¿Por qué da miedo la derecha?
Dicen los periódicos que Mariano Rajoy está contento por haber evitado dar miedo en el cara a cara. ¿Por qué el PP piensa que puede asustar a la gente? ¿Por qué el PSOE sigue convencido de que sólo el miedo al PP puede despertar a sus aletargados votantes?
El empeño permanente de Rajoy en eludir los temas críticos, en refugiarse en los lugares comunes, en no precisar nunca cómo alcanzará el ciclo mágico que nos promete, levanta la sospecha de que sus recetas, de ser conocidas, provocarían división y rechazo, es decir, le perjudicarían electoralmente. A falta de compromisos del presidente, hay que atenernos a las señales que llegan de los lugares donde manda el PP. Para citar los dos ejemplos más notorios, ahí tenemos a la recién llegada Cospedal, convertida en campeona de los recortes de trazo grueso, que además tuvo a bien advertir de que lo suyo era un anuncio de lo que vendría después de las generales. Y tenemos a Esperanza Aguirre, eterno adalid de las privatizaciones, colocando la sanidad y la educación pública madrileña en la temible vía de las dos velocidades, es decir, de la fractura social.
La cara de ángel que se le ha puesto a Rajoy en esta legislatura contrasta con la agresividad que utilizó en la legislatura anterior, respondiendo siempre a las instrucciones de quienes le exigían que hiciera redoblar los tambores de guerra, contra el juicio del 11-M, contra la tregua de ETA, contra el Estatuto de Cataluña, y contra la ampliación de los derechos individuales promovida por Zapatero ante la airada indignación de la jerarquía eclesiástica. Tanto ruido acabó en fracaso. El presidente del PP llegó a la conclusión de que había sido el miedo generado el que le había hecho perder las elecciones. Y se produjo la metamorfosis. Rajoy, por lo menos, ha demostrado tener la lucidez y la distancia que no tienen la mayoría de los suyos, que siguen sin entender por qué dan miedo. Los próximos a Mariano Rajoy sustentan que su imagen real es la de hombre tranquilo y que las formas duras de la anterior legislatura eran demasiado impostadas. Si entonces cedió a las presiones de su entorno, ¿qué nos garantiza que no lo volverá a hacer después y especialmente si tiene mayoría absoluta?
Es obvio que la fuerza de la derecha española está en que ha conseguido mantenerse unida en torno a un solo partido. Bajo el manto del Partido Popular hay de todo: extrema derecha, mentalidad tea party, conservadores, fundamentalistas católicos, liberales de todas las hechuras. La proximidad del poder es un potente imán cohesionador, y las almas más doctrinarias son capaces de aguardar con cierta paciencia hasta que se alcance la meta. La jerarquía eclesiástica, por ejemplo, cuya área de influencia puede alcanzar probablemente de tres a cuatro millones de los votantes del PP, ha optado por un bajo perfil durante la campaña para que Rajoy alcance los objetivos. Pero serán los primeros en reclamar el botín cuando Rajoy se siente en la peana. Y la ley del aborto y la de los matrimonios homosexuales son las piezas más codiciadas. Junto a ello está el entorno mediático que nunca ha dejado de exigir a Mariano Rajoy que practique la cultura de bronca y de cruzada ideológica, que buscará la restauración centralista del Estado de las autonomías, entorpecerá el proceso vasco y dará batalla en el terreno de la moral y las costumbres. En fin, buena parte del mundo financiero y empresarial da por supuesto que ahora llegan los suyos. Aunque también es cierto que es difícil encontrar un Gobierno más condescendiente con banqueros y empresarios que el de Zapatero.
El miedo tiene raíces en el pasado porque la derecha tiene un historial muy bestia en este país. Pero fantasmas del pasado aparte, ¿hay motivos para temer a Rajoy? Puede temerle quien esté contra la austeridad como horizonte ideológico absoluto; quien esté contra las privatizaciones a mansalva; quien esté contra la debilitación del sector público y la consagración de los privilegios de los que más tienen; quien esté contra la regresión ideológica y la pérdida de los derechos civiles adquiridos; quien esté contra la regresión autonómica; quien esté contra las políticas de xenofobia y de exclusión de minorías y, siguiendo a Javier Pradera, quien crea que la razón crítica y el pluralismo están por delante del sentido común y de lo que Dios manda. Lo que no quiere decir que un Gobierno socialista sea garantía de lo contrario. Hoy manda quien manda.
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