Fútbol en Chechenia
Uno de los encuentros de fútbol más peculiares que quepa concebir está programado para el próximo 10 de marzo en la capital de la república rusa de Chechenia, Grozni.
De un lado formará la selección nacional, que jamás ha jugado fuera del ámbito ruso y caucásico, y de otro, se supone que la selección brasileña, la de Kaká, Ronaldinho y demás ases, que, sin embargo, no ha confirmado que haya aceptado el reto.
Pero si el partido, sin duda amistosísimo, se presenta un tanto descompensado desde el punto de vista deportivo, el equipo local tiene un arma secreta. El capitán del once checheno será Ramzán Kadírov, el presidente, pero sobre todo señor de horca y cuchillo del país, que a sus 34 años considera que el mero hecho de que se alinee constituirá un acicate para los jugadores.
Kadírov, hijo de Ajmad Kadírov, que también fue presidente de Chechenia y murió en un atentado con bomba en 2004, es un antiguo señor de la guerra, cooptado por Moscú para gobernar un país en el que ha habido en los últimos 20 años dos guerras de independencia, de las cuales la última vio la atroz victoria de los soldados del entonces presidente ruso Vladímir Putin, hoy primer ministro de otro presidente, Dimitri Medvédev, que se supone que le calienta la silla para cuando pueda volver.
Kadírov II está empeñado en hacer popular el fútbol en su país, para lo que cuenta con un nuevo estadio en Grozni, a cuya inauguración ha invitado al presidente de la FIFA, Sepp Blatter, y de la UEFA, Michel Platini, que tampoco se sabe si estarán allí ese fausto día.
Y en preparación para el campeonato Mundial de fútbol de 2018, que se celebrará en Rusia, Kadírov ha contratado como entrenador del club de la capital, Terek Grozni, a la vieja gloria del balompié Ruud Gullit. El ministro de Deportes checheno, Jaidar Aljanov, confía en que algunos de los partidos del Mundial se jueguen en Grozni, y que en la selección plurinacional rusa haya algún jugador de la región.
Si la canarinha juega el partido será, sin duda, espléndidamente recompensada. Marx lo habría considerado un caso clásico del deporte entendido como opio del pueblo.
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