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Una buena norma de aplicación discutida

La Ley del Euskera cumple hoy 25 años con un juicio crítico a su desarrollo

La Ley de Normalización del Uso del Euskera fue la primera norma básica aprobada por el Parlamento, hace hoy 25 años, y es prácticamente la única de las de aquella época que no ha sido modificada o derogada. Su respaldo reprodujo el amplio consenso en torno al Estatuto de Gernika, del que sólo quedaron fuera AP y HB. Ese respaldo se mantiene, pero no se extiende a su aplicación. Incluso hay quien sostiene que su desarrollo práctico, sobre todo en el mundo educativo desde que EA controla el departamento, ha traicionado el espíritu de aquel pacto.

En 1981, uno de cada cinco vascos sabía euskera; hoy es uno de cada tres

Pero lo cierto es que nadie, ni los más críticos con su aplicación, como es el caso del PP, plantean modificarla. "Radicalmente, no. Por algo se llama Ley Básica. Cambiaríamos a peor", dice tajante uno de los redactores de la ley, el hoy académico de número de Euskaltzaindia José Luis Lizundia. "He echado de menos una planificación más sosegada", señala, aunque se niega a realizar una crítica global, porque los aciertos y los errores se reparten a su juicio de manera desigual según administraciones y zonas sociolingüísticas. Lizundia cree que la Administración tiene una deuda con el esfuerzo hecho, sobre todo, por el profesorado. "No lo agradeceremos suficientemente nunca, pero al menos hay que hacerles un reconocimiento público".

Con esa ley por base, el euskera ha dado un salto insospechado en 1982, no sólo por el fuerte aumento en su conocimiento, que no se ve acompañado en igual medida por su uso social, sino por su presencia en medios de comunicación, función pública, producción cultural y ámbitos inexistentes entonces, como las nuevas tecnologías.

El coste, tanto económico como humano, está por calcular, sobre todo para los adultos que tuvieron que euskaldunizarse a marchas forzadas. "Ha habido excesos, en especial en el desarrollo normativo que ha hecho EA, y que han dejado víctimas, incluso en términos de salud y de capacidad profesional", resalta Javier Nogales, responsable de Enseñanza del sindicato mayoritario en el sector, CC OO.

El riesgo y el reto están en el uso práctico de la lengua, y en evitar, señala, que la presión excesiva lo convierta en un mero vehículo y requisito escolar. "Y está ocurriendo", advierte.

"La ley sigue sirviendo", opina Xabier Gurrutxaga. "Las críticas de los radicales no tienen razón: el corsé no es la legalidad, sino la realidad. No hay sociedad bilingüe, sino ciudadanos bilingües y ellos deciden qué lengua hablan y cuánto la hablan", dice el ex parlamentario de EE.

Los primeros consejeros de Educación, Pedro Miguel Etxenike, y Cultura, Ramón Labayen, y los parlamentarios Inmaculada Boneta (PNV), José Antonio Maturana (PSE), José Luis Lizundia (EE) y Alfredo Marco Tabar (UCD), fraguaron, entre otros, el acuerdo de 1982. Ayer vieron reconocido aquel trabajo, que ha desembocado en la existencia, 25 años después, de 200.000 euskaldunes más. En 1981 uno de cada cinco vascos conocía la lengua; en 2001, fecha de la que data la última medición, era uno de cada tres.

Baztarrika: "Hay que pactar las políticas"

El viceconsejero de Política Lingüística, Patxi Baztarrika, considera que la ley de 1982 resulta "modélica, por el alto grado de consenso que logró y porque descansa en el binomio de garantizar derechos a las personas y fijar obligaciones a los poderes públicos para hacerlos practicables, así como en el principio de progresividad".

En el balance de su aplicación, aunque admite "claroscuros" y casos concretos de "excesos o desajustes", sostiene que "lo positivo prevalece de forma abrumadora sobre aspectos que seguro que se podrían haber hecho mejor". "Hemos pasado de 400.000 bilingües en 1981 a 600.000 en 2001, Un tercio de la población domina bien el euskera y un 18% más tiene un conocimiento pasivo del idioma: más de la mitad en total", resalta.

Admite que es "preciso pactar las políticas" de desarrollo futuro de la ley. Los cambios en el colectivo de euskaldunes por la incorporación masiva de quienes adquieren el euskera como segunda lengua, obligan a ello. "La salud de una lengua es el grado de uso, y eso no se puede imponer; ahí decide cada persona". Y de ahí la necesidad del consenso político y social.

La brecha que se está creando entre el aumento de ciudadanos bilingües y el estancamiento, pese a ello, en el uso del euskera supone el flanco débil. Baztarrika señala que "no hay que dramatizar" esa brecha, pero sí cree que señala a los poderes públicos el camino de su actuación futura "para evitar que el euskera se convierta en una lengua asociada sólo a lo académico".

La receta de futuro pasa, a su juicio, por "inteligencia, flexibilidad y paciencia". Estima Baztarrika que "las exigencias que no se corresponden con necesidades producen desapego", Aboga, por tanto, por identificar esas situaciones "que no se pueden elevar a la categoría de generalizadas", porque las considera perjudiciales para la propia lengua.

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