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Tribuna:LA CUARTA PÁGINA
Tribuna
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En defensa del Raval

El Ayuntamiento lleva dos décadas trabajando para que el corazón de Barcelona sea un espacio público ordenado y seguro, limpio y cívico, de calidad y de libertad. La prostitución no es tolerable en sus calles

Viendo con qué facilidad algunas voces se suman estos días al acoso y derribo del barrio del Raval y del proyecto que el Ayuntamiento de Barcelona, de la mano de un activo y comprometido entramado social, ha ido tejiendo durante más de 20 años, no puedo hacer otra cosa que salir en su defensa: una defensa inequívoca. Tan inequívoca como su realidad vecinal y global, como su singularidad y cosmopolitismo, como sus rarezas y contradicciones, como sus problemas y conflictos. Sí: problemas y conflictos, dos conceptos inherentes a la condición de ciudad, pero que no todas las ciudades afrontan. Barcelona, sí.

Barcelona no acepta atentados contra la convivencia, el civismo o la legalidad, ni contra la dignidad, la seguridad o el bienestar de las personas. Tales situaciones no representan ni la realidad, ni los anhelos ni el sentimiento de Barcelona. Porque el nuestro es un modelo de ciudad cohesionada social y territorialmente, en la que uno puede ir a todos los barrios y donde todos los barrios deben contar con el nivel adecuado de calidad urbana, servicios y equipamientos. Afrontando los problemas y poniendo en marcha soluciones, nuestro Raval será el mejor para sus vecinos y ejemplo para los otros ravales del mundo.

Los conservadores hubiesen abandonado el barrio a su suerte, a la marginalidad
Éste ha sido, es y será un barrio de residentes, de vecinos y vecinas de múltiples procedencias

Lo afirmo con orgullo: el Raval de Barcelona es uno de los lugares con más vocación de ciudadanía de Europa. Ni es el barrio marginal que algunos relatan ni se puede dejar al margen: es un barrio central y estratégico, en el que el Ayuntamiento está diseñando e innovando en las políticas públicas. Políticas que, estoy convencido, acabarán aplicando las ciudades que quieran preservar su esencia comunitaria. La Europa a la que aspiramos pasa cada día más por los barrios de sus ciudades, y nosotros somos ya ejemplo y laboratorio de ello. Los Estados tienen fronteras; las ciudades, no. Y las ciudades con histórica vocación de acogida, menos. El Raval es un telar de ciudadanía: teje y urde ciudadanos de pleno derecho, vecinos y vecinas; personas de procedencias diversas encuentran aquí recursos, complicidades y dignidad.

Las grandes ciudades viven diariamente el envite de fenómenos globales. Barcelona no es ajena a ello: Ciutat Vella, el distrito donde se asienta el Raval, sabe de esta complejidad, y se nutre de ella. Pero la gente sigue y seguirá viviendo en el Raval porque éste ha sido, es y será un barrio de residentes. Por eso determinadas simplificaciones -y estos días he leído algunas- no responden a la realidad de un barrio al que las tesis conservadoras hubiesen abandonado a su suerte. Muchas ciudades han convertido sus corazones en céntricas periferias; en Barcelona, esto no pasará nunca.

Fue entre todos como concretamos el Raval que hoy conocemos. Fue entre todos como construimos un centro histórico de calidad. Y será así como lo seguiremos haciendo. Con los máximos aliados posibles. Y aplicando una manera de hacer que desde el impulso y el estímulo público busca complicidades y acciones conjuntas. El Ayuntamiento asume plenamente su responsabilidad y está a la cabeza de este reto.

¿Cómo? Situando equipamientos de centralidad (universidades, museos...) y proximidad (bibliotecas, polideportivos...) y ejecutando un programa de actuaciones sociales de altas prestaciones. Desarrollando políticas de rehabilitación de vivienda. Inspeccionando locales y negocios que incumplen las ordenanzas y las reglas de convivencia. Regulando los apartamentos turísticos. Firmando un convenio con la Fiscalía para combatir el mobbing, que amenaza a los más débiles. Cerrando las tiendas de souvenirs que incumplen el plan especial aprobado recientemente. Dotando líneas específicas de ayudas para la limpieza de grafittis. Luchando contra la venta ambulante y el ruido de locales nocturnos.

Y también desplegando las acciones policiales, con una Guardia Urbana que está ampliando efectivos y hace de la proximidad su razón de ser. Ese fue mi objetivo cuando el pasado 23 de junio, más de dos meses antes de la publicación de unas fotografías en este periódico, di instrucciones a la Junta Local de Seguridad de Barcelona para que creara la Junta Local de Ciutat Vella. Y diseñando mejoras en el espacio público en el marco de una política de urbanismo preventivo.

Espacio público: he aquí un concepto central, posiblemente el más central de todos los que debemos manejar. No es casualidad que sea en Barcelona, una de las ciudades que más transforma y cualifica su espacio público, donde más intenso sea el debate sobre el mismo. En otros lugares, ni se lo plantean; acaso porque están acostumbrados a las deficiencias, o aún peor, a que determinados espacios públicos estén vedados.

El Raval nos apela a todos, entre otras razones porque ejemplifica la importancia del espacio público. Y más concretamente, porque en él se pone a prueba la visión progresista del espacio público. Esto es, un espacio público ordenado y seguro, limpio y cívico, de calidad y de libertad, expresión de los derechos y los deberes que a todos nos asisten y obligan. Por eso en el espacio público determinadas actividades deben quedar expresamente ordenadas. También la prostitución.

La prostitución, una realidad compleja, poliédrica, en la que intervienen muchas variables. Desde la existencia de flagrantes coacciones y tramas internacionales -y ahí es fundamental una acción policial y administrativa decidida- hasta las problemáticas sociales, y ahí les invito a conocer los programas de reinserción que de manera pionera gestionamos en Barcelona. Desde las lagunas legales existentes hasta su presencia en calles, plazas y carreteras, y ahí quiero dejar constancia de mi claro posicionamiento: el ejercicio de la prostitución en el espacio público es incompatible con la vida urbana y normalizada que quiero en mi ciudad, y deben arbitrarse todos los mecanismos legales y administrativos para actuar sobre ello.

¿Qué hacer pues ante una realidad que difiere de esta tesis? Por un lado, instar a los poderes públicos con competencias -Generalitat y Estado- a que creen los instrumentos necesarios que permitan controlar, acotar y limitar el ejercicio de la prostitución en nuestras ciudades. Por otro, seguir aplicando, más y mejor, la ordenanza de que se dotó Barcelona para intentar desterrar la prostitución de sus calles. Y ayudar a las instituciones con competencias en ámbitos como extranjería y seguridad ciudadana.

Es lo que como alcalde estoy haciendo. Del mismo modo que he querido promover un compromiso activo del Partit dels Socialistes de Catalunya para que incorpore en su programa una propuesta legislativa entre cuyos principales acentos esté la limitación del ejercicio de la prostitución en el espacio público. No podemos aplazar más la búsqueda de una solución. La ciudadanía nos reclama ordenar. Eludir tal responsabilidad sólo contribuirá a la desafección.

Insisto: somos punta de lanza, para lo bueno y para lo malo. Se trata de tener bien engrasados los mecanismos que aseguren la convivencia en el espacio público y la resolución de conflictos. Y si el conflicto se endurece, o se enquista, actuar sobre las causas y las consecuencias. La ciudad muestra sobre y bajo su piel algunas erosiones que no siempre consiguen tener sanación inmediata. Se trata de no bajar nunca la guardia, de atender al vecino, de auscultar el territorio, de aplicar soluciones a las diferentes patologías que una ciudad va presentando. Unas veces, acertamos; otras, no. Se trata de persistir, de innovar. De aprender a base de aprehender.

Algunos han querido identificar, literalmente, la idea del Raval con la de margen. Para este alcalde, el Raval siempre ha sido el lugar de la confluencia, de la suma fértil, del trabajo, de las reivindicaciones, de la política, de la cultura y de la transformación social. Podemos ver el margen como un final o como un principio; como una limitación o como una oportunidad. Y la realidad del Raval es una oportunidad.

Si el Raval se dignifica, se dignifica Barcelona; si el Raval se siente orgulloso, la ciudad está orgullosa. Para ello contamos con el mejor activo posible: el gesto cómplice, exigente y sincero de los muchos vecinos que nunca han dejado de dirigirse a nosotros porque quieren vivir en un Raval mejor. Juntos lo haremos posible.

Jordi Hereu es alcalde de Barcelona.

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