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Bilbao: hacia una nueva transformación

Antxon Olabe

La transformación que ha conocido Bilbao en los últimos 15 años es la historia de un éxito brillante. La villa ha pasado en apenas tres lustros de ser una ciudad espesa, contaminada y fea, a ser una ciudad homologable a las urbes europeas más modernas y vanguardistas. El éxito de la transformación ha radicado, en mi opinión, en cuatro conceptos clave, con sus correspondientes actuaciones.

El primero, la recuperación de la Ría como eje vertebrador de la ciudad y de su área metropolitana. Bilbao vivía de espaldas a una ría que, durante décadas, no fue sino una cloaca. Hoy día, la ría es el principal corredor natural existente en el espacio urbano. La ciudad no sólo ha ganado nuevos ámbitos de centralidad en su entorno, especialmente en la milla de oro desde el Guggenheim hasta el palacio Euskalduna, sino que ha recuperado un paisaje abierto, expandido, que es aprovechado cada día por miles de personas como lugar de ocio y deporte, contribuyendo de manera directa a mejorar su calidad de vida.

La modernidad pasa, por el caminar, la bicicleta, el tranvía, el metro o el autobús
La ciudad vivía de espaldas a una ría que durante décadas no fue sino una cloaca

El segundo, la apuesta por el transporte público. El metro de Bilbao es el mayor acierto en la política de transporte del País Vasco desde la transición. Sus casi 80 millones de desplazamientos anuales han modificado profundamente la movilidad de las personas en la ciudad y en su espacio metropolitano. El tranvía y Bilbobus complementan una oferta de transporte moderna y ambiciosa, algo de lo que carecen las otras dos capitales vascas, que se han quedado muy atrasadas en sus ofertas de transporte público. El tercero, la apuesta por ganar las calles céntricas para los peatones. Uno de los elementos distintivos de las urbes europeas respecto al modelo de ciudad norteamericano orientado a la prevalencia del vehículo privado es la existencia de amplios espacios peatonales en las zonas céntricas de las ciudades convertidas en lugares privilegiados para el paseo, el comercio, el ocio y los servicios.

Finalmente, la creación de edificios emblemáticos a cargo de arquitectos de primera fila y cuya proyección internacional ha contribuido de manera decisiva a mejorar la imagen de marca de la propia ciudad. En ese sentido, el edificio de Frank Gerhy es, sin lugar a dudas, una obra maestra. Impresionante nave espacial de titanio, deslumbra con el atrevimiento futurista de sus geometrías imposibles, con los reflejos siempre cambiantes de la luz que se posa en sus superficies redondeadas. El extraordinario Palacio de Congresos y de la Música Euskalduna homenajeando con sobria brillantez a la industria naval de la villa. El metro elegante y funcional de Foster. La puerta de Isozaki con sus torres translúcidas. La paloma blanca de Calatrava en el aeropuerto renovado...

Las ciudades como espacios dinámicos están en continuo cambio, reflejando en última instancia las preferencias y valores de la ciudadanía a la que acogen. Consolidada la transformación de Bilbao de finales del siglo XX, los urbanistas, arquitectos y responsables municipales tienen ante sí la tarea de ir articulando la visión y los valores que han de guiar la siguiente transformación de la ciudad. En mi opinión, hay tres conceptos o ideas fuerza que podrían contribuir a esa reflexión a lo largo de los próximos años.

La primera, aprovechar el círculo de espacios naturales, montes, que rodea a la ciudad para crear un anillo verde que facilite la integración de la naturaleza con la malla urbana. La mayor parte de las urbes y desde luego Bilbao han crecido como espacios desconectados de la naturaleza circundante. Los edificios han actuado como muros de hormigón que trazaban una línea divisoria, una frontera contundente y dura respecto al espacio "no urbano", reflejo de una naturaleza a la que se consideraba territorio a dominar, a civilizar. La ciudad crecía, así, dando la espalda a la naturaleza que la rodeaba.

Sin embargo, el siglo XXI es el siglo de la reconciliación de la cultura con la naturaleza, del ser humano con el ecosistema del que forma parte. La concepción del mundo en la que el hombre se separa y domina a la naturaleza y la trata como mera generadora de recursos y sumidero de sus residuos ha fracasado, llevando a la biosfera a una crisis ecológica global. La sostenibilidad es el nuevo paradigma. Y los modelos de ciudad han de participar de esa reordenación de valores, de esa nueva visión. El cambio de modelo sería de la ciudad entendida como "espacio en el que nos separamos y protegemos de la naturaleza", a la ciudad como "espacio que se abre y disfruta de la misma".

En ese sentido, la principal carencia que sigue teniendo Bilbao, y que limita la calidad de vida de sus habitantes, es la escasa superficie de naturaleza, zonas verdes, existente en su territorio urbano. La ciudad sigue presentando una malla densa, colmatada. La idea es poner en valor el importante patrimonio natural que tiene en sus alrededores, abriendo la ciudad hacia el mismo, conectándola con él, permitiendo que la naturaleza se introduzca y fertilice su espacio urbano. Se trata de avanzar en el esponjamiento de zonas de oportunidad creando zonas verdes, parques urbanos y periurbanos, conectándolos con los montes que rodean a la villa mediante paseos peatonales y corredores ecológicos. De esa manera, las personas podrían caminar desde el centro de la ciudad hasta las zonas de alrededor a través de una malla de paseos, parques, caminos y arboledas, complementados en las pendientes más fuertes por escaleras mecánicas para facilitar el acceso a las personas mayores.

La segunda idea fuerza es sacar los coches de las calles. En los próximos años, la batalla de la calidad de vida de las personas en los núcleos urbanos del País Vasco se jugará en gran medida en la movilidad. La mejora del binomio calidad del aire-salud de las personas pasa por sacar los tubos de escape de los pulmones de nuestros hijos y de nuestros mayores. Es preciso ganar las calles para las personas, convirtiéndolas en lugares que inviten al paseo, al comercio, al ocio, al encuentro personal y que contribuyan a preservar la salud. La modernidad pasa, en ese sentido, por el caminar, la bicicleta, el tranvía, el metro o el autobús.

Bilbao tiene ante sí el reto de mejorar la calidad del aire de la ciudad y disminuir el ruido de sus calles. Ese avance pasa por dificultar la hegemonía del vehículo privado en el dominio público urbano. Avanzar en esa dirección requiere gestionar la demanda de movilidad. Una vez que la oferta de transporte público que se ofrece a la ciudadanía es excelente, el siguiente paso pasa por penalizar el acceso al centro de la ciudad en vehículo privado mediante el pago de la correspondiente tasa.

El acceso al centro de Bilbao habría de implicar asumir el coste económico ambiental, de salud y de congestión que ello implica y que actualmente se socializa. Por ello, los viajes al centro de la ciudad y los movimientos internos dentro de la misma en vehículo privado deberían ser gravados con una tasa, semejante a la que se paga en la actualidad en Londres. Según la experiencia de la capital inglesa, esa medida supondría una mejora en los niveles de congestión del tráfico de Bilbao como mínimo del 30%. El dinero recaudado se destinaría a la mejora del transporte público de la ciudad.

La tercera idea fuerza es crear espacios urbanos para la creatividad y la innovación. En las sociedades post-industriales europeas el modelo urbano ya no es el de la separación de usos del suelo según su finalidad -empresas, centros comerciales, viviendas..-, sino su mezcla e integración. Las empresas de la sociedad del conocimiento no han de ir a alejados polígonos tecnológicos que generan numerosos flujos de tráfico diarios y que los fines de semana se convierten en cementerios inteligentes.

Esas empresas pueden y deben convivir en las ciudades con viviendas de calidad, con lugares de ocio y cultura, con comercios, generando entornos en los que se multiplica la interrelación, favoreciendo el trasvase de información neuronal inteligente, creativa y viva, que favorece el humus del que han de surgir propuestas innovadoras que contribuirán a renovar nuestro tejido productivo. Grandes proyectos de renovación urbana como el previsto para los próximos años en Zorrozaurre no deberían quedar al margen de ese planteamiento.

Antxon Olabe es economista ambiental.

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