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PUNTO DE OBSERVACIÓN | OPINIÓN
Columna
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La insolidaridad británica

Soledad Gallego-Díaz

Concentrados en la formación del nuevo Gobierno de David Cameron, los europeos no hemos prestado la atención suficiente a un nuevo gesto británico que marcará probablemente durante algún tiempo sus relaciones con el resto de la Unión. En unos momentos en los que Europa temblaba y en los que países como España anunciaban enormes sacrificios para sus ciudadanos con tal de sostener la viabilidad del euro y del sistema, el ministro de Finanzas saliente, Alistair Darling (estupendo apellido), rechazó de plano solidarizarse con el fondo de estabilización de la moneda única. Darling empleó un desagradable tonillo de superioridad para asegurar que la responsabilidad de asistir al euro "corresponde, como es natural, a los miembros del Eurogrupo" y que Londres no tenía la menor intención de solidarizarse con sus socios. Otros dos países que no forman tampoco parte de la moneda única, Suecia y Polonia, adoptaron una posición diferente: se ofrecieron a participar, razonablemente, en el fondo de garantía de la moneda única y asistir a sus colegas en apuros.

Si hay que avanzar en la construcción europea, será negándole al Reino Unido cualquier tipo de protagonismo

La reacción de un alto funcionario francés, el responsable del organismo de control de mercados, Jean Pierre Jouvet, muy próximo al presidente Sarkozy, dejó claro el nivel de su enfado. Según recogieron las agencias internacionales, Jouvet anunció: "El Reino Unido opta por una función periférica en Europa. (...) Ahora sabemos que hay tres velocidades en la Unión: la Europa del euro; la Europa de los países que entienden el euro, como Suecia y Polonia, y el Reino Unido". Y en un rebote sorprendente, amenazó: "Esperen y vean. Cuando el Reino Unido sufra los ataques especulativos sobre la libra, no podrá esperar tampoco solidaridad europea". Jouvet no dijo "si se producen ataques especulativos", sino que dio por sentado que ocurrirán.

Incluso el ministro de Finanzas sueco, Anders Borj, que había dicho claramente que los suecos no pagarían las prejubilaciones griegas a los 50 años, consideró que la posición de Londres era poco realista. "La City es el centro financiero de Europa, y si la zona euro sufre, pasarán muy pocos días sin que todos los mercados financieros se vean afectados de manera dramática", declaró al Financial Times.

¿Qué es lo que irrita tanto de la posición británica? La desagradable impresión de que el Reino Unido recibe con alivio cualquier mala noticia sobre el euro y que contempla a los países del sur de Europa con mirada despectiva. La insoportable imagen de un Reino Unido siempre dispuesto a torpedear propuestas de gobernanza económica. Se opuso a la moneda única como miró con escepticismo y frialdad el Tratado fundacional de Roma. Pero cuando, al cabo de unos años, comprobó que la Comunidad Económica había conseguido superar los escollos y funcionaba bien, llamó tranquilamente a la puerta reclamando un lugar protagonista. Ahora, pocas horas después de que Alistair Darling rechazara de plano ayudar a los países euro, el nuevo Gobierno conservador-liberal incluía en su programa una declaración según la cual exige ser "un protagonista de la Unión Europea, jugando un papel fuerte y positivo con nuestros socios".

¿En qué asuntos, cabría preguntarse? El Reino Unido ha demostrado una y otra vez, con gobiernos laboristas y con gobiernos conservadores, que sólo está de acuerdo en dos cosas: libre comercio y mercado único. En todo lo demás no existe la menor comunidad de ideas: ni en defensa, ni en seguridad, ni en asuntos internacionales, ni en los temas institucionales de la Unión. Es decir, en nada de lo que constituye el corazón europeo. La última gota ha sido su rechazo a solidarizarse con la zona euro y con países en dificultades como la propia España. Esa es la realidad, y no es probable que la alianza con los liberales vaya a cambiar esa situación. Si hay que avanzar en la construcción europea, está claro que será empujando al Reino Unido a la periferia y negándole cualquier tipo de protagonismo. Es decir, sin olvidar lo ocurrido en estos sombríos días.

solg@elpais

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