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Columna
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'Lifting'

Durante la reciente e ikurriñada marcha de desagravio nacionalista al monte Gorbea, me dije que al PNV le sentaba bien el poder y que fuera de él se le derretía el careto hasta dejar al aire el musgo del Pleistoceno. Uno no sabía muy bien qué era lo que se desagraviaba -si la cruz, si la tierra, si la fauna y flora- con aquel acto, pero el espectáculo resultaba apolillado, además de montaraz. Si añadimos que, coincidiendo poco más o menos con la excursión abanderada, el señor Egibar nos soltó su habitual zortziko de teoría política, una verdadera joya de carcundia preliberal, mi convicción de que el PNV mejoraba con el poder se afianzaba, y no dejaba de repetirme que cuando gobernaba al menos se veía obligado a hablar de trenes y de carreteras y de hospitales y de I+D+i, y de... Fuera del mando, hasta las habituales letanías sobre la soberanía, que el poder sabía revestirlas de un airecillo de modernidad por fríamente groenlandés que fuera, adquirían aroma de pasto, de gestualidad ancestral.

No debía de ser yo el único en hacer semejantes reflexiones, y la visión de las imágenes de todas esas hazañas recientes debió de resultar también devastadora para algunos miembros del partido. Por muy determinados por la situación que vengan dados, nuestros discursos suelen ser tenaces, o poseen al menos un efecto de inercia más o menos duradero, por lo que no resulta extraño que, al pasar del I+D+i al barro de las laderas y a la estética del carlismo, algunos peneuvistas, forjados y labrados en la palabrería del mando, se dijeran: pero, ¿qué es esto? De ahí que tampoco sorprenda el giro de pocos días después, con su célebre propuesta de cooperación institucional con las demás fuerzas políticas para sacar el país adelante, propuesta con la que ha quedado francamente favorecido, quiero decir mucho más guapo. Con ella vuelve a asumir su función de partido de poder, única que parece asegurarle la supervivencia y evitar su desguace entre la antigualla.

Es verdad que la propuesta denota una cierta falta de sentido de la realidad, como si el PNV fuera incapaz de asumir que la función que ha desempeñado hasta fechas recientes ya no es la que le corresponde. Tan cierto como que la propuesta no viene a llenar ninguna laguna, sino que responde a otra similar realizada desde el actual Gobierno y defendida tanto por el partido que lo ejerce como por el que lo sostiene. Quizá sea pura ilusión, tal vez sólo un granito para sembrar la discordia entre la mayoría parlamentaria, acaso un pretexto para poder asumir, si no cuaja, el papel de dama responsable y ofendida y acosar en consecuencia. Pudiera ser tan sólo un dardo táctico a la espera de recoger sus efectos, o pura tramoya para los de casa, o un paso del "esto no es Perejil" al "habrá perejil". Sea lo que sea, esperemos que sirva para alejar al PNV de la polilla y que lo ayude a centrar su futuro. Si es así, será positivo.

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