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Entrevista:Juan José Laborda | Expresidente del Senado | Miradas sobre Euskadi

"Hay que ser muy contundentes contra los restos de violencia"

Tras los comicios de 1977, los primeros después de la recuperación de la democracia, en los que fue elegido senador por Burgos con 29 años, Juan José Laborda iniciaba su carrera política en Madrid como miembro de la Mesa de Edad del Senado junto al histórico dirigente nacionalista vasco Manuel Irujo.

Ambos, el más joven y el más anciano de la Cámara alta, votaron por el mismo candidato a la presidencia. "La constitución del Senado fue bastante anárquica, porque no teníamos ni idea de cómo constituir una Cámara parlamentaria", reconoce hoy divertido el exsenador. "Los de la UCD lo sabían mejor. Se eligió la mesa provisional y ganó Antonio Fontán, que luego sería el presidente definitivo, y nosotros propusimos a Ramón Rubial. Los de la Mesa estábamos un poco desconectados de nuestro grupo parlamentario", prosigue. "Entonces, Irujo me coge del brazo y me dice: 'Oiga usted. Escriba aquí a Ramón Rubial, que yo le voy a votar'. 'Don Manuel, pero este es el candidato socialista, y no sé a quién van a votar ustedes', le contesté. Mirándome fijamente a los ojos, me dijo: 'Joven, da igual; nosotros tenemos que entendernos'. Yo era un chavalín de 29 años, un poco melenudo, y de mi puño y letra le puse el nombre de Ramón Rubial. Eso me marcó para siempre".

"La constitución del Senado en 1977 fue bastante anárquica"
"Manuel Irujo me dijo: 'Joven, nosotros tenemos que entendernos"
"Prestamos muchos años senadores por un día al PNV para que tuviesen grupo"
"La violencia, como se dio cuenta hace mucho Rubial, crea totalitarismo"
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"Nuestra adhesión a la Constitución supone también un orgullo de ser españoles"
"Hay energías suficientes para quitarnos las telarañas de los mitos del etnonacionalismo"
"Creo que me hice laico en la Universidad de Navarra"
"La memoria histórica es una ficción. Hay diversas memorias"
"Sería siniestro que algún Ayuntamiento enalteciera la figura de un asesino"

Más de tres décadas después, el expresidente del Senado afirma con rotundidad y orgullo: "Me siento muy bilbaíno", cuando se le recuerda su pasado familiar. Es nieto e hijo de aragoneses; uno anticlerical y el otro con profundas convicciones católicas, pero, eso sí, los dos demócratas y republicanos. "Lo cual indica que la memoria histórica es una ficción. No existe. Hay diversas memorias".

Su abuelo llegó a Bizkaia con 20 años y se convirtió en un clásico ejemplo de lo que los historiadores llaman "la pequeña burguesía radical", entrando al cabo de los años como miembro de la Sociedad El Sitio. Cuando esta se refundó en 1977, Juan José Laborda llamó a su entonces presidente, el escritor Antón Menchaca, y le dijo que tenía el listado de los miembros de El Sitio de 1935 y que deseaba darse de alta con el mismo número que su abuelo.

Abuelo y padre fueron fichados en el "espantoso" Archivo General de Salamanca. "Nunca entendí por qué el alcalde de esta ciudad se puso tan feroz por quedarse con el Archivo. Es el archivo de la ignominia. En él, por tanto, hay dos Juan José Laborda, mi abuelo y mi padre, que defendieron la legalidad republicana", indica.

Nacido en Bilbao en la antigua Clínica Abando, el expresidente del Senado recuerda su casa en la capital vizcaína, en donde abuelo y padre, ambos agentes comerciales, trabajaban juntos, rodeados de lápices, instrumentos de escritura y muestras de ferretería. Vivieron en la céntrica calle de Licenciado Poza; en 1953 se mudaron no muy lejos, a General Concha. Entre las personas que trabajaron con ellos estaba el pintor taurino Luis García Campos, recientemente fallecido. "En esa época estudié en el colegio Santiago Apostol y lo llevé muy mal desde todos los puntos de vista. Y como en ese colegio solo se practicaba un deporte, el fútbol, acabé odiándolo", reconoce.

Cuando termina el bachiller comienza su "exilio voluntario" y se traslada a Pamplona para estudiar Periodismo. Sus recuerdos son todos satisfactorios, y aunque era una universidad del Opus, nunca tuvo problemas con ellos. "De hecho, creo que me hice laico en la Universidad, donde conocí a gente que ha marcado mi vida, como Andrés de Blas, con el que tomé uso de razón, y a través de él a todos mis amigos actuales, Juan José Solozábal y el núcleo que está en torno a Cuadernos de Alzate. Y estuvimos a punto de reeditar la famosa revista Leviatán. Pero sí sacamos la publicación Beterez en San Sebastián en 1969, que más tarde nos cerró León Herrera Esteban, entonces ministro de Información y Turismo. Solo duró tres números, y yo era el dibujante", apunta el exsenador.

Luego desvía su vida al trasladarse a Valladolid, y en lugar de periodista se convierte en "periodista del pasado", al estudiar Historia y especializarse en los siglos XVII y XVIII. Ahora ha vuelto a esa época con intención de publicar próximamente una interpretación, bastante novedosa, sobre la Bizkaia de ambos siglos, resolviendo algunas dudas sobre los antiguos Fueros y el texto definitivo de 1836.

En Valladolid, Laborda inicia su definitivo compromiso con la política. Narra: "Como somos tan autárquicos, los que estábamos viviendo juntos éramos todos de Bilbao, entre ellos una persona que tuvo bastante relieve en la política vasca reciente. Yo le llamo Jesu, ahora es Josu, Frade Odriozola, quien fue secretario general de la UGT de Euskadi. Había más gente, como Fernando Sádaba, hermano del filósofo, también Antón Elola, un pediatra; y otros médicos como José Mariscal e Iñaki Sarasqueta".

En aquella vida "terrible" de la clandestinidad y las luchas estudiantiles, Laborda se convirtió en delegado de curso en primero y segundo de carrera, y quienes estaban en aquel piso fueron víctimas de la radicalización de esos años. "Lo siento como una época bastante siniestra. Nuestra relación con la policía era muy mala, pero eran peores nuestras relaciones recíprocas", reconoce. "Entonces me acusaron de revisionista, incluso de carrillista, y mis amigos evolucionaron hasta afiliarse al PCI, el Partido Comunista Internalista. Total, que me echaron de esa comuna y me fui a vivir con otros amigos".

Acabó la carrera, se quedó en Valladolid dando clases de Historia, y luego aterrizó en el recién abierto Colegio Universitario de Burgos, de donde era su esposa.

En 1974, ingresa en la UGT y un año más tarde en el PSOE. Inicia entonces su relación con el socialismo vasco, origen del socialismo burgalés, afirma: tanto en los años setenta como en la época histórica, la agrupación socialista burgalesa, creada en 1892 por militantes vizcaínos, demuestra la relación muy estrecha entre esas agrupaciones. "Me relacioné con el socialismo vasco a través del Poto, Fernando Múgica, que era el que tenía más relación con nosotros como abogado en la Audiencia Territorial de Burgos e incluso en algún juicio militar. Esa fue la conexión más inmediata en las épocas de la clandestinidad", rememora.

En 1976, fue delegado al famoso 27º Congreso del PSOE y amplía contactos con los socialistas de Euskadi. En sus viajes iniciales, su primer contacto no fue con un vasco, sino con Manuel Chaves, actual presidente del PSOE, quien vivía en Getxo y tenía su despacho en Bilbao. Esas relaciones con el País Vasco se fueron incrementando porque la familia Laborda tenía una casa en Plentzia, donde Juan José pasaba todos los veranos.En 1977, sale elegido como senador socialista por Burgos, y un mes más tarde los electos de Galicia, Euskadi y Cataluña celebran una reunión en Gernika que se carga con cierto simbolismo. En aquella reunión el único representante de las "tierras esteparias" sería el futuro presidente del Senado. Ello le permitió entrar en contacto con personas como Enrique Iparraguirre, Luis Alberto Aguiriano, con quien tuvo posteriormente muchísima relación, o con Txiki Benegas, con el que ha seguido manteniendo desde entonces una gran amistad y una estrecha colaboración por su participación en la revista Cuadernos de Alzate.

- ¿Y con los sectores del nacionalismo?

- "Con ellos he tenido muy buenas relaciones. Y me dio pena no tener más encuentros con Juan Ajuriaguerra, porque él murió en agosto de ese mismo año. A Michel Unzueta le quiero mucho y sigo teniendo una gran amistad con él. Quiero recordar, además, que durante muchos años prestamos por un día a senadores socialistas para que los del PNV pudiesen constituir el grupo nacionalista vasco. Y el pago de ese préstamo, ese pequeño fraude de ley, consistía en que el grupo nacionalista nos pagaba una cena en el restaurante Currito de Madrid, en donde los que habían sido vascos por un día y nosotros dábamos cuenta de una buena chuleta", recuerda con sorna.

Laborda, el senador que más tiempo ha desempeñado el papel de portavoz de su grupo, además de sus siete años como presidente de la Cámara alta (entre 1989 y 1996), tuvo que dejar la portavocía en 2004, cuando sufrió un ictus cerebral que le obligó a abandonar su actividad política tres años después. "Me he pasado la vida en el Senado", puntualiza, añadiendo que las épocas fueron muy distintas. Desde ese socialismo vasco histórico, el que simbolizaba Ramón Rubial, con el que mantuvo una gran relación, hasta el actual que padece una evidente crisis. "Después de las últimas elecciones yo diría que ese socialismo histórico vasco, a día de hoy, está más representado en las candidaturas de los socialistas vascos con Madina y Benegas y en Álava con Jauregui que en Gipuzkoa con Odón Elorza", comenta. "Creo que Ramón Rubial, por su trayectoria, había sido un revolucionario de verdad. Había hecho la revolución de verdad en Erandio", prosigue. "Hablé mucho con él y había revisado absolutamente lo que significaba la revolución como concepto", apostilla.

- ¿Cuál es el elemento diferencial de esas candidaturas del pasado 20-N?

- "Entiendo que son más cercanas al socialismo de los años setenta y ochenta. Es su adhesión a la Constitución. La adhesión a la Constitución quiere decir que tienen ciertas distancias con la idea de la España plural. Creo que Ernest Lluch, que también fue muy amigo mío, y su influencia en el socialismo guipuzcoano explican esa diferenciación intelectual, incluso estratégica, que los vascos en general han visto como una dualidad entre lo que ha sido el socialismo guipuzcoano de Elorza o de Eguiguren y eso que podríamos explicar como el de la España plural", responde.

"En otros aspectos, podemos referirnos, por ejemplo, a la simpatía con la que ellos recibieron a estos comisionados internacionales en la reunión de Aiete. Sé que eso no se compartió por mucha gente del PSE vizcaíno y alavés. Nuestra adhesión a la Constitución supone que también tengamos un orgullo de ser españoles, ¡coño! Y nos toca los cojones, con perdón, que nos vengan a decir, como si estuviéramos saliendo de una guerra civil, cómo tenemos que hacer las cosas. Me parece que es una broma de mal gusto", añade visiblemente enfadado.

- Euskadi vive tiempos nuevos. ¿En qué medida la decisión de ETA puede cambiar la situación del país?

- "He compartido muchas cosas con personas como Enrique Casas, Fernando Buesa o Fernando Múgica y ello quizás expliquen el hecho de que yo no anduviese contento cuando escuche que ETA dejaba su actividad. Lo digo de verdad. Me sentí un bicho raro y, es más, estaba un poco nervioso. Me llamó un sobrino para darme la enhorabuena y reaccioné de mala manera con él", asevera.

- ¿Por qué?

- "Porque hay un elemento que cada vez se va agrandando en mí según van pasando los años, lo veo con perspectiva, y es la dimensión moral. Lo que terminaría con mi vinculación, que es muy afectiva y muy profunda con Bilbao y con el País Vasco, sería que le pusieran una calle a uno de los tíos que mataron a mis amigos", responde.

Y prosigue: "Hay una cosa que me parece fundamental, y es que los franquistas después de la Constitución no se atrevieron a abrir una calle a nombre de Franco. Es verdad que se tardó tiempo en quitar ese nombre y otros de muchas calles. En Burgos eso duró hasta que hubo un alcalde socialista. Pero, sería verdaderamente siniestro que algún Ayuntamiento o un futuro Gobierno vasco enalteciera la figura de uno de aquellos asesinos. Eso sería la prueba de la descomposición moral. Como no creo en ello, y creo que este pueblo vasco tiene una potencia intelectual y moral que ha sido importantísima en la historia de España y de Europa, y a eso me refiero en el libro que voy a publicar, creo que aquí hay energías más que suficientes para quitarnos las telarañas de la mitografía y de la mitología que viene del etnonacionalismo".

La opinión de Laborda es nítida: "Desde luego, hay que reaccionar de una manera muy contundente, sin ambigüedades, contra los restos de la violencia. La violencia, como se dio cuenta hace muchos años Ramón Rubial, crea totalitarismo y demuestra la ignorancia de la gente, que sigue como devotos a esas llamadas revoluciones".

- Los partidos vascos no se ponen de acuerdo sobre las víctimas, no se ponen de acuerdo sobre el relato que se debe hacer sobre lo ocurrido, y no se ponen de acuerdo sobre la ruta a seguir a partir de este momento. El futuro parece estar lleno de trabas. ¿Cuáles deberían ser los primeros pasos?

- "Citemos a una persona que ha influido mucho en mi vida, aunque mi relación con él fue algo tardía, que es Mario Onaindia. Mario acierta plenamente en uno de sus libros cuando dice aquello de que el País Vasco no hizo la Transición sincrónicamente al resto de España. La Transición en Euskadi iba con retraso. ETA ha intentado destruir el ordenamiento constitucional de 1979 con la violencia, con la masacre de gente, pero el Estado de la Constitución de 1978 ha ganado esa batalla".

- Por tanto, ¿qué es lo que tenemos que hacer?

- "Desde mi humildad, pero también desde la seguridad de una síntesis producto de mi vida, digo que hay que aplicar la Constitución para resolver los problemas, porque esta Constitución ha tenido generosidad, por ejemplo la de mantener abolida la pena de muerte a pesar de 33 años de muertes. Y, al mismo tiempo, tenemos los elementos suficientes para resolver ese problema, y ese problema es como todos los demás que tiene España. Solo se resolverá desde el punto de vista de la internacionalización del problema y de sus derivadas. Es decir, habrá que intentar integrar el pensamiento nacionalista dentro de unas coordenadas europeístas. Por tanto, no hay que repetir el pasado, pero sí entender que hay ejes que están fuertes en lo que hicimos hace 33 años".

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