Violencia en Perú
El enfrentamiento, con más de 30 muertos, de la semana pasada entre policías e indígenas en la Amazonia peruana es ya un conflicto diplomático con Bolivia y Nicaragua, y un grave problema político interno. Más de 60 grupos de indios amazónicos, agrupados en la asociación AIDESEP, que preside Alberto Pizango, llevaban dos meses en un tira y afloja de bloqueos de carreteras con el Gobierno, cuando una operación policial degeneró en matanza, en la que Lima afirma que murieron 24 agentes y 9 indígenas, cifras a las que dan la vuelta fuentes locales. La protesta en nombre de 700.000 indígenas, de etnias distintas de la quechua, mayoritaria en el país, se desencadenó por la promulgación de unos decretos que abrían a la producción de biocombustibles lo que los indios consideran sus tierras ancestrales y, por ello, intocables.
Mientras Pizango, buscado por la justicia, se refugiaba en la Embajada nicaragüense, un diputado exhibía un documento asegurando que era una carta del presidente boliviano Evo Morales, indígena aimara, en la que exhortaba a sus hermanos peruanos "a la revolución".
La cuestión de fondo para América Latina consiste en preguntarse en qué medida resuena el eco de la revuelta indígena que llevó al poder a Morales, con quien hacen causa común, notablemente, el presidente venezolano Hugo Chávez y el nicaragüense Daniel Ortega. Managua anunció ayer que concede asilo político a Pizango, al que considera un perseguido; el primer ministro Yehude Simon acusa a Pizango de intento de golpe de Estado; y la ministra peruana de la Mujer ha dimitido porque sostiene que su propio Ejecutivo miente. Si se demostrara que la carta es auténtica, la ruptura Lima-La Paz sería inevitable, ante lo que supone una gravísima injerencia en los asuntos peruanos. Por ello, habría que desear que Bolivia disipara cuanto antes esa duda.
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