Hacia la Euskadi de 2030
Se cumple un año de gestión del Gobierno vasco presidido por el lehendakari Patxi López. Un nuevo Gobierno que, después de tres décadas de lehendakaris nacionalistas, se encontró con tres grandes problemas y un reto ineludible. El primero, de carácter internacional, es la crisis económica y sus imprevisibles consecuencias. A pesar de que la tasa de paro está en la mitad de la media española, la crisis está ocasionando estragos también en Euskadi. El Gobierno abordó este problema de frente y desde el primer día, porque empezó su mandato diciendo la verdad al país sobre la gravedad de la situación. Y en un tiempo récord, aprobó un plan anticrisis, remitió al Parlamento vasco una ley de medidas presupuestarias urgentes y un proyecto de Presupuestos para 2010 razonable, máxime si tenemos en cuenta que contaba con unos ingresos equivalentes a los que tuvimos en 2005.
El Gobierno vasco ha tendido la mano al PNV en asuntos clave para el desarrollo del país
Por otra parte, no hay semana en la que no se dé luz verde a alguna medida para dinamizar nuestra economía. Y se hace sin dejar de lado nuestras principales señas de identidad, en tanto que Gobierno progresista: la solidaridad y el diálogo. Han sido muchas las iniciativas de corte social que se han aprobado en Euskadi, desde que en el primer Consejo de Gobierno se incrementó en casi un 60% la partida destinada a las ayudas de emergencia social. Y ya son decenas las reuniones impulsadas por el Gobierno vasco con empresarios y sindicatos, tras prácticamente una década sin saber nada del diálogo social.
Sin duda, el Gobierno vasco no es el responsable máximo de la situación económica, vaya ésta bien o mal. Pero creo que su esfuerzo en aras al estímulo del consumo, la facilitación de crédito y la modernización económica -como complemento al que día a día realizan el empresariado y los trabajadores- algo habrá tenido que ver en el crecimiento del 0,2% experimentado por la economía vasca en el último trimestre del pasado año.
El segundo de los problemas con el que tuvo que bregar el Gobierno fue el de la crispación política. La inflación de discursos e iniciativas de corte identitario que vivimos en Euskadi durante los gobiernos de Ibarretxe, dejaron un escenario político ciertamente fragmentado y una sima importante entre abertzales y constitucionalistas.
Coherente con su discurso en pro del acuerdo entre diferentes, el lehendakari -junto al PSE-EE- ha dedicado su primer año de mandato a destensar la política vasca, a quitarle presión identitaria. En este sentido, el Gobierno vasco ha tendido la mano al PNV en asuntos clave para el desarrollo del país. Y los socialistas, alcanzando acuerdos muy amplios y plurales en el Parlamento, hemos demostrado que, no hay nada en el acuerdo de bases firmado con el PP del País Vasco que excluya a ninguna fuerza política, desmintiendo algunas acusaciones que se han venido lanzando desde el nacionalismo. El resultado es que hoy la situación política vasca es mucho más tranquila que hace sólo 12 meses. Se podría resumir la situación diciendo que el Gobierno vasco, en lugar de crear más quebraderos de cabeza a los ciudadanos de los que ya tienen, es un factor activo de resolución de nuestros problemas reales.
Finalmente, el tercer problema es nuestro verdadero cáncer: el terrorismo de ETA. No me explayaré desgranando la batería de medidas que, en solitario o en coordinación con los gobiernos de España y Francia, está tomando el Gobierno vasco en este sentido. Es verdad que la solución al problema terrorista, no está en manos exclusivas del actual Gobierno y de su lehendakari. Pero también es verdad que nadie podrá reprenderles por no estar haciendo todo lo que está en sus manos para erradicar esta lacra.
Parece, pues, evidente que el nuevo Gobierno ha encarado con solvencia los tres grandes problemas con los que se encontró al llegar. Pero no hay buen Gobierno que se conforme con gestionar el presente. Un buen Gobierno, máxime si es progresista, tiene el deber de imaginar la sociedad del futuro, de saber cómo le gustaría que fuera Euskadi en 2030, y de poner medidas para caminar hacia ella. Ese el verdadero reto. Y tenemos un lehendakari dispuesto a asumir ese reto, con una agenda de profundas reformas para la construcción de la Euskadi del futuro.
Un lehendakari que es capaz de imaginar una Euskadi de ciudadanos libres e iguales, a través del impulso las políticas de pedagogía democrática, de concienciación social y de libertad cultural que no se implantarán de un día para otro. Que piensa que una Euskadi más solidaria es posible, para lo que está "inventando" reformas en la Sanidad y en las Políticas Sociales que garanticen la sostenibilidad del Estado del Bienestar, en una sociedad pequeña y con problemas demográficos difíciles de gestionar a medio y largo plazo. Que aboga por una Euskadi sostenible, para lo que está dando forma a un transporte -colectivo e individual- más moderno y ecológico, y para lo que está planteando sin complejos la necesidad de racionalizar y hacer más eficaz una Administración de más de 60.000 empleados y que se lleva en torno a 4.500 millones de euros del presupuesto anualmente. Y que apuesta decididamente por una Euskadi competitiva, para lo que está planeando un nuevo modelo educativo trilingüe, abriendo más Euskadi al exterior o proyectando mejoras e incrementos en la inversión en investigación, desarrollo, innovación e internacionalización, en los tiempos de crisis en los que estamos.
Dar forma a la Euskadi del futuro, a la Euskadi de ciudadanos libres, solidaria, sostenible y competitiva, es el verdadero reto. Es el reto ineludible. Un reto, además, inalcanzable si no conseguimos sentirlo como colectivo. Y ésa es también una tarea del Gobierno.
Óscar Rodríguez Vaz es parlamentario vasco y Secretario General del Grupo Parlamentario Socialistas Vascos-Euskal Sozialistak
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