Vuelo rico, vuelo pobre
¿Cuántos aviones, en mejor o peor estado, despegan y aterrizan cada día? ¿Cuántos accidentes se producen en compañías aéreas de prestigio y cuántos en líneas consideradas de baja estofa?
Dos graves tragedias aéreas se han producido en apenas un mes con un balance cercano a las 400 víctimas. Dos aviones civiles, uno rico y otro pobre, se han estrellado en pleno vuelo por causas aún desconocidas, uno en el océano Atlántico y otro en el océano Índico. Los dos pertenecían al mismo fabricante, Airbus, pero su tratamiento informativo está siendo muy distinto.
Tras el accidente del AF447, el primero en caer, nadie puso en tela de juicio la categoría de la compañía francesa, a pesar de saberse que su aeronave despegó con unos sensores de velocidad (pitots) defectuosos.
Tras el siniestro del vuelo yemení no paran de recordarnos que el aparato siniestrado había sido vetado en cielo europeo tras detectar en las últimas revisiones problemas técnicos que no se detallan. Quién sabe, puede que hasta le fallaran los mismos sensores que al avión procedente de Río. De éste, con destino a París, no se han encontrado las cajas negras, por lo que sólo cabe intuir qué pudo ocurrir a partir de ciertos detalles. Del segundo, con destino a las islas Comoras y del que se ha hallado una caja negra y hasta una superviviente, posiblemente conoceremos sin lugar a dudas qué ocasionó el accidente.
Será tarde, pues aunque se demuestre que su precipitada caída se produjo por causas ajenas al mal estado de la nave, ya nadie olvidará el sambenito de poco fiable que le ha sido cargado en su bodega a la compañía del país árabe. En cambio, seguiremos hablando del Airbus francés y sus sensores fallidos y nada afectará a la credibilidad de la flamante y prestigiosa compañía europea.
A los 380 fallecidos ya les da igual si la compañía en que volaban era dorada o de latón. Y a los que quedamos en tierra, visto lo no visto, puede que también.
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