El sexo de la estadística
Que hay diferencias biológicas entre hombres y mujeres no es un dato que pueda escandalizar a nadie. El escándalo llega cuando las diferencias afectan al cerebro, y suele deberse a dos errores: primero, olvidar que el cerebro es una entidad tan biológica como el resto del cuerpo. Y segundo, tomar por maldiciones del destino lo que no son más que tendencias estadísticas.
Una amplia variedad de datos, tomados en sociedades y circunstancias distintas, muestra que el promedio de las mujeres es superior al promedio de los hombres en tareas de tipo lingüístico, y que lo contrario ocurre en pruebas de tipo espacial, como la rotación mental de objetos. Otra diferencia ocurre dentro de las propias matemáticas, con los hombres puntuando más alto en las pruebas geométricas, y las mujeres en las aritméticas.
Pero ningún hombre concreto está condenado a perder con una mujer concreta en las pruebas de aritmética o de lingüística, ni viceversa en las pruebas geométricas o espaciales. Las diferencias intelectuales entre sexos son solo promedios, y no dicen nada sobre una persona determinada.
Por otro lado, los sesgos sociales más llamativos entre los dos sexos no parecen tener mucho que ver con diferencias de capacidad intelectual. Por ejemplo, pese a que las mujeres ya son mayoría en un gran número de carreras universitarias -ciencias sociales y jurídicas, humanidades, ciencias experimentales, ciencias de la salud-, siguen sin alcanzar un tercio de las matriculaciones en ingenierías y otras carreras técnicas.
Pero, pese a que estas cifras se mantienen correosas incluso en los países más avanzados e igualitarios, no son una consecuencia de la menor aptitud de las mujeres para las matemáticas, como se ha pensado tradicionalmente. Porque, si se selecciona un grupo de chicas y chicos con igual aptitud matemática, los chicos siguen eligiendo carreras técnicas mucho más que las chicas. El menor número de ingenieras, por tanto, parece tener menos relación con el talento que con la motivación.
L a igualdad, objetivo primordial en cualquier sociedad que aspire a la justicia, no debería por ello confundirse de forma automática con el equilibrio numérico.
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