Al Qaeda en África
Las informaciones sobre la reactivación y expansión de la organización terrorista Al Qaeda se multiplican desde principios de año. No sólo en Afganistán o en zonas de Oriente Próximo, además de algunos países europeos en los que se han descubierto redes de reclutamiento. También en África y especialmente en el Sahel. En el fondo no es algo nuevo, aunque ahora parezca obedecer a una estrategia de más largo alcance y haya adquirido mayores dimensiones: Al Qaeda ya demostró su capacidad de actuar en África con los sangrientos atentados contra las embajadas norteamericanas en Kenia y Tanzania en 1998.
El cinturón desértico que se extiende desde Sudán por el Chad, Níger y Malí hasta Mauritania y el norte de Senegal amenaza con convertirse en un refugio -como ya lo son en parte Sudán y Somalia- para un grupo que, como Al Qaeda, ha logrado penetrar en las redes tradicionales de contrabando y que se beneficia de la debilidad estructural de los Estados de la zona, la pobreza y los conflictos tribales. Los movimientos salafistas en toda la región estarían agrupándose bajo el paraguas de Al Qaeda, que actuaría como una internacional del terror y de la ideología yihadista. De manera significativa, Argelia anunció esta semana haber alistado a 3.000 tuaregs para combatir "cualquier presencia militar extranjera" en la vecina Malí.
La expansión de Al Qaeda por la mitad norte de África puede convertirse en un fenómeno estratégico con graves consecuencias a medio y largo plazo. En estos países sin grandes recursos y carentes de una estructura institucional estable, Al Qaeda podría gozar de una situación inmejorable para establecer bases y campos de entrenamiento, además de una mayor impunidad para reclutar seguidores y activistas.
Las repercusiones directas para la seguridad europea, y especialmente para la española, son evidentes: las conexiones de Marruecos y Argelia con Europa pasan en gran parte por España. Según informaciones procedentes de Marruecos, Al Qaeda podría estar considerando declarar Ceuta y Melilla como objetivos directos de "liberación". Tampoco cabría descartar que entre los planes de la organización terrorista se encontrase la posibilidad de utilizar la crisis saharaui para sus propios fines, con el consiguiente potencial de desestabilización para nuestro vecino del sur.
Esta amenaza creciente sólo puede ser neutralizada por un decidido incremento de la cooperación de los servicios de información y de la lucha antiterrorista, tanto entre los europeos como con los países del área más expuestos. Una cooperación que, sin embargo, resultará difícil en buena parte de los casos.
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