamente, la primera mujer no aparece hasta el séptimo puesto del escalafón, con la alavesa Cristina González al frente de la secretaría de Política territorial.
Asegurada la necesaria coordinación del partido y el Gobierno con la labor de puente que asumen el propio López, Ares y Pastor, la composición de la ejecutiva radiografía una clara voluntad de afianzar la estructura partidista para que tenga vida propia la margen de las exigencias de la gobernación. La importante renovación introducida (entran 16 nuevos miembros) se ha abordado sin rupturas ni alardes publicitarios y guardando los equilibrios entre veteranos y noveles. Lo más novedoso de la nueva dirección lo constituye el hecho de que Patxi López, pese a su relativa juventud, haya situado en un puesto visible a quien puede sucederle a medio plazo; un señalamiento que ha evitado en el Gobierno, donde no hay un número dos oficial. Es el caso de Mikel Torres, de la generación de los setenta, profesor universitario y con formación económica, que compatibilizará la alcaldía de Portugalete con la dirección operativa del partido que implica asumir la Coordinación de áreas.
No resulta habitual que el líder en pleno ejercicio señale con tanta claridad y anticipación a su posible delfín, encomendándole una tarea que lo sitúa en la práctica como segundo de a bordo en el partido. Tampoco lo es que tenga la libertad de decisión que ha adquirido Patxi López en sus ocho años al frente del PSE, con el remate definitivo de llegar a Ajuria Enea. Sin embargo, el secretario general del PSE parece ser consciente de la excepcionalidad de las circunstancias que le han llevado a ser lehendakari y sabe que la realidad socioelectoral del Euskadi difícilmente ofrecerá a ningún partido la mayoría necesaria para conseguir el Gobierno con sus únicos votos. De ahí que reforzar el partido sea en esta coyuntura un seguro para un mañana de gobierno incierto.
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