De Jesse Owens a Usain Bolt
Tan cerca de la puerta de Brandeburgo como hace 73 años cuando Jesse Owens, nieto de un esclavo de Alabama, desquició al Führer, los Mundiales de Berlín han evidenciado que el poder negro en el atletismo resulta hoy abrumador, ya sea en su versión africana o afroamericana. Europa apenas tiene peso: entre los diez primeros países del medallero sólo figuran Rusia (4º), Polonia (5º), Alemania (6º) y Reino Unido (8º). En suma, dos países del Este con gran tradición atlética, los germanos que se exhibían ante su público y el Reino Unido, que explota en estos tiempos tanto el mestizaje como sus planes para los Juegos londinenses de 2012.
Si se trata de los triunfos más cercanos, está en primer lugar la extraordinaria Marta Domínguez. A sus 33 años, la palentina, un ejemplo de tesón y talento, junto a otro eterno como Jesús Ángel García Bragado, un marchador incombustible de 39, son los únicos españoles que han dejado huella. Y, por supuesto, Natalia Rodríguez, a la que un maldito tropezón privó del oro, pero no rebajó su gran cotización mundial. Ni siquiera sus rivales lo discutieron: todas coincidieron en que Natalia, de 30 años, hubiera ganado con o sin la caída de la etíope Gelete Burka.
El problema es que detrás de estos tres admirables treintañeros, en España sólo se vislumbra el desierto. A los más jóvenes parece darles pánico el cansancio. Así que se impone una profunda revisión de este deporte por parte de las autoridades deportivas. España, que es hoy una potencia deportiva indiscutible a nivel mundial, patina en las dos grandes disciplinas olímpicas, el atletismo y la natación.
La única figura que se ha convertido en referencia planetaria ha sido Usain Bolt, pero sus hazañas resultan estratosféricas, inalcanzables para el resto de la humanidad. Es a este simpático jamaicano, acunado en una aldea rural, a quien le corresponde cargar con la proyección internacional del deporte más democrático, el que menos barreras presenta para el Tercer Mundo.
Y también cada día menos sucio. El dopaje se ha ventilado en Berlín, la ciudad en la que todos estaban en deuda con Jesse Owens. Ningún escenario mejor, pues, para el alumbramiento del nuevo mito, el de Bolt, el nuevo dios del black power.
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