Steiner y nosotros
George Steiner concedió una hora de su tiempo a Juan Cruz, quien nos ofreció en El País Semanal una entrevista y un retrato fiel con las opiniones y la imagen que el entrevistado quiso dar. Retratarse en una hora siempre es arriesgado pero debemos enjuiciar esas opiniones, pues nuestros actos tienen consecuencias y un intelectual actúa con sus palabras. Máxime cuando es una figura de prestigio en su ámbito y tan atendida en España.
Steiner se refiere allí a cuestiones de literatura y cultura sobre las que lógicamente sobrevuela en una entrevista abierta, deja algunos lugares comunes y algunas observaciones originales. Refiere que alguien le dijo que hay una universidad donde el gallego es lengua obligatoria, cosa que podría suceder pero no sucede, y aquí vale la pena constatar que hay quien difunde cuentos a quien está de paso, quien siembra mentiras. Pero se debe detener uno en sus observaciones sobre las lenguas, en concreto sobre el gallego y el vasco, por varios motivos. Su valoración del gallego demuestra desconocimiento de las lenguas románicas, ignora que el gallego está en la cabecera histórica de una lengua hablada también en Portugal, Brasil... Ignora las Cantigas de los Cancioneiros, las de Don Dinís, rey de Portugal, las de Santa María de Alfonso X, en el repertorio de agrupaciones de toda Europa y en los catálogos de los principales sellos. Desconoce la poesía de Rosalía en Follas Novas. Incluso ignora que el gallego actual sigue siendo hablado por millones de personas; no tiene el hebreo, por poner un ejemplo querido a Steiner, muchos más millones de hablantes ni tiene esa lengua una tradición estrictamente literaria más alta. Aunque así fuese.
Steiner se atribuye la potestad de decidir qué lenguas deben ser eliminadas
¿Por qué seguimos fascinados por una ya extinguida "alta cultura" europea?
La ignorancia sobre el gallego es comprensible, todos metemos la pata y, al cabo, algo habrán hecho o dejado de hacer los gallegos para que su cultura sea poco conocida, pero el comentario sobre el vasco no puede dejar de ser contestado pues arroja sombras sobre los hablantes de esa lengua. Steiner fue crítico en ocasiones con Noam Chomsky y sus teorías pero su comentario retuerce y pervierte los conceptos de la gramática generativa concluyendo que las lenguas "raras" generan hablantes y poblaciones obtusas, raras y sin arreglo. No hay que ser vasco, no hay que ser ciudadano español para que esas consideraciones tan brutales nos ofendan, nos propone una gramática racista que ofende a conciudadanos nuestros. Falta que Steiner nos ofrezca su lista de las lenguas que deben ser conocidas y habladas y las que deben ser eliminadas. Mil veces prefiero aquel Isaac Bashevis Singer que escribía conscientemente en una lengua que sabía que desaparecía, mil veces el compromiso con un destino aunque sea humilde que la prepotencia del "mandarín autista", como se refirió a sí mismo Steiner en alguna ocasión.
Con su visión autoritaria de las lenguas, y por tanto de la cultura, se contradice a sí mismo, o al que fue, al que en sus tiemposinterrogaba, dudaba, al que veía interrelación entre ideas de creadores de lugares, lenguas y tendencias, al que tenía la humildad del buen intelectual para acercarse a opiniones distintas..., el buen discípulo de Isaiah Berlín. Su actitud caprichosa se parece más a la de un artista que a la de alguien que habla desde el estatuto de investigador o intelectual. Si la vida no nos lo impide, obstaculizando nuestros deseos de éxito, tendremos nuestro retrato de Dorian Gray.
Pero si a mí me chocan y ofenden también le habrán chocado a otras personas, ¿o no? ¿o sólo le han chocado a personas de Galicia y Euskadi? Me temo esto último, que muchas personas hayan tropezado con esas afirmaciones y, tras un ínterin de desconcierto, hayan continuado tranquilamente leyendo el despliegue de citas, nombres, libros y partituras. Me lo temo porque en España las "otras" lenguas, las de "los otros", están ya estigmatizadas. Debería ofender a todos la patente grosería de un señor de Londres que trata con desprecio a alguien "de los nuestros", en cambio, sólo he visto publicadas cartas de protesta de personas de Galicia y Euskadi, parece que fuera de ahí a nadie le importó porque tampoco le importan esas lenguas como "nuestras".
Quizá lo más interesante sea reflexionar sobre la fascinación, que va más allá del interés, que Steiner despierta en medios intelectuales españoles y que atribuyo a nuestra profunda debilidad cultural. Steiner encarna aquí el embrujo de la "alta cultura" europea, algo que debiéramos saber que si existió está muerto, como está seco el roble de Goethe en el campo de concentración de Buchenwald. La comunicación funciona a través de estereotipos y creo que en Steiner reconocemos el modelo de intelectual que encarna la "alta cultura": varón y académico con sus atributos, don de lenguas europeas, tweed o espiguilla, cachimba, partituras, algún piano, libros..., ningún juguete de niño caído, ningún olor a papilla vomitada o a pañales cagados, a guiso o pescado frito. Pero es un problema nuestro, reconozcamos que a Steiner lo salva de caer en la impostura sus ganas de jugar y que sentencie caprichosamente pero con cierta inestabilidad más propia del artista que del académico. Sin duda influye en el aprecio del personaje el aura que recibe de una figura que fue histórica y hoy es mítica, el intelectual judío europeo.
¿Cómo explicar el complejo de inferioridad bajo esta fascinación? España no superó la debacle del 36, se cortaron los hilos y el diálogo con el resto de la cultura europea, que por otro lado desapareció inmediatamente después. Francamente, ahora ya no existe el lugar mental e intelectual "Europa". Entre nosotros el espíritu del tiempo aquí está demasiado cerca de los programas de sobremesa con el espectáculo de las miserias de los pobres, cerca de telecomedias en que los personajes hablan a gritos y juran continuamente. Benjamin aquí reflexionaría no sobre los pasajes urbanos sino sobre el paisaje de los canales de televisión basura con sobremesas donde los pobres muestran sus miserias y telecomedias de gente jurando a gritos. No hemos podido aún, y ya no se puede porque se agostó, dialogar críticamente con nuestro pasado. Las interrogaciones que Celan hacía a la lengua y la sociedad alemana son aquí imposibles, el equivalente entre nosotros a Jean Améry sería el exilio pero duró demasiado y se extinguió esa voz que nos interrogase a todos y que nos obligase a preguntarnos quienes fueron nuestros maestros. Esas interrogaciones aquí acaban siempre en una baja esgrima ideológico-política entre faccionalismos.
No hay modelo de intelectual ni probablemente quien lo encarne y caso de existir maestros, el mejor maestro ejerce su magisterio a distancia y no tiene discípulos.
Suso de Toro es escritor.
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